Se detuvieron ante una pequeña cabaña. Tenía un aspecto muy pobre, con un
tejado que descendía hasta el suelo y una puerta tan baja que para entrar o salir
de ella había que arrastrarse por el suelo. Vivía allí una vieja lapona que estaba
cociendo pescado en una lámpara de aceite de bacalao; el reno le contó toda la
historia de la niña, aunque antes le había contado la suya, que consideraba mucho
más importante; Gerda estaba tan entumecida por el frío que apenas podía hablar.
- ¡Ah, pobres de vosotros! - dijo la lapona -. Os queda todavía un largo camino!
Tenéis que hacer más de cien leguas para llegar a Finlandia; allí, donde las
auroras boreales aparecen cada noche, tiene la Reina de las Nieves su morada.
Como no tengo papel, os escribiré una nota en un rozo de bacalao seco; deberéis
entregárselo a una mujer finlandesa, amiga mía, que vive por allí; ella podrá
informaros mejor que yo.
Cuando Gerda hubo entrado en calor, después de haber comido y bebido algo, la
lapona escribió unas palabras sobre el bacalao, recomendando a Gerda que
tuviese buen cuidado de no perderlo; ésta lo colocó sobre el reno, que, de un
salto, reemprendió la marcha. Tuvieron la ocasión de contemplar deliciosas
auroras boreales de hermosos tonos azulados ... y llegaron a Finlandia.
Llamaron a la chimenea de la mujer finlandesa, pues su casa era una chimenea
que ni siquiera tenía puerta. Dentro, el calor era tal que la mujer estaba casi
desnuda; era pequeña y muy sucia; desvistió en seguida a la pequeña Gerda, le
quitó las manoplas y los zapatos, pues de lo contrario no habría podido soportar el
calor, y puso un trozo de hielo sobre la cabeza del reno; luego, leyó lo que su
amiga lapona había escrito en el bacalao seco; tres veces lo leyó, hasta
aprenderlo de memoria, y después echó el bacalao a la olla: era comida y ella
nunca dejaba que la comida se echara a perder.
- Tú eres muy hábil - dijo el reno; sé que puedes atar todos los vientos del mundo
con un hilo; si el capitán de barco deshace un nudo, tiene buen viento, si deshace
el segundo, el viento arrecia, y si deshace el tercero y el cuarto, se levanta un
huracán capaz de asolar los bosques. ¿No quieres dar a la niña una poción que le
dé la fuerza de veinte hombres y le permita llegar hasta la Reina de las Nieves?
- ¿La fuerza de veinte hombres...? - repitió la finlandesa- Sí, eso sería suficiente.
Se acercó a una estantería y cogió un gran rollo de piel que desenrolló
cuidadosamente; había escritos en él unos extraños signos; la mujer leyó y unas
gotas de sudor aparecieron en su frente.
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La reina de las nieves
FantasyUna historia de Hans Christian Andersen (1805 - 1875) Que narra a Kay y a Greta, dos niños que viven en casas contiguas y que son muy unidos pero son separados por una desgracia, la reina de las nieves. Greta se niega a aceptar lo que todos dicen y...