3. Juegos y Victoria's Secret

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A la mañana siguiente, el cuerpo desnudo de Robin y una alarma irritante me dieron los buenos días.

–Buenos días – susurró el francés en mi oído –. ¿Preparada para el viaje de tu vida? – preguntó con voz ronca.

Esbocé una gran sonrisa y me senté en la cama, tapándome con las sábanas. Iba a ir a Egipto. Mi sueño estaba a unas horas de avión. Y mi mayor pecado y prohibición, llenándome la cara a besos.

–¿Cómo vamos a hacer esto? – pregunté, para después besar al chico lentamente.

Tendríamos que hacer como si nada, porque la furia de Nando Freser era terrible. Yo al menos podría lidiar con ella, pero sabía con certeza que Robin no. Y más habiendo hecho lo que habíamos hecho. Tocar a la hija del manager, de quien le había tratado como un padre era algo impensable. Por lo que tenía clarísimo que mi padre nunca le perdonaría.

–Si tu padre se entera nos mata, así que tendremos que jugar a que no nos besamos ni tocamos.

–¿Y si alguien pierde? – pregunté dulcemente. Me levanté de la cama para buscar la ropa que quería ponerme.

–Podemos discutirlo durante la noche.

Asentí, mientras me vestía rápidamente. Prefería invertir más tiempo en maquillarme y peinarme para no parecer muerta. Apenas dormí tres horas por culpa de un francés calenturiento en altas horas de la mañana. Por lo que, quería parecer que había dormido y descansado para cumplir mi sueño.

Me vestí con un top marrón sin tirantes y muy ceñido al cuerpo. Lo acompañé con unos pantalones de lino blancos – que sabía que iban a acabar llenos de arena – y unas alpargatas color crema con un ligero tacón. Ni con ese tacón llegaba a la altura de Robin.

–Voy a hacer la cama para que no vean bueno, eso – comentó, acercándose al tocador donde ya tenía todo preparado para maquillarme –. Estás preciosa, que lo sepas.

Besó mi mejilla y esbocé una sonrisa.

–¿Dónde estaba este Robin? – pregunté, cogiendo la base de maquillaje y la brocha para extenderla.

Picaron a la puerta, haciendo que el francés se fuese a la otra punta de la habitación. Abrieron la puerta y Catia hizo presencia en mi cuarto.

–¿Estáis nerviosos? – preguntó con una gran sonrisa –. Bueno, Maya ya sé que si, ¿tu Robin?

El mencionado asintió y le dedicó una sonrisa sin mostrar los dientes.

–Nando me ha pedido que bajes a ayudarle con el equipaje que queda cielo.

De nuevo, Robin asintió y se marchó sin rechistar. Cumplía todas las ordenes de mi padre...excepto una. Pero ese incumplimiento aún no era conocido por él.

–Cielo, tenemos que hablar de una cosa.

El tono que usó Catia me preocupó. Porque hablábamos de todo siempre, nunca había secretos. Así que aquellas palabras más el tono empleado fueron una señal de alerta.

–No pongas esa cara de preocupación. Está todo bien. Ay, y Ónix también, le han recetado un medicamento especial y se quedará con la abuela Griselda estos días – esbocé una sonrisa, menos mal, pensé.

Ónix era demasiado adorable y demasiado curioso. Más de una vez había comido cosas raras que provocaron intoxicaciones leves en él.

Seguí maquillándome – no mucho, solo un poco para disimular el cansancio – mientras Catia hablaba sobre el estado el perro.

–Bueno, a lo que venía. Tu padre no se ha dado cuenta por todo el drama con Ónix, pero yo sí. Porque soy como tu madre.

Es mi madre, la corregí mentalmente.

DREAM TEAM SERIES | FutbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora