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—Vamos, hijo, di papá, Pa-pá

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—Vamos, hijo, di papá, Pa-pá... —dijo Net.

Sentados sobre la alfombra del salón y rodeados de muchos juguetes, él y el bebé compartían un dulce momento. Net había estado fuera durante toda la mañana, así que al regresar a casa automáticamente se sentó a disfrutar de la compañía y la risa de su hijo.

—Pa-pá... dilo —repitió. Tomó al niño y lo sentó sobre su regazo. El bebé lo abrazó con una gran sonrisa. —Ya estás grandecito, hijo; deberías de poder decir algunas palabras.

—Al señorito le ha costado mucho poder hablar. Durante todo este tiempo no ha dicho ni una sola palabra, pero ya puede caminar sin tambalearse y sigue las instrucciones de su madre muy bien. Él es muy inteligente.

—Lo sé, mi hijo no es tonto, solo estoy preocupado. El médico me dijo que todo está bien con él, pero aún así me angustia que algo le esté pasando.

—El señorito es un niño muy sano. Apenas tiene dos años; a algunos niños les cuesta más que a otros, no se preocupe, pronto hablará.

—¡Carmen, ya terminé! ¿El niño lloró? —Nat entró al salón con su pelo húmedo y aún sin cepillar—. ¡Oh, Net! ¿Cuándo llegaste?

—Hace aproximadamente unos minutos, cielo, apenas te habías retirado para darte un baño.

El hombre se levantó del suelo con el bebé en brazos y se acercó a Nat:

—¿No me vas a dar la bienvenida?

—Lo siento, me distraje. Bienvenido a casa. ¿Cómo te fue? —preguntó e intentó tomar al bebé, pero Net no se lo permitió. El hombre se acercó y le dio un casto beso en los labios a Nat.

—Te extrañé mucho —comentó Net mirando a Nat con anhelo y amor—. La mañana estuvo excelente, terminé mis asuntos y regresé rápidamente porque odio estar lejos de mi linda familia. Por cierto, cielo, no debes bañarte con rapidez y regresar con el cabello aún húmedo; podrías enfermar. Carmen puede cuidar del bebé muy bien.

—No me gusta que él llore...

—Sí, lo entiendo, pero estás ocasionando que sea muy apegado a ti. Así no tendrás tiempo para dedicarte a ti mismo. Le pago a Carmen para que se encargue de la casa y el bebé, y así puedas descansar. Intenta pintar de nuevo o bordar; dedícate algo de tiempo también.

—Lo sé, lo sé... —murmuró Nat.

—Tu salud no es la misma desde que diste a luz; estoy preocupado por ti.

—Mi señora, ¿quiere que le traiga un cepillo? —preguntó la sirvienta a Nat.

—Tranquila, Carmen, lo traje conmigo.

El joven le mostró el cepillo que traía en su mano.

—¿Pudo mi señora apretar bien el corset del vestido?

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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