CAPITULO II

165 31 102
                                    

LA CHICA DEL POSTE

Mientras conducía, un rayo de luz daba directamente en mis ojos, tenía las ventanas abiertas y el olor a tierra mojada se colaba. El día se encuentra mucho más soleado y cálido que ayer, mi ánimo y dedicación se vio afectada positivamente por la noticia que recibí hoy por la mañana.

Me habían devuelto mi trabajo.

Llevo un año sin trabajar, un par de escritos publicados y nada más. Pero sentarme delante de un escritorio y redactar historias, se volvió una rutina ya olvidada.

Encendí un cigarrillo de menta, para calmar los nervios y esta ansiedad de llegar al mi oficina, no sé porqué me siento así, quizá por los comentarios que vaya a recibir o por tener que verle la cara a tal persona que estaba evitando. Cuál sea que fuera la razón, me acercaba un paso de superar todo lo que estaba atormentado mi vida. O a tratar de conocer la verdad.

Mis pensamientos desaparecen cuando percato que rápidamente he llegado a mi destino y miro delante de mí un edificio de dos pisos y de color gris, un nombre arriba de la puerta me recibe como un abrazo, "Daily Post Journalist"

Tomo con un brazo mi mochila y antes de comenzar a dirigirme a la puerta, doy un suspiro, "Sé fuerte" lo repito en mi cabeza como un mantra permanente.

Al entrar al vestíbulo observo demasiada gente por todas partes, entraban en oficinas, hablaban por teléfono, llevaban papeles de un lado a otro. No recordaba sobre el desastre totalmente organizado de la compañía al comenzar la semana.

Con toda decisión me acerco al escritorio en la recepción, un chico muy joven de lentes me observa detenidamente. Yo sonrío amable y me presento.

-Buenos días, soy Leila Corday, tengo una cita con la editora

-Cierto. -Las teclas de su computadora suenan de manera rítmica y con una sonrisa me señala la escalera a mi espalda. -Te está esperando en su oficina. ¿Quiere que la acompañe?

-No, conozco el camino, muchas gracias.

Y vaya que lo conocía, tantas veces entraba por esa puerta y subía a mi oficina, preguntaba las noticias y empezaba a redactar. Recuerdo que veía la puerta de vidrio que daba a la oficina principal, añorando el momento que por fin pueda poner mi nombre en la puerta de vidrio, ahora esa sensación se desvaneció por mi olvidado trabajo.

Observo la segunda planta, no ha cambiado nada, escritorios enfilados con cientos de papeles y periódicos uno sobre otro, computadoras en cada uno de ellos. Era un ambiente diferente al de la primera planta, el área de edición estaba calmada hasta la tarde, donde todos teníamos que correr y tener los escritos editados antes de las 5am del otro día, hora donde debía mandarse al área de impresión.

Me dirijo a la oficina de puerta transparente que se encuentra al final de la planta, mis manos sudan y tengo que secarlas constantemente contra mis pantalones formales. Afortunadamente nadie estaba prestando atención cuando iba directo ahí, a excepción de un par de ojos que se encuentran a lado de mi antigua estación de trabajo. Decido ignorar y llegar a la puerta, para continuar haciendo un llamado con los nudillos de mi mano. Era claro que mi jefa se encontraba dentro, estaba sentada volteada de espaldas de dónde me encontraba, hablando por teléfono y observando el horizonte. Voltea encima de su hombro y hace una señal para que yo entre a la habitación.

-No importa qué tan pronto te esté pidiendo esto. -Se escucha molesta y exasperada por quién sea que estuviera del otro lado de la llamada; no quisiera ser esa persona ya que cuando la editora se molesta, es mejor no estar cerca. -Te estoy diciendo que necesito la exclusiva, no me importa si tienes que cruzar las cintas de policía. Me consigues la historia o mañana mejor ni te presentes.

Historias ParalelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora