Uno.

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Uno.

-Hey, Wes.- Susurró Venecia.

-¿Venecia? Venecia son las tres de la mañana.- Dijo con voz adormilada.

-Ven, necesito mostrarte algo.- Salió por la ventana  trepó el grueso roble de ramas puntiagudas que se encontraba entre las ventanas de las habitaciones de ambos adolescentes.

Wesley salió de entre sus sábanas y la siguió. Notó la tabla de madera que se encontraba entre su ventana y la de ella. La tabla que siempre usaba.

Venecia se encontraba ya en el tejado de la lujosa casa de Wesley.

-Oye, tú. Tortuga, -Rió ella- Apresúrate.

El subió en medio de un bostezo y se posicionó a su lado.

La luz de la luna hacía que sus despeinadas ondulaciones castañas resalten, y que sus verdes ojos parezcan dos piedras hermosas. Dos esmeraldas.

Ella traía puestos unos jeans viejos, unas botas militares y un suéter bastante grande. Wesley traía el pijama gris.

-¿Qué hacemos aquí, Venecia?

-Wes, nunca me contaste por qué se mudaron exactamente.

Él suspiró.

-Venecia... Tú sabes bien que fue por Nicholas.

-Si, pero no creo que haya sido así.

Wesley inhaló profundamente.

-Fue porque mamá tenía miedo de que me vuelvan a buscar. Si volvía a mi anterior escuela todos se preguntarían por qué demonios tomo pastillas para la estúpida depresión y por qué trato de suicidarme al menos dos veces por mes.

Esa era la parte que a Wesley le gustaba de estar con Venecia. Él podía decirle exactamente lo que estaba pensando.

Estar con Venecia era poder pensar en voz alta.

-Wes...

-¿Qué querías mostrarme?- Él la interrumpió.

-Recuéstate. -Ordenó.- Recuéstate y ve al cielo.

Él obedeció.

Las estrellas en el firmamento se veían maravillosas.

-Una de las ventajas de vivir en Portland es poder ver el cielo sin las estúpidas luces de una ciudad grande.-Dijo Wesley.

-Bendita sea la poca iluminación de Portland.-Espetó Venecia.

-Amén.

Se quedaron unos segundos, minutos, o quizá horas mirando las estrellas.

-Me siento tan miserable viviendo como soy.- Dijo ella.- Pero es como si mirando a la noche y simplemente no-pensando pudiera liberarme de mi realidad. Es como si no fuera tan miserable, o simplemente no recuerde lo tan miserable que soy.-Dijo ella.

-Es maravilloso ese sentimiento de no ser nada ese sentimiento que está en medio de ser-algo-miserable y no-ser-nada. Es... Delicioso.-Respondió él.

Venecia se puso de pie y limpió de sus pantalones el polvo azul del tejado.

-Buenas noches, Wesley.

-Buenas noches, Venecia.- Dijo aún recostado.

N/A:

Primer capítulo de Venecia los capítulos no serán largos, y la historia será en una historia corta pero con diálogos.

Lean y disfruten.

~Chela.


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