GUTS - L.N

six, warmth

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GUTS

006—warmth

El paddock estaba en su apogeo esa tarde. La tensión previa al Gran Premio se sentía en el aire, pero en la habitación de Charles, el ambiente era completamente diferente. Mientras el rugido de los motores y las voces de los ingenieros resonaban a lo lejos, un rincón tranquilo había cobrado vida.
Charles abrió la puerta de su habitación con cuidado, esperando encontrar la tranquilidad de siempre. En cambio, la escena lo detuvo en seco. Allí estaba Olivia, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, su cuaderno de canciones abierto frente a ella. Sus dedos sostenían un bolígrafo que giraba distraídamente mientras escribía con una intensidad que parecía absorber todo a su alrededor. Arthur estaba detrás de ella, apoyado contra la cabecera de la cama, con un brazo lanzado despreocupadamente sobre los hombros de su hermana. Con la otra mano sostenía su teléfono, desplazándose por la pantalla con una sonrisa tranquila.
El atardecer bañaba la habitación con tonos cálidos, haciendo que todo pareciera sacado de una pintura. Charles dejó escapar una risa suave, apoyándose contra el marco de la puerta antes de hablar.
—¿Interrumpo algo?
Arthur levantó la mirada primero, con su expresión habitual de ligera burla.
—Solo un momento de genio creativo. Nada fuera de lo normal.
Olivia ni siquiera se movió. Estaba completamente sumergida en su escritura, mordisqueando el extremo de su bolígrafo mientras sus ojos escaneaban rápidamente la página.
—Parece que está seria —comentó Charles, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.
—Escribiendo una obra maestra, supongo —respondió Arthur, dejando su teléfono a un lado. —Creo que tenemos una estrella en ascenso aquí.
—¿Una obra maestra, eh? —Charles arqueó una ceja, acercándose al escritorio para dejar su casco. —¿Qué estás escribiendo, mon ange?
El apodo cariñoso captó la atención de Olivia. Levantó la vista con una ligera sonrisa, su cabello cayendo en mechones desordenados sobre su rostro.
—Es solo una idea para una canción. Algo que se me ocurrió después de la prueba de sonido.
Arthur, siempre el animador, señaló el cuaderno con entusiasmo.
—No es solo una idea, Charles. La escuché cantarla antes. Es... ¿cómo decirlo? Una de esas canciones que te dejan pensando.
Charles ladeó la cabeza, claramente interesado. Para él, Olivia siempre sería la niña pequeña que se escondía detrás de su guitarra en el salón de su casa en Mónaco, tocando tímidamente para sus hermanos. Verla ahora, en su mundo propio, lo llenaba de un orgullo que no podía expresar con palabras.
—¿Puedo escucharla? —preguntó, suavizando su tono.
Olivia dudó, jugando con el bolígrafo entre sus dedos. La presión de las expectativas siempre había sido su peor enemiga, pero con sus hermanos allí, el ambiente se sentía seguro. Finalmente, suspiró y tomó la guitarra que descansaba junto a la cama.
Arthur se enderezó, cruzando las piernas en el colchón, mientras Charles se sentaba en el suelo frente a Olivia, con los brazos cruzados sobre las rodillas.
—De acuerdo, pero no se rían si cometo algún error —advirtió Olivia, ajustando la guitarra en su regazo.
—¿Nosotros? —dijo Arthur, fingiendo indignación. —Nunca.
Olivia rodó los ojos, pero su sonrisa traicionaba la tranquilidad que sentía al estar con ellos. Tocó los primeros acordes con suavidad, y la habitación se llenó con una melodía íntima, cálida. Su voz, suave al principio, fue ganando fuerza a medida que avanzaba, sus palabras cargadas de emociones que no necesitaban explicación.
Charles y Arthur la miraban en silencio, absortos. Cada nota parecía resonar con algo dentro de ellos, como si la canción estuviera diseñada para capturar sus propias emociones. Cuando Olivia terminó, dejó que las últimas notas se desvanecieran en el aire antes de levantar la mirada.
—¿Y bien? —preguntó, su tono nervioso pero esperanzado.
Arthur fue el primero en romper el silencio.
—Es hermosa, Liv. Realmente hermosa.
Charles asintió, inclinándose hacia adelante para tomarle las manos.
—Mon ange, tienes algo especial. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario.
Olivia sintió el calor subir a sus mejillas mientras sonreía tímidamente.
—Gracias, chicos. Eso significa mucho viniendo de ustedes.
Charles le acarició el cabello, como hacía cuando eran pequeños, antes de besarle la frente.
—Siempre estaré aquí para ti, Liv. Eres nuestra princesa, ¿recuerdas?
Arthur, incapaz de quedarse atrás, la abrazó desde el otro lado, apretándola contra él.
—Nuestra princesa con un don para la música —dijo, lanzándole una sonrisa burlona a Charles. —Aunque claramente yo soy su fan número uno.
—Claro que no —replicó Charles, fingiendo indignación. —Siempre he sido el primero en apoyarla.
—Eso no es cierto. Yo la ayudé con sus primeras canciones.
—Y yo fui quien la llevó a su primera audición.
—¡Chicos! —interrumpió Olivia, riendo entre los dos. —Ambos son mis fans número uno, ¿de acuerdo?
El trío estalló en risas, y el peso del día desapareció momentáneamente. El mundo exterior, con sus presiones y expectativas, parecía lejano mientras los tres compartían ese momento.
Olivia se dejó caer entre ellos, apoyando la cabeza en el hombro de Charles mientras Arthur jugaba con su cabello.
—Es extraño estar aquí con ustedes —murmuró Olivia, mirando las luces que comenzaban a brillar afuera. —Pero al mismo tiempo, es exactamente lo que necesito.
—Siempre tendrás un lugar con nosotros, Liv —dijo Charles, apretándola contra él.
—Sí, incluso si te vuelves tan famosa que olvidas nuestros nombres —añadió Arthur, bromeando, aunque su voz cargaba un toque de sinceridad.
Olivia sonrió, sintiendo una calidez que no podía describir con palabras.
—Nunca los olvidaré. Ustedes son mi hogar.
Y mientras la noche se cerraba sobre el paddock, los tres hermanos permanecieron juntos, envueltos en una burbuja de amor y complicidad que ningún ruido de motores ni el brillo de los focos podía romper