Siempre juntos, pero nunca aburridosEl auto avanzaba por las calles desiertas mientras Kiru reía a carcajadas con algún comentario que no alcancé a escuchar. Mi mente estaba atrapada en los detalles del día. La sonrisa de Danilo mientras caminábamos al club, el olor embriagador de su perfume mezclado con el calor de su cuerpo, la manera en que nuestras rodillas se rozaron, aunque fuera por accidente. Todo en él tenía la capacidad de capturar mi atención, como si el mundo dejara de girar cuando estaba cerca.
Pero incluso allí, entre bromas y risas, no podía quitarme de encima la sensación de inquietud que siempre me acompañaba cuando salía de casa. Era como si las sombras me siguieran, esas figuras fantasmales que nunca dejaban de rondar mi hogar, la escuela, la cancha. Aunque ahora estaban ausentes, era imposible ignorar el peso que dejaban en mi pecho, recordándome que la tranquilidad era solo un espejismo.
Kiru nos dejó cerca de una esquina abarrotada de chicos que esperaban su turno en el club. Mientras los demás se emocionaban por la prueba, yo me quedé a un lado, observando cómo se cambiaban de ropa y preparaban sus botines. El sonido de los tacos golpeando el concreto reverberaba en mi mente, haciéndome olvidar por un momento el eco de los ruidos extraños de mi casa.
Danilo se giró hacia mí antes de entrar al campo.
—¿Estás bien, Mari?
—Sí —mentí, sonriendo—. Suerte ahí adentro.Se quedó mirándome por un instante, como si pudiera leer mis pensamientos. Entonces me dedicó una de esas sonrisas que hacían que todo pareciera estar bien, aunque fuera solo por unos segundos.
Me senté junto a Kiru en las gradas mientras los chicos corrían por el campo. Los vi esforzarse, darlo todo, y no pude evitar sentirme orgullosa. Carlitos era rápido, ágil, siempre un paso adelante. Danilo, en cambio, jugaba con una fuerza y determinación que no había visto antes. Parecía como si estuviera desahogándose, como si cada gol, cada pase, fuera una manera de liberar algo que llevaba acumulado dentro.
—Tu amigo es bueno —dijo Kiru, inclinándose hacia mí mientras señalaba a Danilo.
—Sí, lo es —respondí, sin apartar la vista de él.Cuando terminó la prueba y los llamaron para anunciar los nombres, el corazón se me detuvo. Escuché "Carlos Tévez", pero el nombre de Danilo nunca llegó. Vi cómo se levantaba de un salto, con el ceño fruncido, y discutía con el entrenador. Por un momento, temí que su temperamento lo arruinara todo. Pero después de un par de explicaciones, el entrenador admitió su error: Danilo también había pasado a la siguiente etapa.
La sonrisa que apareció en su rostro después de eso fue la más pura que había visto en mucho tiempo. Se giró hacia mí y levantó el pulgar, como si buscara mi aprobación. Yo asentí, tratando de contener una sonrisa que terminó escapándose de todos modos.
Enfrentando las Sombras
El regreso fue más animado. Los chicos no dejaban de bromear, imaginando sus futuros como futbolistas profesionales. Yo me reía con ellos, aunque por dentro sabía que todo eso era un escape temporal de las cosas que realmente importaban.
Cuando llegué a casa, ya era de noche. La puerta rechinó al abrirse, y el aire frío del pasillo me recibió como un viejo conocido. No había señales de mi madre, pero eso no significaba que estuviera sola. Esos sonidos extraños, los susurros y los pasos que parecían venir de ningún lugar en particular, seguían ahí, como siempre.
Subí las escaleras de puntillas, tratando de no hacer ruido. Mi habitación estaba oscura, pero la luz que entraba por la ventana me permitió ver el desorden que había dejado esa mañana. Me dejé caer en la cama, exhausta, pero incapaz de cerrar los ojos.
El reloj marcó las dos de la mañana cuando lo escuché: un golpe seco en la habitación de al lado, seguido de un susurro. Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero no me atreví a moverme. Permanecí inmóvil, con la manta hasta el cuello, esperando que pasara.
Pero esta vez fue diferente. El susurro no se quedó en la habitación de mi madre. Escuché pasos acercándose lentamente por el pasillo.
Quise gritar, pero mi voz no salió. Las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro cuando vi la sombra debajo de la puerta. Era alta, delgada, y se movía con una lentitud que hacía que mi piel se erizara.
Entonces, una voz familiar rompió el silencio.
—Mari, soy yo.Me tomó un momento reconocerla: Danilo. Me levanté de un salto y abrí la puerta. Ahí estaba, parado en el umbral, con una expresión preocupada en el rostro.
—¿Qué haces aquí? —le susurré, intentando no despertar a mi madre.
—No podía dormir. Me quedé pensando en lo que dijiste esta mañana. Sobre los ruidos y los monstruos.Quise decirle que estaba exagerando, que todo estaba bien, pero no pude. Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.
—Mari, creo que deberías venir a vivir conmigo —dijo de repente.
Lo miré, confundida.
—¿Qué estás diciendo?
—Que no tienes por qué quedarte aquí. No tienes que esconderte en el clóset o llorar en silencio. Podemos irnos. Ser piratas, si quieres. Cualquier cosa, pero no esto.Sentí un nudo en el estómago. Parte de mí quería aceptar, salir corriendo y no mirar atrás. Pero otra parte sabía que no era tan simple.
—No puedo. Es mi casa, mi mamá...
Danilo negó con la cabeza.
—Tu casa está embrujada, Mari. No por fantasmas, sino por lo que pasa aquí. Y tú no tienes que cargar con eso sola.Sus palabras resonaron en mi mente mucho después de que se fuera. Me quedé despierta, mirando al techo, preguntándome si realmente era posible escapar de las sombras que me perseguían. ¿Podría ser libre, como él decía? ¿O las sombras me seguirían donde fuera?
Por primera vez en mucho tiempo, comencé a considerar la posibilidad de huir. No porque tuviera miedo, sino porque quería saber cómo sería vivir sin las sombras.
Ni siquiera recuerdo el final de la historia. Espero les agrade el capítulo.
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Veneno-Danilo Sanchez, fanfic.
RomanceEn donde María tiene vivencias de un adolescente en un ámbito dañino. o La historia romántica de dos corazones en la advercidad. -Fanfic. -Danilo Sanchez x OC. -Inició: 26/01/24