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La vida es más cruel cuando las esperanzas de una persona se vuelven mínimas, atrapadas dentro de lo que alguna vez fue un mundo alegre y carismático.
Ahora, la oscuridad se encargaba de condenarlo si sus propias acciones lo orillaban a encontrarse con lo inevitable... o si simplemente todo pasaba desapercibido.

Sus lágrimas dejaron de caer con el paso de las horas. El clima había enfriado desde que el sol se ocultó.

Su casa ya no era un lugar seguro, sobre todo si ya comenzaban a buscarlo.

Danny regresó a su hogar como su cuerpo se lo permitió: sin amigos, sin la protección de su hermana, sin ayuda de nadie. Estaba solo... y la realidad dolía más de lo que quería aceptar.

Para él, ser un fantasma era agradable. Podía escabullirse donde quisiera, hacer cualquier travesura que cruzara por su mente. Era libre, y disfrutaba esa sensación.
Pero su lado omega... ese era el error en todo esto.

Detestaba oler a vainilla. Odiaba ducharse todos los días para intentar borrar esas feromonas de su piel. Ahora incluso tenía que usar esas ridículas camisas de cuello alto para ocultar su punto débil.
Se sentía como una fiebre constante, que solo podía calmarse con las pastillas correctas.

Se detuvo frente a su calle. Su casa estaba a unos pasos cuando una idea lo iluminó.

-¿Cómo no lo vi antes?
-murmuró para sí mismo.

Su celo podía desaparecer si tomaba supresores.
Lo único que debía hacer era robarle algunos a su madre cuando comenzara a sentir los síntomas.
A veces, sus pensamientos eran ridículamente brillantes.

Entró por la ventana con cuidado, cerrándola tras de sí. Se estiró apenas y caminó hacia el baño, queriendo quitarse esa sensación de manos invisibles aún marcando su cuerpo.
Si podía dormir esa noche... ya sería un milagro.

La casa Fenton estaba extrañamente en silencio. Normalmente siempre había ruido, caos, gritos y máquinas.
Pero esa noche todo era neutro.
Frío.
Vacío.

Bajó a la sala solo para ver si había alguien... y sí, estaban allí. Pero en completo silencio.

-Pero...
-murmuró Jazmine, intentando controlar unos sollozos que sonaban falsos incluso para ella misma.

Danny se quedó un escalón más arriba, escuchando.

-Si Danny me hubiera contado lo que Dash le hacía... quizás él no tendría que haber visto todo ese escándalo.

El dolor en su estómago fue inmediato, punzante, casi nauseabundo.

¿Cómo podían llegar a esa conclusión tan rápido?
Volvió a su habitación, tratando de controlar las náuseas.
¿En qué momento había dejado de ser una persona... y se había convertido en un objeto, en un, alguien?.
¿Acaso creerían también esa versión de que él lo había provocado?

Se llevó las manos a los labios, conteniendo la sensación de vomitar, mientras sus lágrimas rodaban por sus mejillas.
Si eso era lo que sus padres pensaban de él, no quería imaginar lo que el mundo diría cuando descubrieran la verdad del suceso.

La mañana siguiente volvió a la normalidad, con los autos pasando y la gente yendo de un lado a otro, como si lo ocurrido el día anterior jamás hubiera existido.

Suspira. No quería ir a la escuela.
Quería quedarse en casa hasta que el mal sabor de boca desapareciera... o hasta que los alfas encontraran otra presa.
Lo que pasara primero le daba igual.

-Danny, es hora de despertar...

Comento su madre, quien tocaba a la puerta del azabache, con la ilusión de que su hijo respondiera, aunque yo me pregunto en este punto, ¿Cuándo se dieron la libertad de ver si su hijo había llegado a su hogar? Ellos eran realmente malos padres.

Aliento fantasmal {Reactualizando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora