CAPÍTULO 06

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JURASSIC WORLD
CAPÍTULO 06
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𝟐𝟎𝟏𝟓

Sus pies pedían a gritos un descanso, una tregua; peros su subconsciente le rogaba que no se detuviera, que en cualquier instante podrían volver a encontrarse con el responsable de sus prematuras muertes.

—¿Qué es eso?

La repentina cuestión de Zach logró atraer la atención de Beth. Ante ellos, había una especie de ruinas ocultas entre la maleza.

—Jurassic Park —se limitó a contestar, como si aquello resultase ser lo más obvio del planeta.

Conocía de sobra aquel lugar. Desde que Owen había comenzado a trabajar en el parque, su hermana se había informado a fondo sobre todo lo relacionado con aquella isla, y con el primer intento de abrir Jurassic Park. Un fracaso catastrófico.

Para cuando quiso volver a pronunciarse, los hermanos Mitchell ya habían reanudado la marcha con intención de adentrase en aquel lugar. Beth no estaba del todo de acuerdo con aquella idea; pero prefería morir aplastada por una vieja viga que, devorada por un animal, supuestamente, extinto.

—Esperad —en un rápido esprinte, se posicionó junto a los dos chicos.

Aunque en voz alta lo negaría, cierta parte de ella estaba emocionada por encontrarse allí. A fin de cuentas, aquel había sido el inicio de todo.

—¿Tenéis cerillas?

Elizabeth se carcajeó. La pregunta le resultaba absurda.

—¿Enserio, Zachary? Acabamos de darnos una buena ducha en el lago, por si no lo recuerdas.

La mirada de cabreo de Zach se posó sobre su amiga, pero no se pronunció. En silencio le arrebató a su hermano la cajetilla de cerillas que le ofrecía. Estaban mojadas; pero entre quejas y exclamos de desespero, logró dar con una lo suficientemente seca como para que lograse encenderse.

—Y bien, ¿decías algo, Elizabeth? —con superioridad y prepotencia, sonrió.

Entrecerró los ojos, se cruzo de brazos y lo observó. Odiaba que se saliese con la suya.

—Esto servirá —formuló para él mismo, atrapando un viejo trapo del suelo para poder encender una antorcha. Era la pancarta de bienvenida de Jurassic Park; y a pesar de estar rota, vieja y mohosa, la muchacha la había distinguido.

—¿Vais a seguir discutiendo todo el viaje? —la cuestión de Gray había sido formulada después de que su hermano retomase la marcha y se alejase de ellos.

—Es inevitable, lo sabes.

—Y, ¿cuándo le vas a decir que te gusta?

Sus facciones se tensan. ¿Había dicho lo que creía que había dicho? ¿Tan obvia era respeto a sus sentimientos por el mayor?

—Tendré doce años, pero no soy tonto.

La chica se relajó. Sería un niño y tendría solo doce años, pero hasta un ciego se percataría de la tensión que los rodeaba. Una tensión que poco o nada tenía que ver con el odio.

—Ni una palabra, ¿queda claro? —advirtió.

Gray se llevó la mano a la boca, y tras fingir cerrar una cremallera, sonrió.

—¿Vais a venir o qué?

[...]

Beth jugaba nerviosa con una de las piezas del coche que Zach le había entregado minutos atrás. A su parecer, los hermanos estaban tardando demasiado en arreglar aquel viejo y destartalado coche; y no quería meter prisa, pero los nervios la estaban matando.

—¿Os queda mucho?

—Si dejas de hacer la misma pregunta cada dos minutos sería de agradecer, ¿sabes? —responde entre dientes, sin apartar la mirada del motor del vehículo—. Vale. Gray, prueba a encenderlo.

El pequeño acató las órdenes de su hermano. Se sentó en el asiento del piloto y giró la llave en el contacto. Al principio se resistió, pero al final logró arrancar.

—¡Genial! Ya podemos irnos de aquí.

—¿Y esto? —dudosa, elevó la pieza que sostenía entre sus manos. Nadie respondió su duda.

¿Y si lo que sostenía era el embrague? O peor aún, ¡el freno! Llevados a ese punto, morir por haberse olvidado del freno resultaba patético, dadas las circunstancias en las que se hallaban.

Ignoró esa disparatada idea y lanzó el trozo de metal al suelo. Quería salir cuanto antes de allí; y sin perder el tiempo, se acercó el vehículo. Gray se había adueñado del asiento del copiloto, y Zach se había posicionado al mando del coche. Una vez más, sintió miedo.

—¿Tú no habías suspendido el carnet de conducir? —indagó el más joven.

—Solo el práctico.

—Yo si tengo carnet. Y si sé como no matarnos contra un árbol —declaró la chica—. Déjame conducir.

—Estarás de coña, ¿no?

—¿Me ves cara de bromear? —de forma retadora, se acercó al asiento del piloto. La cercanía volvía a ser excesiva.

Era la segunda vez en un par de horas que volvían a encontrarse en aquella situación. La tensión era palpable. Ambos habían iniciado un duelo de miradas que no querían romper.

—Conduzco yo —susurró Zach, con la voz notablemente más ronca que antes.

Los orbes castaños del chico buscaron los labios de la joven. Deseaba besarla, y desconocía el por qué. Desde que habían llegado a la isla, sus hormonas se habían disparado. Cada vez que Beth se acercaba a él, su cuerpo se tensaba. Quizás, el hecho de que allí no tenía ningún entretenimiento como lo era Sarah, sus verdaderos sentimientos salían a la luz. Aquellos que llevaba años negándose a reconocer.

—¿Qué haces? Mis ojos no están ahí —murmuró entre dientes.

No obtuvo contestación. Al percatarse de las intenciones del mayor, se alejó de él y se subió en los asientos traseros. Se rendía, ¿quería conducir? Que condujese. Si llegasen a morir por haberse caído por un barranco lo mataría.

Zach, por el contrario, no se había rendido. Su mirada se encontraba en el espejo retrovisor, contemplando ensimismado el semblante serio de aquella chica que tanto significaba para él.

—No quiero ser corta rollos, ¿pero nos podemos ir ya? 

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𝑱𝒖𝒓𝒂𝒔𝒔𝒊𝒄 𝑾𝒐𝒓𝒍𝒅 // Zᴀᴄʜ MɪᴛᴄʜᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora