Antes de comenzar, quiero aclarar que esto es una especie de fanfiction pero un tanto peculiar, así que no me acuséis de plagio.
Siempre nos han dicho que persigamos nuestros sueños, es algo tan común que se ha convertido en un cliché un tanto ordinario. Pero, ¿Qué ocurre cuando nos fuerzan a hacer algo que, por otro lado, se nos da bien pero no es nuestro mayor interés?¿No podemos ser felices?. Puede que, de alguna forma u otra, todos logremos dar lo mejor de nosotros mismos con nuestro recursos. También puede ocurrir que nos hundamos en nuestra miseria.
¡Viento en popa a toda vela! Ya tenemos nuestros diez protagonistas a bordo de un expreso con rumbo a ninguna parte, ¿Qué es lo que nos falta? Algo de drama, obviamente. ¿Y qué mejor forma de empezar que con una de mis historias favoritas?
Todos estaban devorando su comida, llevaban casi un día sin probar bocado y ya había sido suficiente tortura, de momento. Ariana no paraba de mezclar sus largos pelos con la comida, pero le daba igual, estaba hambrienta. Tampoco importaba que Adrien Y Alexandra estuvieran en un rincón peleándose por qué plato tenía más comida y cuál de los dos se lo merecía más. Nada de eso importaba, porque a fin de cuentas no eran más que personas intentando sobrevivir de la incertidumbre.
Por favor, la hora de comer ha terminado, entre sus platos en el carrito que se sitúa en el centro de la sala y vuelvan a sentarse. Gracias.
Todos lo hicieron, todos menos Mike que se quedó delante del carro sin poner nada encima. Su cara mostraba odio y asco.
-¿En serio crees, maldita voz metálica, que voy a obedecerte como si fuera un puto corderito? Que poco me conoces...
-Por favor, Mike, es solo un plato de comida- Suplicó Silvia
Antes de que Mike pudiera responder con otro de sus comentarios llenos de orgullo y egolatría, el carrito empezó a moverse hacia este a toda velocidad, lo que sorprendió a este y le hizo saltar.
Con la mala suerte de estar agarrando un cuchillo en ese momento.
Con la mala suerte de abalanzarse contra Ellen.
Con la mala suerte de clavárselo.
-¡Aaaaah!-El grito resonó en la habitación de una forma tan salvaje que todos los presentes detuvieron su respiración, alguien se desmayó, pero ninguno de ellos era importante, porque hubo alguien que si fue capaz de levantar la vista y reaccionar.
-¡Adrien! Pásame el botiquín que hay en mi sitio -Gritó Meredith totalmente segura de lo que iba a hacer en aquel momento.
-Vaya, no es la primera vez que haces esto, ¿eh?
Esa frase paralizó por completo a Meredith, no era la primera vez que escuchaba aquellas palabras. Y no tiene buenos recuerdos de como acabó el último que se las dijo... Pero vosotros nos sabéis nada de eso. Dejad que os explique.
Hace diez años Meredith estaba en las puertas de un hospital cualquiera a la espera de empezar su primer año como interna en cirugía. La noche de antes había celebrado a lo grande, una borrachera y un hombre cualquiera. Ella estaba dando una vuelta cualquiera por el hospital cuando pasó lo imprevisible, conoció a su jefe y amante, Derek. Este fue el que pronunció aquella maldita frase la mañana de después de conocerse, cuando ella le echó de su casa sin importarle lo que había ocurrido en aquella casa durante las horas anteriores y sin pensar en lo que le ocurriría en los años siguientes.
Era un amor que no podía seguir así obviamente, además él estaba casado, pero nunca fueron personas que hacían "lo correcto" así que, tras varios años de romance y desventuras, se casaron y construyeron una casa juntos. Pero no fue nada fácil, tuvieron numerosas desgracias, accidentes, o otra clase de penas, de las cuales iré hablando a lo largo de esta historia, que podrían hacer enloquecer a muchas personas que no estuvieran preparadas para ello. Pero así era su amor, loco e imprudente. Y así acabó, en un accidente de tráfico si queréis que sea más preciso.
La pérdida fue dura para todos. Pero sobretodo para ella, era madre de tres hijos, dos de los cuales difícilmente recordarían siquiera a su padre. Meredith no sabía que hacer, e hizo lo que hacen todos los que creen que su vida está destrozada para siempre, bebió. Bebió como aprendió a beber de lo más cercano que tuvo a su padre y por la misma razón que este. Veía a su madre en todas partes. Su madre, era una mujer poderosa y desalmada, que poco le importaban los sueños de las personas si no tenían un fin práctico. Esto hizo que esta mujer destrozara todo cuanto tocaba. Incluida a su hija.
Meredith estaba tan austada de que esto le pudiera ocurrir a ella con sus hijos que no supo hacer otra cosa que desaparecer de todo. Hasta que fue despedida y sus hijos llevados a una casa de acogida. Lo había perdido todo. Y es algo que duele mucho cuando todavía recuerdas el sabor del placer, del orgullo de tener todo cuanto siempre has deseado. Ahora no tenía nada, su familia, lejos o muerta. Sus amigos, fueron desapareciendo a medida que su condición empeoraba y, los que se quedaron a luchar, se vieron obligados a desaparecer por una razón u otra.
Así que el día que llegó la carta, no había nada que la retuviera allí. Además la carta tenía un final conciso:
Ven, o tu marido no será el único que muera.
La pequeña Zola dibuja muy bien, sería una pena.
Así que, una vida llena de dolor que la llevó a una vida en la que sus sueños se cumplen, no llegó a otro lado que al mismo punto de partida. Supongo que nadie puede escapar de su condición y esta siempre nos perseguirá. "Somos lo que somos y no podemos hacer nada para cambiarlo"
-Ya está, puede que te duela un poco, pero tu brazo está bien y te recuperarás perfectamente. Por si acaso quiero que te tomes esto cada 8 horas.
Meredith le tendió las pastillas a la primera paciente que había tenido en dos años con lágrimas en los ojos. Pero se los secó en seguida, no quería que nadie conociera su verdadera situación. Se sentó en su asiento y se quedó mirando a la nada. Preguntándose dónde estarían sus hijos y si les estarían tratando con el mismo cariño con el que los había tratado ella.
Cuando todo se hubo calmado y los desmallados vueltos a la conciencia, volvió a sonar aquella dura y fría voz. Aquella puta voz.
Veo que tenemos un médico en la sala, espero que lo aprovechéis mientras podáis, porque este viaje no tiene favoritismos y aún nos queda un largo viaje...
Todos pusieron una mueca de espanto en sus ojos, todos menos Meredith, no se lo permitía. No se permitía volver a espantarse, y menos ante la muerte. Había estado delante suya de tantas formas diferentes que ya la consideraba su amiga.
Su única y verdadera amiga, la que nunca le fallará cuando llegue el momento.
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Historias de un viaje cualquiera
FanfictionUn vagón de tren, diez personas, varias historias y suficiente tiempo como para escucharlas todas. ¿Te atreves a descubrir el verdadero interior de estas personas a las que la vida las ha tratado a cada una de una forma diferente?