Los días pasaban y la rutina en la guardería se mantenía. El ambiente era relajado, casi como si el tiempo se estancara mientras Dogday y Catnap compartían juntos la jornada. A veces, entre las risas de los niños y los juegos, se encontraban en momentos de silencio, donde las palabras sobraban.
Una tarde, mientras organizaban los bloques de construcción que los niños habían dejado regados por toda la sala, Dogday notó algo que nunca había prestado atención antes: cómo Catnap, al igual que él, parecía estar disfrutando de las pequeñas tareas cotidianas. Aunque la guardería estaba llena de niños corriendo y creando caos, ellos se concentraban en las pequeñas tareas como si fuera lo único importante en ese momento.
—Nunca te cansas de esto, ¿verdad? —comentó Dogday mientras reconocía las piezas de madera con precisión.
Catnap lo miró por un segundo, como si estuviera evaluando su pregunta. Sonrió levemente y respondió con tono tranquilo:
— ¿Cansarme? No. Pero... hay algo tranquilo en la repetición. En los detalles. Me hace sentir que, a pesar de todo, hay algo que puedo controlar.
Dogday se quedó pensativo. No esperaba una respuesta tan profunda, pero la forma en que Catnap lo dijo, con tanta calma, lo hizo sentir más cercano a él. Algo en su tono le dio la sensación de que había una parte de Catnap que nunca había mostrado a los demás.
En ese momento, Dogday se dio cuenta de que la amistad con Catnap iba más allá de las cenas o de las bromas que compartían al final del día. Había algo más, algo que no podía identificar del todo, pero que lo hacía sentir bien. Un sentimiento de seguridad y de conexión que le resultaba difícil de explicar.
Después de terminar con las tareas, ambos decidieron salir a caminar hacia la tienda local para comprar algunos ingredientes para la cena. El aire fresco de la tarde parecía calmar las tensiones del día, y mientras caminaban juntos, las conversaciones fluían con naturalidad.
—No puedo creer que hayan pasado ya tantas semanas desde que nos conocimos. Parece que fue ayer cuando... bueno, cuando no sabías nada de mí —comentó Catnap con una pequeña sonrisa.
Dogday rió, aunque internamente pensaba que era cierto. Las semanas habían pasado volando, pero lo que más le sorprendía era la facilidad con la que se había acostumbrado a la compañía de Catnap.
—Es raro, ¿verdad? No siento que haya pasado mucho tiempo, pero ahora todo parece más... cómodo. Como si ya te conociera de antes —respondió Dogday, mirando a Catnap con una expresión sincera.
Catnap se acerca sin dejar de caminar, sus orejas ligeramente levantadas.
—A veces, las personas se conectan tan fácilmente que es como si no hubiera barreras. Como si, de alguna forma, ya estuvieras destinado a conocerlas. No me malinterpretes, no estoy diciendo que seas mi destino, pero... hay algo natural en esto.
El silencio que siguió a esas palabras fue cómodo, sin presiones. Dogday se sintió curioso por lo que Catnap había dicho, pero, al mismo tiempo, algo en su pecho se sintió más liviano. No podía negar que, de alguna forma, sentía lo mismo. Pero aún no sabía cómo ponerle nombre a esa sensación.
Esa noche, al igual que las anteriores, Dogday y Catnap compartieron una cena sencilla en la casa de Dogday. Mientras comían, hablaban sobre cosas triviales, como los niños traviesos de la guardería o los últimos chismes que se corrían en el vecindario. La conversación era ligera, pero Dogday notaba cómo, en esos momentos de cercanía, algo dentro de él cambiaba. Cada vez que Catnap reía o hacía un comentario gracioso, algo en el fondo de su corazón se encendía.
ESTÁS LEYENDO
𝕄𝕀 𝔾ℝ𝔸ℕ ¿𝔸𝕄𝕀𝔾𝕆? {•--» CatNap x Dog Day «--•}
Romancelos cientificos de Playtime Co están cansados de lidiar con CatNap, y algunos, hartos de los Smiling critters así que idean un plan, uno muy arriesgado pero que según sus cálculos, funcionara... El Doctor Soya autoriza integrar a Catnap al grupo de...