Capítulo 5 "Haciendo amienemigos"

246 9 0
                                    

Capítulo 5 "Haciendo amienemigos"

Siento el agua tibia recorrer cada centímetro de mi magullado cuerpo. Suspiro y dejo correr el champú barato por el desagüe. Siento como las demás presas me miran con desdén y desdicha. Aunque no me preocupaba. Ellas sabrán. Pero para los ignorantes como ellas, mejor mostrarles ignorancia.

Salgo de la ducha bajo decenas de ojos observándome. Pidiéndome a gritos mediante silencios largos que me largase, que hablase sobre lo que había pasado la noche anterior. Ya que, mi rostro estaba más morado que la noche anterior. Mi labio inferior estaba hinchado, mi pómulo derecho morado, mi ceja roja e hinchada. Pero, yo verdaderamente estaba destrozada, herida, muerta en vida. Pero, siempre cabía la posibilidad por muy remota que fuera, que saliera de aquí. Aunque, para mí no hay perdón, ni nada que hacer.

—¿Qué te ha pasado en la cara, Fischer? —Preguntó una de las presas mientras que yo me cubría con mi toalla blanca.

Agaché la cabeza e hice como si nadie me hubiera hablado. A continuación, me dirigí a buscar mi ropa. Pero, encima del banquito de madera del vestuario no había nada. La zorra de Black me la había robado. Salí echa una furia del vestuario vestida únicamente por la toalla blanca hacia mi celda.

—Fischer, ¡te lo comía todo!

—¡Ay, que cuerpecillo que tenia la jodida!

—¿Cuándo nos vemos, Fischer?

Por cada paso que daba un comentario peor que el anterior de parte de las presas escuchaba. Suspiros, silbidos, malas miradas, hasta gestos obscenos: mordidas en el labio inferior, lamer el labio inferior, lenguas en posiciones poco habituales, hasta golpes. Pero, no podía defenderme en pelotas. Soy fuerte, pero tengo un límite.

Subo las escaleras, giro a la izquierda y entro en la celda que es mi hogar desde hace aproximadamente un poco más de un año. Dentro de un par de semanas será un año y medio. Busco en el pequeño armario que tengo mi otra muda del traje naranja penitenciario. Pero, solo encuentro otra muda de ropa interior, los pantalones cortos naranjas y la blusa de tirantes blanca.

—¿Pasa algo, Natascha? —Pregunta despreocupada Lisa entrando a la celda. Doy un respigno, pero me mantengo serena. —¿Qué haces en toalla?

Ladeo mi cuerpo y la miro tranquila manteniendo la ropa en la mano. Sonrío y hago como si nada ocurriese. El rostro de Lisa cambia al ver mi cara, pero, yo sigo sin darle importancia.

—Quería restregar a esas zorras lo que nunca van a poder tener. —Respondo tranquilamente. Manteniendo mis aires fanfarrones.

—¿Una cara destrozada? ¿Una ceja y labios rotos? ¿Eso, Natascha? —Vaciló Lisa ligeramente disgustada y enfadada. —Ya puedes explicarme, cómo cojones te has hecho eso.

—¿Esto? —Señalé mi cara, a continuación encogí los hombros y añadí: —Cuando salí de los vestuarios, me choqué con la puerta de hierro de la celda. Iba dormida. En la cena me tomé un valium para poder dormir por la noche.

Antes de girar mi cuerpo y vestirme vi como Lisa posaba las manos sobre sus caderas. Agarré las bragas y dispuse a ponérmelas mientras decía:

—¡Ah! Y yo me refería a las piernas quilométricas y a los abdominales de modelo.

Lisa calló mientras que yo me vestía con la ropa reglamentaria que poseía. Sentía como con su petrificante mirada oscura demandaba que cantara como un pajarito, pero, nadie se enteraría de lo sucedido con el doctor Collins, ni Anastasia Black. Nadie tendría que estar al corriente de mis humillaciones. Salvo, que tenía un cabo suelto: Kira.

Psicología para principiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora