PRIMER EPISODIO: El Espejo y el Trozo de Espejo

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Pues bien, comencemos. Cuando lleguemos al final de este cuento, sabremos


algo más de lo que ahora sabemos.


Érase una vez un duende malvado, uno de los peores: el Diablo. Cierto día se


encontraba el diablo muy contento, pues había fabricado un espejo dotado de una


extraña propiedad: todo lo bello y lo bueno que en él se reflejaba, menguaba y


menguaba ... hasta casi desaparecer; todo lo que no valía nada y era malo y feo,


resaltaba con fuerza, volviéndose peor aún de lo que antes era. Los paisajes más


encantadores aparecían en él como platos de espinacas hervidas y las personas


más buenas se hacían repulsivas o se reflejaban con la cabeza abajo, como si no


tuvieran vientre y con sus caras tan desfiguradas que era prácticamente imposible


reconocerlas; si se tenía una peca, se podía estar seguro de que la nariz y la boca


quedarían cubiertas por ella. El diablo consideraba todo esto tremendamente


divertido. Si alguien se hallaba inmerso en un pensamiento bueno y piadoso,


aparecía en el espejo con una mueca diabólica, que provocaba las carcajadas del


duende-diablo por su astuta invención. Todos los que acudían a la escuela de


duendes - pues había una escuela de duendes - contaban por todas partes que se


había producido un milagro; por fin se podría ver, decían, el verdadero rostro del


mundo y de sus gentes.


Fueron a todas partes con su espejo y, finalmente, no quedó ni un hombre ni un


país que no hubiera sido deformado. Se propusieron entonces volar hasta el


mismo cielo para burlarse de los ángeles y de Nuestro Señor. Cuanto más alto


subían, más muecas hacía el espejo y más se retorcía, hasta el punto que casi no


podían sujetarlo; volaron cada vez más alto y cuando ya se encontraban cerca de


Dios y de los ángeles, el espejo pataleó tan furiosamente con sus muecas que se


les escapó de las manos y vino a estrellarse contra la tierra, rompiéndose en


centenares de millones, o mejor, en miles de millones de añicos, y quizá más, de


esta manera, hizo mucho más daño que antes, ya que la mayor parte de sus


trozos apenas eran más grandes que un grano de arena y se esparcieron por el


aire llegando a todo el mundo; cuando uno de esos diminutos fragmentos se metía


en el ojo de alguien, allí se quedaba, y a partir de ese momento todo lo veían


deformado, apreciando sólo el lado malo de las cosas, pues cada mota de polvo


de espejo conservaba la propiedad que había tenido el espejo cuando estaba


entero. Lo más terrible fue que, a más de uno, alguna de estas minúsculas


partículas se le alojó en el corazón, con lo que éste quedaba convertido de


inmediato en un trozo de hielo.


Se encontraron también algunos trozos lo bastante grandes para ser utilizados


como cristales de ventana, pero ¡que nadie se le ocurriese mirar a través de ellos


amigos! Otros fragmentos fueron utilizados para gafas, y cuando alguien se las


ponía con la intención de ver mejor, lo que contemplaba era sencillamente


espantoso. El maligno reía hasta estallar de risa, cosa que a él le producía una


sensación sumamente agradable.


Todavía ahora, andan flotando por el aire pequeños átomos de espejo. Escuchad


a continuación lo que sucedió con uno de ellos.

La reina de las nievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora