CUARTO EPISODIO: El Príncipe y la Princesa

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Gerda tuvo que pararse a descansar de nuevo; sobre la nieve, ante ella, saltó una


corneja; el ave se quedó allí un buen rato, la miró, moviendo la cabeza, y dijo:


- ¡Kra, kra! ¿Qué tal va?


La corneja no sabía hablar mucho, pero estaba bien dispuesta hacia la niña y le


preguntó a dónde se dirigía, tan sola por el vasto mundo. Gerda reparó


especialmente en esa palabra: sola, y sintió de pronto todo lo que eso significaba;


le contó su historia a la corneja y le preguntó si no había visto a Kay.


La corneja sacudió la cabeza con aire reflexivo y dijo:


- ¡Posible, Posible!


- ¿De verdad? - gritó la niña.


A punto estuvo de asfixiar a la corneja de tanto que la abrazó.

Suavemente, suavemente .. - dijo la corneja - Creo que puede tratarse del


pequeño Kay, pero parece que te ha olvidado por princesa.


- ¿Vive con una princesa? - Preguntó Gerda.


- Sí, escucha - dijo la corneja - Tengo muchas dificultades para hablar tu idioma; si


comprendes la lengua de las cornejas, te lo podré contar mucho mejor.


- No, nunca la he aprendido- respondió Gerda-, aunque la abuela la sabía .. ¡y


también el javanés!


- Eso no me sirve de mucho - dijo la corneja - En fin, te contaré lo mejor que


pueda; ya me disculparás si no me expreso bien.


Y la corneja le contó lo que sabía:


- En el reino del que procedo vive una princesa dotada de una inteligencia


prodigiosa. Ha leído todos los periódicos que existen en el mundo ... ¡Y los ha


olvidado! ¡Hasta tal punto es inteligente! Hace algún tiempo, un día que se


encontraba sentada en el trono -lo que, según se dice, no es nada divertido- se


puso a canturrear una canción que decía : "¿por qué no me casare?". "Bueno, es


una idea", pensó ella, y decidió casarse, pero quería un esposo que supiera


responder a sus preguntas, un hombre que no se contentara tan sólo con tener un


aspecto distinguido, pues eso acaba resultado demasiado aburrido. Convocó a


todas las damas de honor, que, al enterarse de sus proyectos, le manifestaron su


aprobación. "Cuánto nos complace - le dijeron-, ya habíamos pensado en ello."


Lo que te cuento - advirtió la corneja - es completamente verídico, puedes


creerme. Tengo una novia domesticada que circula libremente por el castillo y ella


es quien me lo ha contado todo.


Naturalmente, su novia era también una corneja, pues cada corneja se junta con


su pareja.


En los periódicos se publicó un edicto con una orla de corazones y las iniciales de


la princesa; en él se anunciaba que todo joven de buen porte podía presentarse en

La reina de las nievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora