Extra

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El hotel Paradis D'Ouvea era todo un espectáculo, realmente era hermoso. Todo se encontraba tan perfectamente integrado a la naturaleza, completamente era algo digno de admirar.

Después de algún tiempo volvíamos a viajar en grupo, como aquella vez que fuimos a Mallorca. 

Lo primero que hicimos fue recorrer las aguas cristalinas de Nueva Caledonia en kayak y luego motos acuáticas, una experiencia divertidísima. Hicimos un recorrido por el atolón de Ouvea, visitamos algunas iglesias antiguas y luego fuimos hasta Noumea, ahí estaba la metrópoli comercial de todo el archipiélago, había muchas tiendas donde, además de encontrar prestigiosas marcas francesas, se podía conseguir artesanía propia de las islas como armas, esculturas en madera, objetos de jade, conchas pulidas, piedras talladas y tejidos y ropas típicas, entre otras muchas más cosas.

Hicimos también actividades para conocer el archipiélago entero, o al menos intentamos conocerlo tanto como nos fue posible, fuimos a Bourail y a Koné en Grande Terre, a Vao y Ouro en la isla de los pinos, lugares encantadores. Mis favoritos fueron estos últimos, el paisaje era bellísimo, la playa se conjugaba con la encantadora esencia de los cientos de pinos que la bordeaban, simplemente era una muestra de la magia de la naturaleza.

Cuando abrí los ojos el sol llenaba a raudales el chalet. Estaba sola en la habitación. Supuse que Tyler se habría despertado antes y se había visto con la energía suficiente para salir a caminar por ahí o quizá había ido a desayunar. Habíamos declinado a las aventuras extremas del día para pasar un tranquilo día de relajación porque en verdad estábamos cansados, seguramente él no demoraría en volver.

Decidí ducharme para quitarme la pereza de encima. Cuando terminé del baño, pensé que él habría vuelto, pero no fue así. Lo busqué por los alrededores, pero no había rastro de Tyler. Salí del chalet en dirección al largo camino que llevaba a la recepción, justo había dado unos pasos cuando lo encontré.

—¡Osa! —Ty corrió hasta mí con una sonrisa instalada en los labios—. Creí que aún estarías dormida así que salí a caminar un rato. ¿Quieres desayunar?

—Estoy muriendo de hambre, si quiero.

—Típico de mi osa —río.

Regresamos al bungaló y llamamos al room service para ordenar la comida. Nos sentamos en la pequeña sala de estar del atrio, frente al mar, mientras esperábamos nuestro desayuno.

Se sentía como la perfección: el aire puro, la brisa del mar, las flores alrededor, el silencio. No se escuchaban más que los sonidos de la naturaleza, parecía como si Tyler y yo fuéramos las únicas almas en kilómetros a la redonda, aunque yo sabía que no era así. Sin embargo no dejaba de ser un lugar relajante.

Di un largo suspiro mientras veía gustosa como rompían las olas en la orilla de la Playa.

—Es agradable, ¿cierto?

—Totalmente —respondí con la mayor calma posible.

Nuestro desayuno llegó media hora más tarde. Después de comer seguimos descansando bajo la sombra del pórtico, observando la belleza natural del agua azul y poniéndonos al día en diversos temas.

—¿Quieres ir a nadar un rato? El agua se ve deliciosa.

Se levantó de su asiento y alargó la mano hacia mí. Le acepté la ayuda y fui a cambiarme de ropa, me puse un bañador color azul marino de dos piezas y un short encima. Él estaba listo para meterse al agua cuando terminé. Caminamos hasta la orilla de la playa, frente a nuestro bungaló, y él continuó adentrándose. Me detuve en la orilla, dejando que el agua besara mis pies.

Lo que me llevó a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora