Capítulo 1

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Como me gustaba saltarme la clase de mates con él. Cambiar una aburrida clase de álgebra por una intensa clase de física y química. Y ese día no era una excepción.

Nos encontrábamos en el baño de chicas del instituto Guadalpín, que más que un baño, aquello era el lugar perfecto para divertirse entre la intimidad que proporcionaban cuatro estrechas paredes de cartón-piedra haciendo quién sabe qué... No había ni un hueco en las paredes en el que no encontraras corazones de todos los tamaños, y en ellos, nombres de cientos de adolescentes que alguna vez habían conocido el amor, o eso creían. Era un lugar lleno de sueños, algunos rotos. En el Guadalpín ya era como una tradición. Nueva pareja, nuevo corazón. Y ahora era nuestro turno. Después de 6 meses conseguí convencerle, a pesar de todas sus quejas.

Dani me miraba con esos ojos negros rasgados, que tanto me hacían estremecer, mientras yo dibujaba en la puerta de uno de los retretes, la forma de un corazón.

DANI × REBECCA.

Al terminar, le lancé una sonrisa pícara al chico que tenía en frente y le estampé un gran beso en la boca.

-Te quiero Dani- susurré.

-Yo también, nena- contestó él.

Y así es como pasaba el tiempo desde aquel 8 de noviembre...

El curso había dado comienzo en septiembre. Y fue casi amor a primera vista. Y digo casi porque yo no creo en esas cosas. ¿Cómo puedes enamorarte de alguien si no lo conoces, si jamás has hablado con él? ¿Solo por su aspecto? No. El destino hizo que nos conociéramos.

Dani había repetido dos cursos, y con sus 19 años cumplidos, pasaba de estudiar. Quizás no sea porque no tenga lo que hay que tener, sino porque no se esfuerza.

Yo, por el contrario, soy una empollona que lo da todo en cada curso, para así, asegurarme un buen futuro. Pero cuando se trata de amor, estas cosas no importan. Porque uno no decide de quién se enamora.

-Daniel, a partir de ahora, te sentarás con Rebecca Levis. A ver si te espabilas – declaró un día la profesora a la que debo tanto.

Al principio nos peleábamos mucho. Él no paraba de hacerme rabiar y yo de provocarle.

-Si pararas de estudiar, podríamos hacer cosas más divertidas...– me chinchó Dani obviamente refiriéndose al sexo.

-Si hicieras algo más aparte de intentar llevarme a la cama no creería que eres un necesitado – le contesté furiosa – Tienes una cola kilométrica de chicas detrás tuya. Elige una y déjame en paz.

-Sí, tengo muchas cosas kilométricas – no me dejó protestar y siguió hablando – Pero no me conformo con cualquier tía.

Y me sonrojaba.

Iban pasando los días y las peleas se convirtieron en manitas, besos en la mejilla y piropos.

El 8 de noviembre marcó la diferencia entre vivir en el mundo real y vivir en un cuento de hadas.


PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora