Abrí los ojos de repente, encontrándome sudando y a oscuras. ¿Cuándo me había dormido? Una tenue luz se filtraba por la ventana concediendo suspense a la sala. ¿Y cuándo había apagado la luz? Forcé a mis ojos que se adecuaran a la escasa iluminación de la habitación de hospital. En la cama de la izquierda –antes vacía- se hallaba mi abuela roncando.
El reloj indicaba las 00:30 de la noche.
Me senté en la cama preparada para ir al lavabo. Algo, un papel, salió volando hasta posarse en el suelo. ¿Desde cuándo estaba eso ahí? Me entró la curiosidad y pospuse la visita al servicio. Desdoblé el papel con cuidado para encontrarme con una nota de 3 palabras.
Te lo mereces.
D.
La carta cayó al suelo como mi curiosidad. ¿Qué mierda significaba eso? ¿D de Dani? ¿No tenía suficiente con hacerme un esguince y una leve conmoción cerebral e insultarme? ¿También tenía que restregármelo?
Bufé frustrada mientras rasgaba la nota en miles de pedazos y los arrojaba a la papelera.
A la pata coja escayolada, sin ver nada e intentando no hacer ruido llegué al baño y me lavé la cara con agua fría sin mirarme al espejo para no asustarme. No quería ver reflejados en mí los ojos inyectados en sangre de Dani, retándome con odio y diciéndome "te lo mereces". No. Eso era algo que quería olvidar. Volví a echarme agua fría congelando todas las visiones del día anterior. Por desgracia, aquellas palabras parecían estar grabadas a fuego en mi piel, dejando unas profundas cicatrices. ¿Cómo tres palabras pueden causar un dolor tan destructivo?
El viaje de vuelta fue algo más complicado.
Justo antes de llegar a mi destino la puerta chirrió estrepitosamente haciendo que mi corazón se acelerara. ¿Y si era Dani que volvía a terminar lo que había dejado a medias? Me quedé paralizada con una bandeja de plástico duro en las manos como arma mortal. Yo no me consideraba paranoica, joder, pero... tenía que reconocer que estaba muerta de miedo. Alguien estaba interrumpiendo mi reposo cuando no era hora de visitas, por lo tanto, no podía tener buenas intenciones.
Lentamente, la puerta se abrió dejando entrever un pasillo vacío por el que un hombre encapuchado y vestido de negro se deslizó hacia el interior de la sala. Recorrió con la mirada cada rincón de la habitación hasta que se topó conmigo. Sus facciones cubiertas de sombras me impidieron reconocerle. Me pareció escuchar unas risas saliendo de debajo de su capucha. Las piernas me temblaban y el corazón quería salirse de mi pecho.
Anduvo hacia mí, dejando una distancia de un metro entre los dos. La distancia perfecta en kárate. Antes de que diera un paso más, luché contra mi miedo paralizante y le estampé la bandeja en la sien.
-¡Ahh! –gruñó llevándose las manos a la cabeza.
Me pareció reconocer ese timbre de voz.
-¿Izan? –pregunté en medio de aquella oscuridad opaca, intentando reconocer al acosador. Paranoica es poco.
-¿Siempre que nos vemos tiene que haber golpes de por medio?
-¡Eres tú! ¡Me has dado un susto de muerte! –Exclamé agradecida pasándole una toalla húmeda para que se la colocase en el chichón que le crecería en la frente -¿Cómo se te ocurre aparecer a estas alturas de la noche vestido así?
-Me pasaba para ver qué tal te encontrabas, pero creo que estás perfectamente –se sentó en el borde de la cama y yo le imité –Verás, no he podido venir antes porque he tenido que vestirme de superhéroe y salvarles la vida a mis tres hermanas una y otra vez durante toda la tarde. Cuando he conseguido huir ya había finalizado el horario de visitas a "no familiares" así que me he colado –relató riéndose entre medias.
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Perdida
RomanceEsta no es una historia de amor cualquiera. En ella te perderás, pero también te encontrarás, y cuando lo hagas, todo habrá acabado. Atrévete a perderte. Atrévete a vivir. Todos los derechos reservados. Prohibida la copia o adaptación. Besos, Angxe.