Un grito en la noche

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Lo que voy a contar me sucedió en el año 2006 cuando me trasladé a Madrid a estudiar Medicina en su universidad. Estaba buscando un piso de alquiler barato por la zona céntrica, y cuando ya lo daba por algo imposible encontré la oferta de alquiler de una habitación, en pleno centro. No tenía pensado alquilar sólo una habitación, y aunque el casero era un cincuentón desagradable el precio era tan bajo que decidí aceptar hasta que encontrara algo mejor.

Me instalé a los dos días y tras pasar una semana en aquel lugar, decidí que me marcharía lo antes posible. Como sospechaba, el casero era una persona detestable, con la que intentaba hablar solo lo imprescindible, y si podía evitar encontrármelo, mejor. Sin embargo, el no era el principal motivo. Había algo en aquella casa que me inquietaba.

Era una extraña sensación que flotaba en el ambiente, y que me ponía los pelos de punta. En mi habitación, la temperatura siempre era más baja que en el resto de la casa, y por las noches me invadía una sensación de frío que me impedía dormir bien.

Todo crujía en aquel viejo caserón, y durante mis noches de insomnio podía escuchar el más mínimo sonido que hicieran los vecinos, el ruido lejano del ascensor, o el goteo de las cañerías. Me levantaba cansado y con ojeras, y apenas si podía estudiar por las mañanas de lo agotado que quedaba.

Una noche me acosté tarde después de haber pasado varias horas estudiando, y como de costumbre, no pude dormir. Me entretuve escuchando el soniquete de un lejano programa de televisión, que algún vecino tenía puesto. En aquel momento creí escuchar una respiración entrecortada, y asustado dejé de respirar de golpe. Esperé un segundo...dos segundos...tres segundos...debía haber sido mi imaginación...y entonces, la escuché de nuevo.

Era muy débil, casi un suspiro, y provenía del hueco de la cama que quedaba a mi izquierda. Me quedé paralizado como una piedra, escuchando aquella respiración entrecortada a menos de diez centímetros de mí. Tenía los ojos cerrados con fuerza, y el corazón latiéndome tan rápido que pensé que iba a darme un infarto. Una ráfaga gélida me recorrió el cuerpo entero, y me puse a temblar de forma incontrolada.

Aquello no podía estar pasándome, no debía ser real y sin embargo estaba ocurriendo. Aunque el pánico me dominaba logré convencerme de que se trataba de una pesadilla causada por el insomnio, y que no había nadie a mi lado. Intenté moverme, pero estaba tan aterrorizando que tuve que hacer un esfuerzo para girar la cabeza poco a poco hacia mi izquierda, y sentí como la corriente gélida me helaba la cara. Aunque el miedo me estaba corroyendo por dentro, conté hasta diez, abrí los ojos de golpe y...

Grité... grité con toda mi alma hasta desgarrarme las cuerdas bocales y hacer que mis alaridos resonaran por todo el bloque. Cuando el casero irrumpió en mi habitación yo aún estaba gritando en estado de shock. No podía quitarme de la cabeza lo que había visto... aquella mujer que me observaba con un gesto de terror indescriptible, y una mirada triste, tan triste...

El casero me hizo callar a guantadas, y logré controlarme un poco. Me extraño mucho que el casero no me pidiera explicaciones por tantos gritos; se limitó a echarme la bronca por armar ruido y se marchó otra vez a su habitación. No estoy muy seguro, pero juraría que lo noté nervioso, quizás demasiado nervioso.

A la mañana siguiente, yo aún seguía impactado por lo ocurrido por la noche, y me encontré al salir de la casa a Dolores, la única vecina del bloque que conocía, que me preguntó que tal me encontraba. Le respondí que bien, y estuvimos hablando un rato acerca del casero. Por lo visto, no le caía bien a nadie del bloque. Tenía fama de ser un maleducado y un violento, y al poco de estar hablando salió el tema de su mujer.

La pobre Carmen, la de palizas que tuvo que aguantar de ese cerdo antes de dejarnos....Comentó Dolores

¿Como murió?.

La encontraron muerta en la habitación en la que duermes tú ahora. Dijeron que se había suicidado, pero a mi no me engañan. Estoy segura de que la mató su marido, y se las apañó para que pareciera un suicidio.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y subí corriendo a la casa a recoger mis cosas. No pensaba pasar allí ni un solo día más. Cuando ya lo tenía todo listo para irme, revolviendo entre los cajones encontré una vieja foto bastante descolorida. Por la parte posterior de la foto, podía leerse en una letra bastante mala:

Viaje de Carmen a Segovia, enero de 1.987

Se me heló la sangre al verla. Era ella, no cabía duda. La mujer que había visto cuando abrí los ojos, frente a mí, con su terrorífico gesto de terror, y su tristeza abrumadora. Guardé la foto en su cajón y huí de aquel lugar corriendo todo lo rápido que pude. Por temor a que me tomaran por loco no le conté lo que me había sucedido a nadie, y nunca más volví a saber de aquel casero, ni de su difunta mujer.

Tras esta experiencia tuve varias crisis de insomnio, no podía dormir y estuve estar en terapia psicológica algunos meses. Ahora que han pasado casi dos años desde que pasó esto ya lo veo como algo lejano, que parece no haber ocurrido nunca. Sin embargo, en algunas noches frías de invierno aún me parece ver en sueños los ojos muertos de aquella mujer, y escuchar su respiración entrecortada al otro lado de la cama...

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