CAPITULO IV

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LIMERENCIA

Aquellas preguntas sin responder, aquellos anhelos, palabras o miradas que podríamos haber hecho, toda la lujuria y la pasión que se vio desenfundada por un arranque emocional, nada de eso, ni una diminuta e imperceptible especie podremos lograr a conocer a menos que demos el paso y esperemos a que una luz brillante nos ilumine lo más oscuro y recóndito del camino.

Y entonces, tomé la decisión, de caminar sobre ese sendero donde existirán cosas inimaginables, cosas que podrían regresarme lo que más deseaba o podrían arrebatarme lo único que me quedaba.

Al girar la perilla, la cual se encontraba fría, una voz me sobresaltó.

-No hay nada ahí adentro que te pueda ser útil -la voz malhumorada de Alex provocó que diera un giro y lo mirara directamente, me incorporé para demostrar mi autoridad. -De hecho, ya pronto no habrá nada, seguro venderán o tirarán todas sus cosas tal como hicieron cuando dejaron de intentarlo.

-No digas eso, sus cosas permanecerán aquí -al menos eso esperaba -¿Por qué piensas que dejamos de intentarlo? -Alex se mufa después de mi comentario y se cruza de brazos en el marco de su puerta.

-Tú sabes a lo que me refiero Leila. -su cabello negro se ve grasiento por la falta de limpieza y sus ojos, iguales a los de Abigail, me ven como cuchillos afilados. -Sólo no te lleves nada de su habitación, ella hubiera querido que todo se quedará tal cual la dejó...-traga saliva y mira el piso. -...por si ella vuelve.

Toma el picaporte de su puerta y la azota al entrar, noto rápidamente que su andar se ha vuelto más lento y torres de ropa se asomaron detrás de él. Una parte de mí sabe que él sufre más que todos nosotros, pero otra siente que él cree que no lo entendemos y no queremos ayudarlo. Suspiro ante el pensamiento y preocupación de mi padre, porque es válido que tenga miedo de dejarlo, pero él necesita más ayuda de la que nosotros podemos darle.

Volteo mi mirada al punto original y sin más titubeos entro a la habitación de Abigail. Las cortinas se encuentran cerradas y el piso totalmente libre, la última vez que entré aquí estaba desordenado y botellas de plástico vacías se mostraban alrededor de la cama, en sus días restantes dentro de su cuarto, ella no dejaba de pedir agua, sentía la garganta quemarse y su sed no la dejaba en paz.

Decido prender la lámpara de noche y el cuarto se ilumina con una luz amarillenta, puedo ver el color de las paredes, blancas y con cuadros de fotografías de sus amigos y de la familia colgados por todas partes, un gran librero frente a mí, con libros y revistas de todo tipo. Me levanto lentamente y me dirijo al armario delante de la cama, lo abro y observo la colección de playeras y chamarras de todos los colores, todo está completamente ordenado, como si nunca hubiera pasado nada.

Aquel pensamiento me produce un malestar de inmediato, conociendo a mi madre ella tuvo que ordenar todo esto, probablemente para sentir menos tristeza o sentir que ayudaba de algo, pero entonces, si existiera una mínima pista de lo que pudiera haber pasado, ella o mi padre ya la hubiera encontrado.

Frunzo el ceño y cierro ambas puertas del armario. Junto a la cama se encuentra una ventana que lleva a la misma calle que yo veo todas las noches y delante, un escritorio de madera y una silla al tono, encima está repleta de plumas y cuadernos. Me siento en la silla, y me imagino siendo una adolescente, específicamente, mi hermana. "¿Dónde escondería algo?" digo en voz baja. Decido abrir cajón por cajón escarbando entre papeles y lápices, y nada. Me acerco a las mesitas de noche y sólo encuentro medicinas y maquillaje. Debajo de la cama, entre muebles y detrás de las fotografías.

Lo más complicado es que no sé lo que busco, pero lo sabré cuando lo encuentre.

Empiezo a dudar si debí haber hecho esto desde un comienzo, ¿no será una falta de respeto? ¿y sí estoy invadiendo demasiado?

Abro la ventana y me siento en el alfeizar, el ambiente está templado, no hay nada de nubes y observo la Luna juzgandome. "Es hora de irme" finalmente decido rendirme y al cerrar la ventana me dirijo a la puerta para regresar a mi habitación. Pero al dar un paso el piso cruje, frunzo el ceño y observo debajo de mi pie derecho. El piso de madera consta con diferentes paneles del mismo material de diferentes tamaños, una de estas maderas se encuentra floja y al pisar cruje debajo de mi pie. Me pongo de rodillas y con la uña trato de alzar la tabla, me rompo una uña pero al final logro levantarla y la retiro lentamente.

Al principio dude en meter o no la mano, estaba oscuro y se lograba ver em interior de la casa, había telarañas y bastante polvo. Meto la mano y siento algo rectangular, es pequeño y delgado, lo retiro de la oscuridad y lo observó más de cerca.

Es un cuaderno, no más de 50 hojas, delgado y color negro, tenía un poco de polvo. Al hojearlo me percato que la letra de molde de Abigail está impregnada en cada una de las páginas. "Son notas" susurro para mí.

Coloco la tabla en su lugar y dejo todo como estaba, apago la luz y con una última vista de su cuarto, cierro la puerta lentamente.

En mi habitación no hay nada que lo ilumine, excepto la luz de la luna que entra en mi ventana, me encuentro sentada en el piso frente a la misma y el cuaderno de Abigail en mis piernas.

La verdad, no estoy segura si deba leerlo, es personal y sería una invasión a su privacidad ¿no? Pero ignoro completamente esa idea ya que, como periodista, debo conocer los hechos y no los sentimientos de la gente. Suspiro antes de abrirlo y observo la fecha que escribió en la parte de arriba de la primera entrada.

6 Junio 14:45 PM

Esto fue mucho antes de la muerte de nuestra tía. Pero las notas son cortas y muy pocas, ha pasado un año y me sorprende la cantidad de hojas.

Me siento más feliz y más libre.
Todo gracias a él.

¿A él? ¿Veía a alguien? ¿Quién es esa persona?

Primero lo conocí un día que regresaba de la preparatoria, estaba sola y él se acercó a mí pidiendo que me acompañara a casa. No dudé, ni siquiera me asusté. Su presencia hacia que todo estuviera bien.

Hoy lo veré de nuevo, me llevará a comer al parque y hará su especialidad, brownies de chocolate. Creo que me estoy enamorando.

Las notas siguientes explicaban sobre cómo Abigail conoció a este chico, al parecer ella le gustaba bastante. Pero algo que me llamó la atención fue una nota que hizo un mes después.

23 Julio 02:45 AM

Sus ojos, su cabello, su tacto en mis manos, incluso ese aroma que tiene, me tiene loca. Quiero saborear sus labios. Su calor cerca de mí. No hay momento donde deje de pensar en él. Mis noches de insomnio están dedicadas a él.
Por la tarde hablamos un rato antes de que entrara a casa y me dijo que cuando sea el momento adecuado, podré irme con él. Lo abracé e incluso, me atreví a pedirle un mechón de cabello, y él con todo gusto me lo dio.

Tras leer esto, debajo de su escritura había una bolsita, con un mechón color negro dentro, estaba engrapado sobre la hoja de papel. Con asco cerré el cuaderno y lo dejé en el piso. No entiendo qué sucede, ¿por qué actuaba de esta manera? ¿será que se escapó con él?

Me empiezo a rascar mi brazo izquierdo, un picazón me llena el brazo y me quitó la blusa para observar mejor, prendo la lámpara de mi buró y me observo en el espejo, está rojo y con puntitos de sangre saltando. Me rasco más y no puedo eliminar esta sensación. Empiezo a jadear y de repente recuerdo la servilleta.

Saco de mi pantalón el pedazo de papel con tinte rojo, me lo llevo directamente a la nariz e inhalo profundamente, poco a poco la comezón desaparece y yo me siento en las nubes. Es tan delicioso y relajante. El olor a hierro me cubre mis sentidos y siento que me mareo por tanto respirar.

Me tumbo sobre mi cama y con la misma servilleta en la nariz cierro los ojos, la imagen de unos ojos negros con tono rojo en la pupila me invada, me excita incluso.

De un momento a otro, pierdo el conocimiento, con un nombre en la punta de la lengua. Johan.



"Sólo lo que es irracional - lo que es inanalizable por los sentidos, pero que tiene cualidades sensibles -, puede ser obsesivo."
Salvador Elizondo

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