Mi juicio

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En medio de la tranquila noche, Stolas despertó de golpe, su respiración entrecortada y su corazón latiendo con fuerza como si quisiera salir de su pecho. Las sombras del dormitorio parecían más densas, y el silencio pesaba como un recordatorio de su pesadilla. Sus manos temblorosas buscaron instintivamente a Blitz a su lado, pero lo encontró profundamente dormido, ajeno al tormento que consumía a su pareja.

Stolas llevó ambas manos a su rostro, tratando de calmarse mientras las imágenes del sueño aún lo perseguían. Se veía a sí mismo nuevamente en aquel juicio cruel y despiadado en el que había perdido todo lo que alguna vez había conocido: su poder, su estatus, su conexión con su hija. Todo para salvar a Blitz, quien había sido acusado de un crimen que, en el fondo, él sabía que era parcialmente cierto. Un sacrificio que había hecho sin dudar, pero cuyas consecuencias seguían marcando su corazón.

Mientras intentaba calmarse, Stolas no pudo evitar que una lágrima solitaria cayera por su mejilla. Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudiera borrar el eco de las palabras de los jueces, el desprecio en los rostros de quienes antes lo veneraban y, sobre todo, la fría indiferencia de Octavia cuando se alejaba de él.

Incapaz de quedarse quieto, Stolas se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Blitz. Caminó hacia la ventana, observando el paisaje nocturno del anillo en el que ahora vivían. La luna llena brillaba con un resplandor frío, recordándole lo lejos que estaba de la vida que había tenido antes. Pero también le recordó por qué lo había hecho: por amor.

Detrás de él, Blitz se removió en la cama, despertando al notar la ausencia de su pareja. Abrió los ojos lentamente y, al ver la silueta de Stolas junto a la ventana, supo de inmediato que algo no estaba bien. Se levantó en silencio y caminó hacia él.

—¿Stolas? —dijo Blitz con voz baja y suave, colocándole una mano en el hombro. —¿Qué pasa?

Stolas se sobresaltó ligeramente, girando la cabeza para mirar a Blitz. Su rostro reflejaba una mezcla de tristeza y agotamiento. Intentó sonreír, pero el gesto se desvaneció antes de formarse por completo.

—Es… es nada, Blitz. Sólo una pesadilla. No quiero preocuparte.

Blitz frunció el ceño, acercándose más y tomando las manos de Stolas entre las suyas. Las sintió frías y temblorosas.

—No soy idiota, Stolas. Sé que algo te está comiendo por dentro. Habla conmigo, ¿quieres? —dijo Blitz, su tono más cálido de lo habitual.

Stolas suspiró, mirando a Blitz con ojos llenos de una mezcla de amor y culpa.

—Soñé con aquel juicio, Blitz. Con el día en que lo perdí todo para salvarte. Mi magia, mi título, mi hija... Todo por ti. Y aunque no me arrepiento, el peso de lo que hice… sigue persiguiéndome.

Blitz se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Stolas. Sus ojos, normalmente llenos de sarcasmo y dureza, se suavizaron. Apretó las manos de Stolas con más fuerza.

—Stolas… yo nunca pedí que hicieras eso por mí. Pero lo hiciste, y lo sé, te costó mucho más de lo que puedo imaginar. No sé cómo compensarte por todo lo que perdiste, pero... —Blitz se detuvo, buscando las palabras adecuadas. —Pero estoy aquí. Siempre estaré aquí. Porque si tú pudiste sacrificar tanto por mí, lo mínimo que puedo hacer es estar a tu lado, en lo bueno y en lo malo.

Stolas cerró los ojos, dejando que las palabras de Blitz lo reconfortaran. Una pequeña sonrisa finalmente apareció en sus labios mientras apoyaba su frente contra la de él.

—Eso es todo lo que necesito, Blitz. Sólo a ti.

Blitz acarició suavemente su mejilla y, en un gesto poco usual en él, lo abrazó con fuerza, dejando que Stolas se apoyara completamente en él.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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