Preguntas nocturnas.

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Tweek intentaba enfocar su atención en los trazos finales de su dibujo. El papel temblaba ligeramente entre sus dedos, pero al menos estaba terminando. En la litera de abajo, Tolkien ya había dejado a un lado sus materiales, revisando en silencio la ficha de identidad que Zix les había entregado más temprano.

—Listo... —murmuró Tolkien finalmente, estirándose sobre el colchón—. No estuvo tan mal.

Tweek no respondió al instante. Mordía la punta de su lápiz, con la mirada fija en su hoja. Su Alter Ego. Ese era el ejercicio que Zix les había pedido completar. Diseñarse a sí mismos, pero en una versión idealizada o "más fuerte".

—Tweek, ¿cómo vas? —preguntó Tolkien, inclinándose un poco para ver hacia arriba.

—¡Gah! ¡C-Casi termino! —respondió Tweek bruscamente, sobresaltándose al escuchar la voz de su amigo.

Tolkien frunció el ceño. No le pasó desapercibido que Tweek llevaba rato en silencio, más inquieto que de costumbre.

—No tienes que presionarte tanto, hombre. Es solo un dibujo.

—¡No es "solo un dibujo"! —soltó Tweek con voz más aguda—. ¡Es... es lo que supuestamente deberíamos ser aquí! —Volvió a mirar su hoja con frustración—. Pero nada de esto tiene sentido.

Tolkien se quedó callado, dándole espacio. Sabía que Tweek estaba lidiando con algo más profundo. Dejó caer su cabeza contra la pared de la litera, observando el techo con expresión pensativa.

—Supongo que lo hacen para... que pensemos en nosotros mismos —dijo Tolkien después de un momento—. No sé, quizá intentan que aceptemos estar aquí...

Ese comentario fue suficiente para que Tweek soltara el lápiz y comenzara a jalarse el cabello.

—¡NO quiero aceptar esto! —gritó desde la cama de arriba—. ¡No quiero estar aquí, Tolkien! ¡Ni un maldito segundo más!

Tolkien cerró los ojos con un largo suspiro.

—Tweek... baja un poco la voz, ¿sí? Nos van a escuchar.

—¡¿Y qué importa si nos escuchan?! —Tweek se asomó desde el borde de su cama, mirando hacia abajo con ojos desorbitados—. ¡Nos secuestraron, Tolkien! ¡Nos trajeron aquí como si fuéramos... como si fuéramos animales en una jaula!

Tolkien lo miró fijamente desde su cama. A pesar de las palabras de Tweek, él mantenía una expresión tranquila, aunque algo cansada.

—¿Y qué quieres que hagamos? —preguntó en voz baja—. ¿Romper las ventanas? ¿Escapar en medio de la nada? Sabes que no podemos...

—¡No lo entiendes! ¡Nadie entiende nada! —Tweek se dejó caer boca abajo sobre el colchón, apretando los ojos con fuerza—. Extraño mi casa... extraño el café... extraño a mis papás.

Esa última frase rompió un poco la compostura de Tolkien. Se quedó en silencio por un momento, y cuando habló, su voz sonó más suave:

—Yo también extraño a mis padres...

La habitación quedó en completo silencio después de esas palabras. Solo el viento golpeando las ventanas y algún ruido lejano de los pasillos perturbaba la calma.

Tweek seguía con el rostro enterrado en la almohada. Tolkien lo observaba desde abajo, pero no dijo nada más. Ambos estaban atrapados en el mismo sentimiento de nostalgia y miedo, aunque lo enfrentaban de maneras muy diferentes.

Después de unos minutos que se hicieron eternos, Tweek volvió a moverse.

—Yo no puedo quedarme aquí... —murmuró, rompiendo el silencio.

Internado | South parkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora