Mateo caminaba por el borde del lago, las aguas tranquilas reflejando la luna llena que brillaba intensamente sobre él. Cada paso que daba sobre la hierba mojada parecía resonar en su pecho, pesado por el peso de sus pensamientos. La conversación con Joshua seguía martillando en su mente, y la confrontación con Demian no había hecho más que agregar confusión al caos que ya sentía.
Lo que sucedió con Alexa, las palabras que habían intercambiado, la forma en que su rechazo la había herido… todo parecía haberse desbordado como una ola. No entendía por qué había hecho lo que hizo, ni por qué la sentía tan distante, pero sabía que algo dentro de él se había quebrado. No podía dejar de pensar en ella, incluso cuando sus emociones gritaban que se apartara.
Había una lucha dentro de él, un tira y afloja entre lo que sentía por Alexa y lo que había ocurrido con Scarlet. Ese dolor que había enterrado tanto tiempo, esa culpa que se le clavaba en el corazón, aún lo mantenía cautivo.
Se inclinó hacia atrás, apoyando las manos en el suelo, mirando al cielo estrellado. No sabía si las estrellas tenían respuestas, si la luna podría darle alguna señal, pero sentía que estaba en un cruce de caminos del que no sabía si podría salir ileso.
“Te estoy protegiendo, Alexa. No puedo permitir que me acerque a ti, no puedo permitir que alguien más te haga daño. No sé cómo enfrentar todo esto.” Los pensamientos de Mateo se mezclaban con su propio miedo, el miedo de volver a perder.
El sonido de ramas quebrándose lo sacó de su ensueño. Alzó la mirada y vio a alguien acercarse, una silueta que se delineaba contra la neblina que comenzaba a levantarse. Era Joshua. Aunque su presencia nunca había sido un consuelo total, el hecho de que estuviera allí significaba que no podía seguir huyendo de la conversación que había dejado inconclusa.
– ¿Cómo estás? – preguntó Joshua con su tono habitual, pero algo en su mirada lo delataba. Sabía que Mateo no estaba bien.
Mateo hizo un gesto con la mano, como si le diera a entender que no quería hablar de eso. Pero Joshua lo sabía, lo conocía lo suficiente como para insistir.
– Mateo, sé que esto no es fácil para ti. Sé lo que sientes por Alexa, aunque tú sigas negándolo.
– No lo entiendes, Joshua – Mateo respondió, levantándose de golpe. – No sé si estoy haciendo lo correcto. Todo lo que he hecho con Alexa… No lo entiendo. No sé qué quiero.
Joshua suspiró, acercándose un poco más.
– Lo que sientes no está mal, Mateo. El problema es que estás reprimiendo todo eso, y si sigues haciéndolo, vas a perderla. Te conozco, y sé que no quieres eso. Si algo te ha enseñado todo esto, es que las emociones no siempre siguen reglas lógicas. Hay que ser valiente, enfrentar lo que uno siente.
Las palabras de Joshua resonaron en su mente, como un eco. ¿Ser valiente? ¿Cómo lo haría?
Al mirar hacia el bosque, Mateo pudo ver en la distancia la figura de Alexa. Se encontraba junto a William, sentados bajo un árbol, pero algo en su postura, en su cuerpo encorvado, le decía que ella no estaba bien. Algo en su interior se retorció. Tenía que hacer algo, algo para arreglar las cosas.
– Necesito hablar con ella – dijo de repente, sin saber si se refería más a sí mismo o a Joshua.
– Lo sabía – respondió Joshua, con una leve sonrisa de apoyo. – Ve a donde está ella. No la hagas esperar, Mateo. No lo hagas.
Mateo caminó hacia el bosque, sus pasos decididos, aunque su mente no dejaba de correr. Cada paso que daba hacia Alexa lo hacía sentir que algo dentro de él se rompía y, al mismo tiempo, que todo lo que había sucedido tenía una razón. Se estaba acercando al lugar donde había estado ella antes, y al final la vio, sentada en el suelo con William a su lado.
El viento frío acariciaba su rostro mientras su corazón latía con fuerza. ¿Qué debía decirle? ¿Cómo podría empezar? ¿Podría siquiera reparar lo que había hecho?
Pero algo lo impulsaba hacia adelante. No podía seguir viviendo con la culpa, con la indecisión. No cuando ella estaba allí, esperándolo, y no cuando sabía que era su única oportunidad de hacerlo bien.
– Alexa… – su voz salió baja, pero cargada de todo lo que había estado guardando durante semanas.
Alexa levantó la cabeza al escuchar su nombre, sus ojos verdes encontrándose con los de él. Había algo en su mirada que hizo que el mundo alrededor de Mateo se desvaneciera. Ella estaba herida, lo sabía, pero también había algo de esperanza allí. Algo que no podía dejar ir.
– ¿Qué quieres, Mateo? – preguntó Alexa, su voz temblando, como si estuviera al borde del quiebre.
Mateo dio un paso más cerca, su pecho lleno de un dolor familiar, pero también de una resolución que nunca había tenido antes.
– Quiero arreglar esto. Quiero arreglar lo que hice. Te he herido, y no puedo seguir viviendo con eso. No puedo seguir alejándome de ti, Alexa.
El silencio que se creó entre ellos fue profundo. William, que se encontraba a su lado, observaba con atención, pero sin intervenir. Había algo que solo Alexa podía decidir. Y él lo sabía.
Mateo se agachó frente a ella, mirándola a los ojos, con una sinceridad que nunca había mostrado antes.
– te prometo que voy a intentar enmendar mis errores , Porque no quiero perderte. No quiero perderte otra vez, Alexa.
Alexa lo miró en silencio, y durante unos segundos, el mundo se detuvo. Pero al final, algo se encendió en sus ojos. No una sonrisa, pero sí una chispa de esperanza. Sin embargo, había algo más: una cautela que no había estado allí antes, una distancia que parecía decir mucho más que sus palabras.
– No quiero que me pierdas tampoco – murmuró, su voz quebrada pero llena de emoción.
Pero antes de que Mateo pudiera decir algo más, Alexa se levantó lentamente, apartándose ligeramente de él. Un gesto sutil, pero que no pasó desapercibido. Había algo en su mirada, una incertidumbre que la invadía. No lo miraba con la misma confianza, y eso lo golpeó con fuerza. No estaba segura, y quizás nunca lo estaría.
– Aún no sé qué hacer con todo esto – dijo Alexa, con una suavidad que apenas dejó escuchar, pero que resonó profundamente en Mateo. – Necesito tiempo.
Mateo la observó, un nudo en el estómago apretando su corazón. Sabía que estaba dando el primer paso, pero también sabía que el camino no sería fácil. La incertidumbre flotaba entre ellos como una niebla densa.
– Lo entiendo… – respondió él, con la voz quebrada, pero con la promesa de no rendirse.
Alexa dio un paso atrás, y aunque su expresión mostraba conflicto, también se veía algo de resolución. No dijo más. Solo miró una última vez a Mateo antes de girarse, caminando en dirección opuesta, dejando atrás las palabras no dichas y la pregunta sin respuesta.
Mateo se quedó allí, observando su silueta alejarse en la distancia, el eco de sus propios pensamientos retumbando en su mente.
Fin del Capítulo 40.
Espero les guste queridos lectores♡

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Mi Mate ¿La Omega? [Editando]
RandomAlexa una chica de 17 años ala cual abandonaron en la manada red moon para salvarla y desde que a crecido siempre a sido rechazada por ser supuestamente una "omega"pero ella tiene a su mejor amigo llamado wiliam que siempre a estado con ella apesa...