TERCER EPISODIO: El Jardín de la Hechicera

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¿Qué fue de la pequeña Gerda cuando Kay desapareció? ¿Y dónde estaba éste?


Nadie sabía nada, nadie supo dar noticias suyas. Lo único que sus amigos


pudieron decir era que lo habían visto enganchar su pequeño trineo a otro, grande


y magnífico, y que internándose por las calles habían salido de la ciudad.


Nadie sabía dónde podía encontrarse y todos los que le conocían quedaron


profundamente afectados por su desaparición, en especial la pequeña Gerda, que


lloro y lloró durante mucho tiempo; poco después, se empezó a decir que Kay


había muerto, que se había ahogado en el río que pasaba junto a los muros de la


ciudad. ¡Oh, qué largos y sombríos fueron aquellos días de invierno!


Por fin llegó la primavera y con ella los cálidos rayos del sol.


-Kay ha muerto y ya nunca volverá - decía la pequeña Gerda.


-No lo creo- dijo el sol


-Ha muerto y ya nunca volverá - les dijo a las golondrinas.


- No lo creemos -respondieron ellas; al final, también Gerda terminó por creer que


Kay no había muerto.


- Me pondré mis zapatos nuevos - dijo una mañana -, los rojos, que Kay nunca


llegó a conocer, me acercaré al río y le preguntaré por él.


Salió muy temprano de su casa, dio un beso a la abuela, que dormía todavía y ,


calzada con sus zapatitos rojos, salió sola de la ciudad dirigiéndose hacia el río.


- ¿Es cierto que te has llevado a mi amigo? Te regalaré mis zapatos rojos si me lo


devuelves.


Le pareció que las aguas le hacían una señal extraña; cogió entonces sus


zapatos, lo que para ella era más querido, y los arrojó al río; cayeron muy cerca de


la orilla y las aguas los llevaron de nuevo hacia tierra, el lugar en que Gerda se


encontraba; parecía que el río, no teniendo al pequeño Kay, no quería aceptar la


ofrenda que la niña le ofrecía; como pensó que no los había tirado suficientemente


lejos, se subió a una barca que había entre las cañas y desde allí los arrojó de


nuevo. Pero la barca no estaba bien amarrada y los movimientos de Gerda lahicieron apartarse de la orilla. Cuando se dio cuenta de lo que ocurría, quiso volver


atrás, pero ya era demasiado tarde: la barca se encontraba a varios metros de la


orilla y se deslizaba río abajo impulsada por la corriente.


La niña se asustó y echó a llorar; sólo los gorriones podían escucharla, mas no les


era posible llevarla de nueva a tierra; los pajarillos volaron a su alrededor y


trataban de consolarla cantando: "¡Aquí estamos! ¡Aquí estamos!"


La barca seguía avanzando, empujada por la corriente; la pequeña Gerda se

La reina de las nievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora