Prólogo

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Para mi tía Vanesa, no habrá suficientes páginas para escribir el amor y la admiración que siento por ella.

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La niña de trenzas dejó caer su delgado cuerpo sobre la silla junto al horno. Tenía la cara manchada de harina, como su abuelo, que esperaba la pizza que habían pedido los clientes.
-Nono tengo hambre. - le dijo a su abuelo que acababa de perfeccionar el queso derretido sobre la masa de la siguiente pizza. El hombre le sonrió y le tendió un trozo de pizza humeante. -No se lo digas a la Nona. - le guiñó un ojo. -Cuidado, quema mucho, hija. -
Bianca sonrió con la deliciosa masa en la boca. -Gracias, Nono. -
La Toscana era un lugar maravilloso, estaba lleno de turistas buscando unas merecidas vacaciones después de tanto tiempo trabajando.
La familia Di Petra poseía un lujoso restaurante del que todo el mundo hablaba, que estaba junto al instituto de Cazadores de Sombras mas grande del lugar.
Aquél día los padres de Bianca Di Petra estaban en una misión muy importante y la habían dejado con sus abuelos. Eran leyendas Nephilim, a los que no les faltaba mucho de vida ya que los cazadores de sombras no llegan a muy viejos.
La pequeña de nariz respingona y mejillas surcadas de constelaciones de pecas salió de la cocina para adentrarse al comedor, donde familias enteras comían mientras parloteaban. Se giró y entonces los vio, dos hombres con sombrero negro y traje. -Nona... - comenzó a decir dándose la vuelta con el bello erizado.

Entonces el caos estalló.

Bianca corrió entre la gente que gritaba y intentaba escapar de los demonios mayores que se habían colado en el restaurante. Aquello no podía estar pasando. Sus padres debían estar encargándose de aquellos mafiosos demoniacos. -¿Nona? - era mas un sollozo que un tono de voz normal. Entro a la despensa tras oír un ruido desgarrador y delante de ella estaba la cabeza decapitada de su abuela, con una mueca de horror y el cuerpo era sostenido por un demonio rapiñador.
La niña sollozó, cogió una pala de metal que su abuelo usaba para sacar las pizzas del horno, apuntó a la criatura y corrió hacia ella con la pala a lo alto. El demonio dejo ir lo que le pareció una risotada y de una patada lanzó a la niña fuera de la estancia.

Se dio de cabeza en el muro de ladrillos de adorno y la vista se le nubló había sangre por todas partes.
-Nono...- alzó su manita y se secó las lágrimas a la vez que se incorporaba y cojeaba débilmente. Oliendo su propia sangre, y la de todos los muertos del restaurante.

Gateó por las baldosas de color salmón lentamente notando una presencia. Su respiración cada vez era más entrecortada y un hilo de sangre iba desde su nuca hasta su rostro. Alzo la mirada y sus ojos conectaron con los suyos, la intensidad fue tal que se sintió como el león y el cordero. Él era el león, alto delgado y fibrado. Su larga melena castaña ondulada caía sobre sus hombros, con mechas más claras en los extremos. Sus ojos color lavanda pálido eran tan aterradores como atrayentes y su sonrisa de un blanco perfecto creaba una armonía extraña.
Bianca gritó abalanzándose sobre él con un ladrillo que había conseguido coger con sus manos ensangrentadas a causa de las unas rotas. Él lanzó el ladrillo lejos y la inmovilizó.
-Cierra el pico. - susurró el demonio en su oído, cuando otro se dirigía en su dirección.
-Ocupate de la nieta, te esperamos fuera. - era el mismo que había matado a su abuela así que se quedó con la cara.
Cuando se fue, él se giró hacia ella y recibió un escupitajo de su parte.
-Maldita mocosa. - gruñó tirándola al suelo, acto seguido volvió a cogerla y la metió dentro del horno que estaba templado.
-No seas idiota y no salgas, ¿entendido? - dijo el demonio, Bianca le miró con los ojos muy abiertos y empezó a sollozar en silencio, mientras el desaparecía y juró que si no podía protegerla nadie lo haría ella misma. Se haría fuerte y daría caza a esos demonios.

Seria digna de ser llamada Cazadora de Sombras.

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~Janamellow

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