Cuarto curso pasó entre sollozos y lágrimas y más lágrimas. Dejar de ver a Ana tantas veces al día hizo que me sintiera mal y muy sola. Sofia no ayudaba en nada, pues seguía ridiculizándome y pegándome y haciéndome pasar por un infierno. Recuerdo que una vez Andrea me pegó también y en ese momento me puse a llorar desconsoladamente y entonces una chica de la clase se acercó e intentó calmarme, se llama Claudia. Sus amigas, Paula, Sandra y Aida se unieron al intento y me sentí bien, pero tampoco bien. Sabía que era sólo un acto de amabilidad y no significaba que me querían en el grupo de amigas. Estas chicas se llevaban bien con Sofia y Andrea, pero en el fondo a este grupo no les caían bien estas dos zorras, diría.
Mi tutor Juanma intentó también calmarme, pero no lo consiguió, pues en el fondo seguía igual de rota.
Así se pasó un curso entero, mierdas y más mierdas. El chico búlgaro seguía en mi clase, seguía mirándome mal y todos seguían mirándome como un bicho raro. Como la nueva niña rara.
De ese curso recuerdo que me empezaron a gustar Los Simpsons y siempre a mediodía que volvía a casa a comer los veía, eran graciosos. Bob Esponja llegó más tarde entre mis dibujos animados de interés. Era feliz durante los periodos cortos en los que no estaba llorando o no me estaba preocupando por lo que pensaban los niños de mí.