¿Cuál sería tu precio a pagar, si deseas el amor se alguien?.
Daniel Fenton, quien vivía una vida normal hasta hace poco, tuvo un, ligero accidente con el portal fantasma de sus padres. Del cual, sin percatarse, también cambió su segundo sexo. Pasa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
✨ "El precio del pasado."
Un mini-fic fanático donde la venganza se sirve fría... en un Lamborghini de Vladco Motors.
Danny estaba revisando el letrero de la nueva heladería del centro cuando una voz del pasado lo heló más que cualquier cono de menta con chispas:
—Bueno, bueno, si no es el fenómeno de Amity Park...
Danny giró, y allí estaba Dash Baxter. Más ancho de hombros, sí. Más alto, también. Pero su actitud... seguía igual de podrida que su viejo casillero.
—Dash —dijo Danny, casi en automático.
—¿Te sorprende verme? —sonrió el rubio con suficiencia—. Trabajo en marketing digital, gano seis cifras, tengo dos casas, un yate y estoy por lanzar mi propia línea de suplementos. ¿Y tú? ¿Sigues usando la misma ropa de cuando teníamos 14?
Danny alzó una ceja. —Supongo que el bullying no envejece, ¿eh?
—Oh vamos —rió Dash, acercándose—. Siempre te gustó mi atención. ¿No pensaste que tal vez... debiste quedarte conmigo? Aunque te golpeaba, era mi forma de demostrar cariño...
—No, gracias. Ya superé la idea de confundir traumas con afecto —Danny escupió con elegancia—. Y además, ya no estoy solo.
Justo entonces, un auto negro brillante, de líneas imposibles y tecnología claramente ilegal, se estacionó sin hacer ruido. De él bajó Vlad Masters, vestido con un saco blanco de lino, lentes oscuros y su maldito cabello perfectamente en su lugar.
—Amado mío —dijo con una voz suave, mientras se acercaba a Danny como si flotara en la alfombra roja de la MET Gala. Lo tomó de la cintura con una sola mano, le dio un beso tan leve como una brisa pero tan poderoso como una bomba emocional, y luego giró hacia Dash.
—Pasé por Daniela a la escuela —dijo, como si fuera la cosa más natural—. Y hoy quiere que comamos pizza en Italia.
Danny soltó una risita. —¿En serio? ¿Italia?
—Sí. Dice que nuestra paella de Madrid ya la aburre. ¿Puedes creerlo?
Dash estaba boquiabierto, medio temblando. —¿Tienen una hija? —balbuceó.
Vlad lo miró por encima de sus gafas. —Tenemos dos, en realidad. La otra es una entidad interdimensional que se comunica por vibraciones, pero esa es otra historia.
—¿Nos vamos, amor? —le susurró Danny.
Danny se volvió hacia Dash una última vez, le guiñó un ojo y subió al auto con su esposo. El motor rugió como un dragón fantasma. En segundos, desaparecieron dejando atrás solo el olor a perfume caro, dignidad, y trauma.