Más incómoda no me podía sentir, lo juro. Maldigo la hora en la que quedé completamente sola, además ya estaba a punto de aventar los zapatos por las escaleras sin piedad alguna del insoportable dolor que sentía.
- ¿Por qué tan sola? ¿No quieres un trago? - me preguntó un hombre notablemente ebrio.
- Yo no tomo, gracias.
- Vamos, bebé, uno al año no hace daño. - estalló en carcajadas. Detestaba que me dijeran bebé, sencillamente lo odio, y más cuando te lo dice una persona ebria que ni conoces.
Maldita sea la hora en la que acepté venir.
- Ya te dije que no tomo, y déjame en paz.
- De acuerdo, vamos a bailar entonces.
- Déjame en paz.
- Lo haré cuando vengas a bailar conmigo. - me acercó peligrosamente a su cuerpo y empezó a restregarse contra mí.
- Suéltame. - ordené, pero no sirvió de nada.
Literalmente estaba a punto de llorar de la jodida impotencia al no poder apartar a ese maldito violador de mi cuerpo.
- ¿Cobras por horas? - preguntó mientras sus manos descendieron de mi espalda hacia mi trasero.
- ¡Qué me dejes en paz! - grité desesperada llamando la atención de los chicos que estaban cerca a mí, y por supuesto terminé llamando la atención del tipo que no me quitaba la mirada de encima.
- Oye nena, cálmate. Solo estoy preguntando porque se me antoja un buen polvo que seguro te va a encantar a ti también.
Suficiente, más humillada y manoseada no me podía sentir.
- Nate, ya déjala. - escuché la voz de Alba y sentí una falsa calma por el momento. El tal Nate se apartó de mi lado, y se fue en busca de una prostituta de verdad.
Qué decepción la gente así.
- Te quiero presentar a un amigo, Lu.
- ¿Quién es?
- Mejor que él te lo diga. Lleva rato observándote, y al parecer le atraes.
¿Por qué pienso que entre Nate y el tipo misterioso no habrá mucha diferencia?
- Aquí está. - Alba sonrió, y el tipo se levantó del sofá tomando mi mano para besarla.