Eras una editora de 60 años a punto de jubilarte, conocida como ser la niñera de varios autores de novela negra, casi una segunda madre para estos, apoyándolos en sus momentos mas oscuros donde sus obras de terror y ficción nacieron, solo te faltaba...
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La particular mujer Bardo estaba de pie en medio de la plaza principal llamando la atención de todos los presentes con su tan singular aspecto vistoso, esbozando una gran sonrisa confiada que reflejaba su satisfacción por el trabajo bien hecho, esperando la recompensa prometida por reina de este reino, sin embargo la Bianca no estaba tan contenta de verla, pero tú ignoraste épicamente su disgusto y hablaste con tono halagador.
-La plaga fue expulsada, mi estimada reina y sabe lo que eso significa ¿Verdad?- Hablaste con tono jovial y orgulloso -Para empezar, quiero mil piezas de oro, porque para las criaturas como yo el papel moneda no tiene valor, solo el oro y piedras preciosas tienen verdadero significado ¡Oh! Y también quiero un puesto formal en su corte, nunca se sabe cuando se necesitara de nuevo de una bardo con talento mágico ¿Cierto? si más le conviene tenerme cerca- Agregaste con una sonrisa muy alegre.
El gentío que se comenzaba a reunir a su alrededor escucho tus demandas, y aunque más de uno se escandalizó por la astronómica cantidad que oro que pedías, la mayoría de la opinión pública estaba de acuerdo en que era una recompensa más que bien merecida, no la familia real no se iría a la ruina por mil piezas de oro menos en la tesorería real, además de esas malditas ratas eran una amenaza muy real no solo por los estragos que causaban, si no también por los dejaba sin comida y les podrían transmitir enfermedades terribles y hasta les vendría bien tener un bardo mágico en la corte si acaso una calamidad igual o peor se diera en el futuro.
Los consejeros y ministros se miraron entre sí, no les hacia nada de gracia soltar tal cantidad oro, jamás se imaginaron que pedirías tanta riqueza como recompensa, les dolía a todos en el bolsillo, no obstante la Reina Bianca quien en un principio poseía una mueca de disgusto a medida que te escuchaba hablar, rápidamente esbozo una sonrisita burlona y con voz confiada te respondió.
-¡Que! ¡¿Mil piezas de oro?! ¡¿Cómo te atreves a pedirle a tu reina mil piezas de oro como premio, cuando es tu obligación ser obediente y fielmente al reino sin pedir nada a cambio?!- Te regaño Bianca con tono condescendiente, como si hubieras pedido una estupidez.
-Querida reina yo no nací en esta reino, por lo tanto usted no es mi soberana y no le debo lealtad, y aunque hubiera nacido aquí no trabajaría de gratis para usted ni para nadie, el patriotismo tiene límites- Respondiste aun manteniendo tu sonrisa, pero tu tono de voz así como tu elocuencia al hablar se están ensombreciendo.
-¡Aun así es una idiotez de tu parte hacerme tal petición! Además ¿Por que te pagaría tanto dinero una vagabunda como tú? ¿Solo por que sabes tocar bien esa vieja guitarra?- Exclamo la peli-blanca aún más altanera y ya comenzando a enojarse.
-Por matar a las ratas... Lo hice con mi música...- Le recordaste secamente con una sonrisa que ya no era complaciente, si no sombría y amenazadora.
-¿Y por algo tan sencillo me cobraras tal disparate? Si era una tarea tan simple los músicos de mi corte lo hubieran hecho sin problema alguno ¿O no señores?- Preguntó la artenara albina a sus consejeros y estos, viendo la oportunidad de no soltar el dinero, le dieron la razón a la reina.