El jueves, tal como los días anteriores, había pasado la mañana entera con Aline. Habíamos ido a su departamento y a visitar a una amiga suya. Pero, llegada la tarde, ella se despidió de mí diciendo que debía tratar algún asunto de su trabajo. Me prometió, también, que trataría de hablar con su jefe lo antes posible.
Sin mucho que hacer, decidí leer uno de los libros que los chicos mantenían en la sala. Escogí uno al azar y resultó ser una compilación de micro-cuentos ilustrados. Estuve leyendo durante varias horas, hasta que el sueño me venció en el mueble.
«¡Dormilona!»
«¡Lara dormilona, despierta!»
«Lara, abre los ojos...»
La voz, o las voces, no estaba segura, hicieron bulla en mis oídos hasta lograr hacerme despertar, o lo que se le parecía. Estiré los brazos sin abrir los ojos y lo siguiente que pasó fue que mis manos golpearon algo que estaba sobre mí. Algo que no estaba cuando me había quedado dormida... o alguien, más bien.
—¡Mi nariz!
Oí el quejido y supe que no había sido un algo. Había sido un alguien en definitiva. Abrí los ojos y ahí estaba él, inclinado hacia mí todavía, sosteniéndose la nariz con gesto de dolor.
—¡Alain! —dije, avergonzada—. Lo... siento.
—No importa —sonrió—. Estoy bien.
Rectificó la postura, aún con la mano en la nariz, que se le había enrojecido ligeramente. Me puse en pie de un brinco, recogí el libro que había estado leyendo y lo dejé en su lugar.
—¿Qué hora es?
Me froté los ojos para aclarar la vista.
Tyler salía de la cocina con un vaso de agua en mano.
—Cerca de las nueve —dijo él—. Eres como una osa dormilona, Lara. ¿No te lo dije, Alain?
—¡Oye! —le gruñí, dándole una mala mirada—. Eso no es verdad.
—Claro que sí —replicó él, arqueando las cejas—. Siempre estás durmiendo...
Estaba por replicar, pero Alain me ganó la palabra.
—No discutan —nos dijo y los dos lo miramos con una mueca—. Vamos a cenar fuera, ¿les parece? Yo invito. Se los debo por abandonarlos tanto tiempo. Sobre todo a ti, Lara —él me dio un toquecito en la barbilla con su dedo índice y un guiño—. Eres mi invitada y te he desatendido.
—Está bien —dije, negando con la cabeza—. No tienes que cambiar tu rutina por mí. Estoy agradecida por toda la ayuda que me has brindado.
Le ofrecí una pequeña sonrisa que él me correspondió. Por tonto que sonase, había extrañado a Alain y sus tratos amables, pese a que sólo los había tenido por unas pocas horas cuando llegué a la ciudad.
—No hay nada que agradecer —aseguró—. Y ahora vamos a festejar el habernos conocidos. ¿Eh? ¿Qué tal suena eso?
—¡Ja! —saltó Tyler—. ¿Es esa una razón para festejar?
—¡Tyler! —le reprochó Alain, rodando los ojos—. Cierra la boca si no puedes decir nada agradable.
—¡Que denso! —dijo el aludido entre carcajadas—. ¿No aguantas una broma? —se aproximó a la salida y nos llamó—. ¿A qué esperan?
Sin hacer mayor caso a sus bromas tontas, le seguimos.
Estábamos llegando al auto de Alain, ya que por decisión unánime iríamos juntos en un sólo vehículo, cuando el portero nos alcanzó. Les estaba diciendo algo a los chicos, no me interesé en lo que decía hasta que mencionó algo sobre un collar. Para ser exactos, el collar que había perdido la otra noche. Lo tenía en la mano y se lo enseñaba a los chicos mientras ellos le daban negativas, sacudiendo la cabeza con cierto fastidio.
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Lo que me llevó a ti
RomanceTras un par de desagradables sucesos, Lara decide dejar Londres y huir hacia París, donde un viejo amigo de su hermana la espera para tenderle la mano. Alain Fontaine es el chico ideal de cualquiera, y ella lo sabe al momento de verlo. Vivir con él...