Amor

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Samuel no sabía si estaba siendo cursi, pero no tuvo tiempo de pensarse una vez más su plan ya que el sonido de la puerta principal abriéndose le indicó que ya era hora. Agarró con firmeza el ramo de rosas en sus manos y suspiró para encarar a su novio Guillermo.

—¿Qué haces vestido así?—preguntó el menor sorprendido al ver a Samuel con un elegante traje negro, pero este lo ignoró y llegando hasta donde Guillermo se encontraba, le entregó las rosas y aun en silencio lo tomó de la mano arrastrándolo suavemente hasta la habitación que ambos compartían.

La escena era magnífica, un cuarto a media luz solo iluminado por unas cuantas velas esparcidas por el suelo y la cama llena de pétalos formando un corazón. Por un momento Samuel sintió que Guillermo se iba a burlar de él o no le iba a gustar lo que había hecho, pero cuando se dio cuenta, de un fuerte abrazo el menor lo había tumbado a la cama.

—No sé qué es esto, pero es lo más bonito que he visto—dijo con sinceridad Guillermo, plantándole un tierno beso en los labios a su novio, no sabía lo que pasaba, es más, Samuel no había pronunciado palabra alguna, pero le gustaba lo que veía.

Ese tierno beso que empezó como la más inocente expresión de agradecimiento por el detalle, se fue transformando en uno más profundo, más apasionado y es que el ambiente romántico los envolvió más pronto de lo que desearía Samuel, comenzando ambos a sentir gran calor y unas inmensas ganas de desacomodar ese corazón de pétalos.

El mayor inició repartiendo pequeños besos en el cuello de Guillermo sacándole unos cuantos suspiros, pero después de ver que entre los movimientos que hacían se colaban varios pétalos por sus ropas, decidió utilizarlos para algo más.

En un ligero movimiento le quitó la camiseta a Guillermo, colocando en distintos sitios de su torso un pétalo, terminando con uno en sus labios. El menor miró curioso lo que hacía su novio pero no se quejó al verse sellado su boca con un pequeño pedazo de flor.

Samuel se detuvo un instante, aún seguía vestido y su traje ya estaba empezando a arrugarse, por lo que antes de quitárselo quiso ver una vez más a su novio desde arriba, acorralándolo con sus manos a ambos lados de sus hombros, pero con una mirada de amor, de esas que te hacen estremecer al saberte totalmente amado por la persona más importante en tu vida. 

—Guille, eres el único que ha puesto mi mundo de cabeza, me has apoyado como nunca nadie y me has dado momentos inolvidables...—empezó a hablar de repente, sin la mirada fija, pero pareció querer decir algo más cuando se interrumpió a sí mismo, descendiendo por el cuerpo de Guillermo ubicando cada pétalo que había puesto anteriormente.

Dejó un beso en el pétalo que estaba sobre la suave piel del abdomen del menor, sabía que ese era una de las zonas erógenas de Guillermo, por lo que no tardó en escuchar un gemido. Excitación.

Siguió dando un beso sobre el pétalo que se encontraba enmarcando la curvatura de la cintura, inevitablemente pensó en las repetidas veces que posó sus manos sobre este sitio para hacer más profundas sus embestidas. Pasión.

Pasó a un lado por la muñeca de Guillermo, besando suavemente ese sitio, recordándole la vez que se le ocurrió esposar a su novio para tener una intimidad más placentera. Lujuria.

Luego besó por encima del pezón del menor, el lugar que más le encantaba de su novio ya que lo encendía en un instante, tantas veces saboreando esa parte de Guillermo y siempre se sentiría como si fuera la primera vez. Deseo.

Depositó un beso en la clavícula, la zona en la que siempre reposaba su cabeza cuando perdía la cordura por la pasión y terminaba embistiendo a Guillermo con fuerza. Intensidad.

Ascendió al cuello, besó el pétalo que puso justo encima de una pequeña marca que días atrás había dejado en su novio, esa vez donde ambos se dejaron la inocencia de lado y de dedicaron a competir por arrancarse gemidos cada vez más desesperados. Furia.

Finalmente, fue hasta el pétalo que reposaba sobre los labios de Guillermo, estuvo lo suficientemente cerca para plantar ese último beso, pero se detuvo a escasos centímetros y el menor notó que algo estaba pasando cuando Samuel se retiró un poco, claramente pensando en cualquier otra cosa mientras se aflojaba a corbata y se libraba de la primera prenda superior, quedando ligeramente desvestido.

El mayor volvió hasta donde estaba Guillermo y besó tiernamente su mejilla, el menor cerró los ojos un instante y escuchó el cajón de la mesita al lado de la cama abrirse, imaginó que Samuel estaría buscando condones y lubricante.

El mayor tomó el pétalo de los labios de Guillermo y notablemente nervioso se cubrió la boca con él, se notaba que quería decir algo pero parecía no poder.

—Chiqui, te amo—dijo notándose un leve sonrojo en sus mejillas, Guillermo sonrió un tanto para alejar la preocupación del nerviosismo de Samuel y también porque el mayor avergonzado era muy tierno. El menor iba a decirle que hablara de una vez, pero justo cuando separó sus labios, la voz del mayor lo interrumpió—. Guillermo, te amo como nunca antes he amado a alguien, hemos atravesado por todo y creo...creo que es momento... ¿quieres casarte conmigo?

El menor no podía creer lo que había escuchado, intentó ordenar sus pensamientos y verificar que se trataba en verdad de lo que creía que era, pero antes de hacer un lío en su cabeza, miró a Samuel quien con la mirada señaló a un lado hacia la mesita.

Allí en una pequeña cajita morada, se encontraba el más sencillo pero bello anillo, justo como a Guillermo le gusta, ahora si no había duda, su novio le había pedido matrimonio.

Volviendo la vista a Samuel, sonrió dejando escapar un par de lágrimas de felicidad y sin decir nada lo abrazó por el cuello besándolo, acariciándolo, llenando de nuevo la habitación de suspiros y gemidos. Amor.

777 Sensaciones -Wigetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora