Kim Dan sentía que la felicidad que lo envolvía en ese momento era casi irreal. Ser pareja de Joo Jaekyung, el líder de la Manada Black, era un privilegio que jamás se habría atrevido a imaginar.
Jaekyung no solo le ofrecía amor, sino una seguridad que lo hacía sentir que por fin había encontrado su hogar. Era atento, como cuando insistía en acompañarlo a casa incluso en las noches más agitadas; cariñoso, con sus abrazos firmes que parecían borrar cualquier preocupación; y detallista, siempre encontrando la manera de sorprenderlo, incluso en las pequeñas cosas.
A su lado, Kim Dan sentía que cada día era un regalo. Ese amor que había llegado de forma inesperada le daba la fuerza para creer que, tal vez, él también merecía ser feliz.
El omega caminaba con pasos ligeros por la silenciosa calle que lo llevaba al restaurante de Celine. El aire fresco acariciaba su rostro, y una leve sonrisa asomaba en sus labios mientras pensaba en Jaekyung. Era como si la simple idea de él iluminara su día.
Se detuvo un momento junto a una pequeña tienda cerrada, ajustando la bufanda que Jaekyung le había regalado. Era de un rojo intenso, el color favorito de su pareja.
— Siempre me cuida tanto —murmuró para sí, con un suspiro cargado de ternura.
Llegó al restaurante, donde Celine lo esperaba en la puerta. Era una mujer alta y hermosa, con un aura serena y una sonrisa amable que siempre lograba ponerlo a gusto.
— ¡Dan! Justo a tiempo. Pasa, vamos a la oficina —dijo Celine, haciéndole un gesto con la mano.
Dan asintió, inclinándose ligeramente en señal de respeto antes de seguirla.
Ya en la oficina, ambos se sentaron frente a frente en una pequeña mesa de madera. Celine revisaba una libreta con horarios mientras Dan jugaba con los bordes de su bufanda, un poco nervioso.
— Entonces, ¿te parece bien cubrir los turnos de la mañana esta semana? —preguntó Celine, levantando la vista para encontrar la de él.
—Sí, claro. No hay problema —respondió Dan, con una sonrisa tímida.
Celine lo observó con detenimiento, inclinando ligeramente la cabeza.
— Te ves diferente, Dan. Más feliz. ¿Jaekyung ha sido bueno contigo? —preguntó con una pizca de curiosidad.
Dan se ruborizó al instante, apartando la mirada.
— Ah... sí, es por él. Jaekyung... me hace muy feliz —admitió, jugando nerviosamente con sus dedos.
Celine sonrió ampliamente.
— Eso se nota. Me alegra mucho por ti. Te lo mereces —dijo, colocando una mano cálida sobre la suya.
Dan se despidió poco después, asegurándole que estaría puntual para su turno. Salió del restaurante sintiéndose ligero, como si la felicidad que llevaba dentro lo impulsara.
Dan avanzaba por el sendero de regreso. El aire frío de la noche hacía crujir las hojas secas bajo sus pies, mientras su mente divagaba entre recuerdos. A lo lejos, distinguió la silueta de un hombre de espaldas. Instintivamente, su paso se volvió más lento. Una punzada de inquietud recorrió su pecho.
"¿Por qué alguien estaría aquí a esta hora?", pensó.
Tan ensimismado estaba, que no se percató de que el hombre había dejado de caminar. De pronto, la distancia entre ambos se redujo de forma inesperada.
Dan frunció el ceño al ver que el hombre no era tan imponente como había imaginado. Era un anciano, encorvado bajo el peso de una caja que parecía inestable en sus manos. Los dedos temblorosos del hombre apenas lograban mantener el equilibrio del paquete.
Dan vaciló un segundo antes de acercarse.
─ ¿Necesita ayuda? ─preguntó, tratando de sonar confiado, aunque aún sentía cierta inquietud.
El anciano levantó la cabeza lentamente, mostrando un rostro surcado de arrugas y una expresión cansada.
─ Sí, muchacho. Esta caja... ─susurró, con una voz quebrada─. Alguien me la dio, pero... es algo pesada... y mis manos ya no son lo que eran.
Dan extendió los brazos para sujetar el paquete. Lo recibió con cuidado, pero frunció el ceño al notar que no pesaba nada.
─ Señor, esto está vacío.
El anciano alzó la vista hacia Dan, y sus ojos brillaron con un destello extraño. Una amplia sonrisa se formó en su rostro, pero había algo inquietante en ella, algo que hizo que Dan sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.
─ ¿Qué...? ─empezó a preguntar Dan, retrocediendo un paso.
Antes de que pudiera reaccionar del todo, el anciano sacó una pequeña botella de cristal de su bolsillo y, con movimientos rápidos, roció un líquido frío directamente sobre él.
Dan jadeó, tambaleándose hacia atrás mientras el olor acre del líquido invadía sus sentidos.
─ ¡¿Qué demonios hace?! ─exclamó, limpiándose el rostro con la manga de su chaqueta.
El anciano soltó una carcajada estridente, que resonó en el silencio de la noche.
─ ¡A ver si ahora aprendes a mantenerte en tu lugar! ─dijo con una voz que había perdido toda la fragilidad anterior─ No te metas con el líder de la Manada. Omega ─dijo esto ultimo con los dientes apretados.
Dan quedó paralizado, mientras el anciano se alejaba con pasos ligeros. La caja vacía quedó en el suelo, rodando lentamente hasta detenerse junto a los pies de Dan.
Se quedó allí, inmóvil, intentando entender lo que acababa de suceder, mientras un frío inexplicable comenzaba a invadirle por dentro.
Dan retrocedió tambaleándose, limpiándose el líquido de la cara con las manos temblorosas. El aroma que desprendía era extraño, dulce y embriagador, como una mezcla de miel y flores marchitas. En un principio, lo único que notó fue el mareo que lo obligó a caer sentado sobre el suelo húmedo.
─ ¿Qué... qué me hizo ese señor? ─susurró, respirando entrecortado mientras miraba sus manos, que ahora también olían a ese perfume extraño.
Alzó la vista hacia el cielo, buscando algo de claridad. El aire a su alrededor parecía haberse vuelto más denso. Giró la cabeza, buscando una salida, y entonces lo vio, dos siluetas humanas al borde del sendero, apenas visibles bajo la luz de la luna. No se movían, pero parecían observarlo.
─ No puede ser... ─murmuró, poniéndose de pie torpemente.
El miedo lo golpeó con fuerza. Su respiración se volvió más rápida, y un nudo de pánico se instaló en su pecho.
─ ¡No, no! ─jadeó, mirando a las figuras─ ¡Esto no puede estar pasando!
Sin pensarlo dos veces, Dan comenzó a correr. Sus pasos resonaron con fuerza contra el suelo mientras se internaba más y más en el sendero. Pero el aroma dulce lo seguía, como si estuviera impregnado en su piel, y las siluetas no tardaron en perseguirlo. Sentía un jadeo sonar frenéticamente tras él, un sonido que se mezclaba con lo que ahora reconoció como pasos, pesados y rítmicos, que se acercaban desde donde estaban las siluetas.
El miedo lo hizo tropezar con raíces y ramas bajas, pero se obligó a seguir adelante. Lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras el cansancio y el pánico lo consumían.
─ ¡Déjenme en paz! ─gritó entre sollozos, agachándose rápidamente para recoger piedras grandes y lanzarlos, como si pudiera espantarlos con el gesto.
El jadeo de uno de los tipos lo hizo girar la cabeza, justo a tiempo para ver cómo se lanzaba hacia él. Sintió un golpe agudo en la cabeza, seguido por un movimiento violento cerca de sus oídos. Otro agarre se posó sobre su brazo derecho, clavando sus garras con fuerza en su piel.
─ ¡No! ─gritó, agitando los brazos con desesperación─ ¡Déjenme!
En un impulso, sacudió con fuerza los brazos, logrando que uno de las manos se despegara. El dolor y el miedo se mezclaban, haciéndole difícil pensar con claridad. Al mirar hacia adelante, notó un desvío en el camino. Sin dudarlo, giró hacia el bosque, donde los árboles eran más densos y las sombras más profundas.
El frío de la noche se intensificó al adentrarse en la arboleda, y las ramas bajas arañaban su rostro y sus brazos mientras avanzaba a toda velocidad. Los tipos lo seguían de cerca, pero los árboles parecían confundirlos.
Dan corrió hasta que el sonido de los pasos detrás de él comenzó a desvanecerse y los tipos, al no poder maniobrar entre las ramas, se alejaron maldiciendo con frustración. Finalmente, se dejó caer al suelo, respirando con dificultad. Sus músculos temblaban, y el dulce aroma todavía impregnaba su ropa.
Apoyó la espalda contra el tronco de un árbol, tratando de calmarse mientras el miedo seguía latiendo en su pecho. Su mente era un caos de preguntas y sensaciones extrañas. ¿Qué significaba todo esto? ¿Quién era ese anciano, y por qué lo había atacado?
El bosque estaba en completo silencio ahora, salvo por el sonido de su respiración. Pero Dan sabía que no estaba a salvo. No todavía.
Después de descansar para recuperar el aliento, Dan continuó corriendo sin rumbo, sus pies golpeando el suelo irregular del bosque. Los árboles, altos y oscuros, se alzaban como sombras amenazantes a su alrededor. Finalmente, su cuerpo no pudo más, y se detuvo. Jadeando, se dejó caer de rodillas sobre el frío suelo cubierto de hojas.
Lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras abrazaba sus piernas con fuerza, temblando.
─ ¿Qué hago ahora? ─susurró entre sollozos, su voz apenas audible.
El aire parecía volverse más pesado, y el bosque, que antes solo era un laberinto de ramas y sombras, ahora parecía un lugar lleno de peligros. Entonces, escuchó un ruido: pasos rápidos acercándose, acompañados por un susurro casi inaudible.
El pánico volvió a invadirlo. Con rapidez, se levantó y se escondió detrás de un grueso tronco, asomándose apenas para ver quién o qué se acercaba. Su corazón latía con fuerza, como si fuera a estallar.
Dos figuras emergieron de entre los árboles, portando uniformes oscuros y pasos firmes. Dan los reconoció de inmediato.
"Los guardianes", pensó con un destello de alivio mezclado con temor.
Salió de su escondite, con las manos levantadas en señal de que no representaba una amenaza.
─ ¡Ayuda! ─exclamó, su voz quebrada por el llanto.
Los dos hombres se detuvieron en seco al verlo. Uno de ellos, Hwang Yoon-gu, el guardián perro que solía ver en la entrada de La Casa Central Alfa, dio un paso al frente. A su lado estaba Oh Dae-hyun, el guardián coyote, quien parecía igual de sorprendido.
─ ¿Kim Dan? ─exclamó Hwang, frunciendo el ceño─ ¿Qué haces aquí?
Oh Dae-hyun lo observó con incredulidad, cruzándose de brazos mientras analizaba la situación.
─ Es el omega del Alfa Joo ─murmuró─ ¿Qué hace más allá del límite?
Hwang se acercó a Dan con rapidez, inspeccionándolo con la mirada.
─ ¿Estás herido? ─preguntó con voz firme, sus ojos buscando señales de daño. Al ver que Dan parecía físicamente ileso, su tono cambió a uno más severo─ ¿Acaso no sabes que es peligroso entrar al bosque a esta hora?
Cuando Hwang estaba a punto de continuar su regaño, su expresión cambió de golpe. Frunció el ceño y retrocedió un paso, como si algo lo hubiese golpeado.
─ ¡Estás en celo! ─exclamó, mirando a Dan con alarma.
Dan negó con vehemencia, las lágrimas brotando nuevamente de sus ojos.
─ ¡No lo estoy! ─gritó entre sollozos─ Un anciano me roció con un líquido extraño, y después dos personas comenzaron a perseguirme. No sé qué hace este olor, pero no es lo que piensas.
Oh Dae-hyun levantó la mano, llevándose dos dedos al oído.
─ Equipo, necesitamos refuerzos en el sector sur del bosque. Manténganse alerta ─dijo con tono grave antes de volver su atención a Dan.
─ Sea lo que sea, debemos sacarte de aquí de inmediato ─dijo Dae-hyun, su mirada seria pero comprensiva─ Papa, llévalo a la Central. Yo inspeccionaré el área y coordinaré con el equipo.
Hwang asintió, aunque su mirada seguía fija en Dan, aún desconcertado por el aroma que lo rodeaba.
─ ¿Dónde ocurrió el ataque? ─preguntó Dae-hyun, inclinándose un poco hacia Dan.
El omega respondió con voz temblorosa, su mirada clavada en el suelo:
─ En el sendero sur del bosque... donde el camino se divide en dos.
─ Entendido ─asintió Dae-hyun, enderezándose─. Papa, llévatelo ahora.
─ Está bien ─respondió Hwang, suavizando un poco su tono mientras extendía una mano hacia Dan─ Acompáñame.
Dan lo miró con ojos llenos de lágrimas, pero asintió lentamente. Se aferró al brazo de Hwang, sintiendo que sus piernas apenas podían sostenerlo. Mientras se alejaban, los pasos de Dae-hyun resonaban detrás de ellos, perdiéndose en la oscuridad del bosque.

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La Liberación del Instinto [Jinx/Omegaverse]
RomanceDesde el primer momento en que sus miradas se cruzan, ambos sienten una conexión especial. Un día, Jaekyung experimenta un cambio en su interior cerca de Dan y el instinto carnívoro que siempre ha mantenido bajo control se desata. Los personajes le...