capitulo 15

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Haven miraba por la ventana cuando la señorita Henderson bajó las persianas de golpe y el salón quedó a oscuras.

-Sé que el día está precioso, pero no tienen que fijar sus ojos en mí durante los próximos  quince minutos.

Aun después de nueve meses en el puesto, la animada morenita seguía derrochando entusiasmo por la literatura inglesa. Haven ya conocía a la gente de su tipo. Recién egresada de la Universidad Tecnológica de Chattanooga y muriéndose de ganas de ser diferente. Esa gente no duraba mucho.

-Sin ofender, señorita Henderson, pero ¿qué caso tiene? Nos quedan unas cuantas semanas de clases. De todos modos, nada de lo que aprendamos nos va a servir.

A Bradley le gustaba presumir que el único libro que había leído en su vida era "Huevos verdes con jamón", y no iba a permitir que una obra tan afeminada como "Otelo" arruinara su récord inmaculado.

-Para la persona indicada, unas cuantas semanas servir de mucho -lo cortó la señorita Henderson. Había terminado por despreciar a Bradley, quien dividía su tiempo en clase entre causar problemas y comerle el pecho con los ojos-. Así que si no quieres pasar este periodo en la oficina del director, te sugiero que dejes que el resto de nosotros nos pongamos a trabajar.

La maestra se volvió para dirigirse a los estudiantes al otro lado del pasillo.

-Yago quiere arruinarle la vida a Otelo. Lo convence de que su esposa tiene un romance con Casio, y manipula a los demás personajes explotando sus debilidades. Pero ¿por qué? ¿Qué lo motiva a eso?

-Que es gay -gruño Drew Jones  desde el fondo del salón, y la mitad del salón lanzo una risa ahogada.

La señorita Henderson apenas si parpadeo.

-Ésa es una teoría. Algunos han especulado que los actos que Yago se deben a celos homosexuales. Yo no estoy segura de aceptar ese argumento. El poeta Samuel Coleridge llamó una vez a Yago "malignidad sin motivo" ¿Alguien sabe que significa eso?

El grupo guardó silencio, salvo por el ruido de dos docenas de lápices que hacían garabatos. Haven no pudo resistir la creciente frustración en la cara de la señorita Henderson.

-Significa que no había razón para sus actos. Que lo único que quería producir era caos.

-Gracias, Haven. ¿Al resto del grupo se le ocurre otro personaje así? ¿Que siembre pensamientos maléficos en la mente de los demás? ¿Que finja ayudarla mientras que en secreto la debilita? -esperó-. Oh, vamos, muchachos, ¿ninguno de ustedes ha oído hablar de Satanás? ¿Yago es el diablo?

-Pregúntele a Haven -bromeó Bradley. La traía contra de ella desde que había rechazado sus insinuaciones-. Tal vez trae metido al diablo en este momento.

El grupo aulló de risa. La señorita Henderson cerro su libro de golpe y se dejo caer en la silla de su escritorio. Ni siquiera hizo el intento de recuperar el control. Cuando Haven se volvió para hacerle a Bradley una señal con el dedo, vio que al menos otra persona no se reía, una chica lista e insignificante que se llamaba Leah Frizzell.

La Montaña Azul era una escuela relativamente pacífica. Con menos de cien alumnos por grupo, era demasiado pequeña para las típicas camarillas y tribus. En realidad solo había una forma clara de dividir a los estudiantes: los que se quedarían en Snope City el resto de su vida y los que se irían lo más lejos y rápido posible. No más de una docena de alumnos por clase pertenecían al último grupo. Entre ellos estaban los chicos de la minúscula comunidad afroestadounidense de Snope City, quienes solían desaparecer al día siguiente de la graduación y a quienes rara vez se les volvía a ver. Hasta que llegara ese dichoso día, ellos y los demás relegados hacían todo lo posible para pasar inadvertidos.

En la mayoría de los casos, esa estrategia daba resultado, en los varios años que Haven llevaba en la preparatoria, sólo se había enterado de unos cuantos incidentes desagradables. Uno de los tres chicos siniestros de La Montaña Azul bajo una vez la guardia y tomó demasiada cerveza en una fiesta en el bosque. En cuanto perdió el conocimiento, cuatro futbolistas lo ataron a un árbol, lo envolvieron en papel higiénico y le prendieron fuego. El chico conservó la piel, pero esperó un año entero a que le volvieran a crecer las cejas. En otra ocasión, la capitana del equipo femenino de basquetbol le dijo la palabra imperdonable a una negra compañera del equipo, y recibió a cambio una nariz rota. Y en primer año Dewey Jones pasó por una frase en la que nada le deleitaba más que imitar a la media docena de estudiantes pentecostales de la escuela rondando por el piso de la cafetería y gritando incoherencias. Leah Frizzell había puesto fin a ese espectáculo.

Leah había sido siempre un poco rara. Parecía escuálida, aun que no dejaba de comer, y de su angosta cabeza pendía un fino cabello rojo. Casi no hablaba; y cuando lo hacia, su acento no habría podido cortarse con una sierra. A partir de cuarto grado, cada vez que Haven tenía la sensación de que algo no marchaba muy bien, solía descubrir los ojos verde claro de Leah mirándola. Eso la ponía nerviosa al principio. Había oído chismes acerca de las cosas que Leah cargaba en la raída mochila que Haven nunca había visto abrir. Estos temores parecieron justificarse cuando, una tarde en la que Dewey Jones se retorcía en el suelo, Leah metió una esquelética mano en su mochila y saco un serpiente.

-¿Sabes qué? No solo hablamos en lenguas; también tocamos serpientes -le dijo poniendo poniendo el suéter de Dewey. Sin saber que solo era una inofensiva culebra negra, Dewey ensucio sus pantalones frente a toda la escuela. Leah fue suspendida tres días, y cuando regreso, volvió a acechar en las sombras.

En el ultimo año de prepa, Haven apenas si reparaba en Leah Frizzel. Cuando a ésta le asignó el discurso de la ceremonia de graduación, Haven tubo que pensar un minuto para ubicar el nombre. Parecía que terminaría la preparatoria sin cruzar palabra hasta aquel día en la clase de la señorita Henderson, cuando, al voltear, Haven vio que la chica miraba fijamente a Bradley Sutton.

-Cierra la boca y déjala en paz -le advirtió Leah a Bradley, y las burlas terminaron-. O preferirás habértelas visto con el diablo.

Eternos- Harry Styles (adaptada)Where stories live. Discover now