Capitulo 12

1 0 0
                                    

Capítulo XII

La Casa de San Pedro

Aun no amanecía y mientras pensaba en lo que debía hacer noté que en el cielo no habían estrellas, fue cuando vino a mi mente la incertidumbre de  saber cuanto llevaba escapando, ya que desde que me enfrente a esos tres hombres el tiempo había perdido  sentido, no sabia cual era la realidad y cual la visión solo podía aferrarme a los brazos de Gael y a la convicción de no fallar; no sabía de mi familia y me preguntaba por mi madre, si estaba preocupada o quizá dentro de ella sentía alivio porque ya no estaba; aunque esos pensamientos pasaban por mi mente sabía que me engañaba a mí misma, ya que sabía que mi madre me amaba como nadie, sabía que en este momento debo estar siendo buscada por todos los hospitales y comisarias del estado, me imaginaba lo peor, podía ver el cuerpo sin vida de mi madre asesinada por alguna criatura del infierno al saber que yo era su hija, esas imágenes me torturaban y solo podía cerrar los ojos y aferrarme al ángel, como si acercarme a él borraba la sensación de miedo, alcé la mirada hacia Gael y este tenía el rostro fijamente hacia una dirección, casi sin parpadear, no podía ver hacia donde nos dirigíamos solo veía oscuridad.

La brisa que salía de sus alas mientras las agitaba hacía que el frío golpeara más fuerte en mis pies; esa sensación era desagradable, ya que sentía que se me dormían y tenía que estar constantemente moviéndolos para sentir que estaban bien.

Muchas cosas me pasaban por mi mente estaba tan preocupada que hasta me acorde del padre Pedro, aquel hombre de aquella iglesia que termino destrozada y el inconsciente después de ser poseído por un ángel centinela, también pasaba por mi mente los destrozos de la ciudad por completo, la gente corriendo los ángeles guardianes protegiendo a las personas, todo lo que le había causado a Gael por mi terquedad e inmadurez, cada una de esas cosa deambulaban por mi mente dando vueltas sin parar y las podía sentir como navajas pasando por mi garganta, como si se me cortara la respiración, mi única salida para no pensar era mirar a Gael y tratar de hacer que este me mirara y que con su sonrisa me indicara que todo estará bien, pero luego de varios segundos de observarlo me miro y dijo:

—Helena, hemos llegado.

Comenzamos a descender y poco a poco podía ver unas pequeñas luces y me imaginé que eran los enormes faroles del lugar, hasta que me di cuenta de que estos se apagaban y prendían muchas veces; parecían más que faroles el producto de explosiones que se repetían una y otra vez. Traté de agudizar más la mirada, pero ya no podía; el espesor de las nubes no me dejaba ver más allá y volví a mirar a Gael para indicarle que debe bajar más rápido. Este me miró con cara de preocupación y algo me decía que él sabía que estaba pasando.

— ¿Estás lista? —preguntó Gael, mirándome fijamente.

— ¡Sí! —respondí de inmediato, también devolviéndole la mirada. Pase lo que pase, nunca me abandones. —Continué y vi que el ángel, con unas sonrisas, dijo:

—Helena, yo siempre estaré aquí —y levantando su mano apunté hacia mi lado izquierdo del pecho, hacia mi corazón. Por un momento pensé que lloraría, pero simplemente aparté la mirada y vi que él hizo lo mismo. Me aferré más a su pecho y descendimos a toda velocidad.

Vi como las nubes se apartaban rápidamente y las luces se reflejaban más intensas dejando ver lo que mas temía, eran explosiones pero no de bombas si no de criaturas gigantescas golpeando lo que parecía un escudo invisible y cada vez que lo golpeaban salían luces chispeantes como de fuegos artificiales, luego de ver aquello para mi sorpresa pude escuchar cantos grandiosos y hermosos cantos con una afinación perfecta, con la voces más hermosas y melodiosas que pude haber escuchado en mi vida y recordé el sueño donde podía ver a los ángeles cantar hermosas historias de amor, historias tristes que terminaban en felicidad o historias de guerras que terminaba en paz, no podía creerlo y miraba a Gael pero este no se fijaba en mí, solo iba rápidamente hacia una dirección y después de bajar varios metros vi que las nubes se apartaron por completo dejándome ver la escena en su totalidad, no podía creerlo era la escena más terrorífica que había visto en mi vida, miles y miles de figuras negras, enormes lobos gigantescos atacaban las puertas de lo que parecía un castillo, mientras que también un nutrido número de ángeles luchaban con todo, por todos los alrededores volando con rapidez persiguiendo a las criaturas. Mientras  bajábamos, podía ver que los que contenían a las figuras y los lobos eran las melodías de muchos ángeles que se formaron en la entrada del lugar. Parecía la más grande coral del mundo; era tan fuerte que podía ver destellos azules que se formaban cada vez que alguna figura chocaba contra el escudo para tratar de pasar. Miré hacia todos lados y me di cuenta de que no se habían percatado de nuestra presencia; todo era un caos.

La espada de Gabriel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora