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- ¿Qué pasó? - pregunté difícilmente, puesto que la cabeza estaba a punto de estallarme. No podía moverme, porque al hacerlo, un fuerte tirón muscular creaba terribles sensaciones dolorosas en mi cadera, pelvis y piernas.

- Eso ahorita no importa mucho, hija, ¿cómo te sientes?

- Me duele la cabeza -confesé-, las piernas, el estómago. - y no mentía, mi estómago estaba revuelto como si acabara de bajar de un roller coaster o alguna atracción similar y en las piernas podía ver leves hinchazones y moretones.

- Yo que , hija. - susurró con pesar... Como si la inexplicable razón por la que estuviera postrada en esa cama fuera vergonzosa,tanto para ella como para mí, que repetirlo mientras me lo decía era una humillación completa.

- No te esfuerces mucho en hablar, Lucero. Guarda mucho reposo. - interrumpió una... ¿doctora?

Hice caso omiso a la enfermera que se encontraba en mi casa e hice un amague por levantarme pero fue una pésima idea. - Mamá, tengo exámenes esta semana, necesito...

- Cálmate, la directora habló conmigo esta mañana. Sabe que no puedes ir en esta semana.

- ¿Entonces?

- Me dijo que tu promedio era muy bueno, estaría al tanto para poder eximirte de algunos exámenes.

- Wow. - respondí sorprendida. La directora no era una persona particularmente buena, que hablara con los maestros para pedir compasión por algún estudiante que repentinamente no puede asistir a la escuela. - ¿Qué le has dicho?

- Lucero, debes descansar. Tu cuerpo está muy débil, intenta no hablar, solamente deja que tu cuerpo se relaje.

- ¿Se relaje para qué? - esa maldita intriga me tenía muy mal. Definitivamente necesitaba saber lo que estaba sucediendo, la gravedad del asunto.

- Descansa. - repuso mi madre, obvio, sin contestar mi pregunta. Besó mi frente, cerró las persianas e hizo que todos salieran. Supe que había llorado, sus ojos la delataban, y yo, aunque un poco aturdida por la medicina, seguía terriblemente dolorida.

Nunca nadie en mi familia ha sufrido de alzheimer o alguna enfermedad que involucre la mente, y yo nunca había padecido de lagunas mentales hasta ese día.

Dormí unas cuantas horas deseando que mi cuerpo se relajara como lo había hecho mi mente. Mi madre era sobre protectora, por lo que supuse que había tomado el teléfono que Kolman me regaló y lo había alejado de mí.

Necesitaba ir al baño, saber qué demonios tenía. El roce de mis piernas creaba un agudo ardor en mis muslos. Como por milagro, encendí la luz del cuarto blanco y me visualicé en el espejo: estaba totalmente diferente, como si yo fuera otra: Tenía el cabello revuelto, la cara con pequeños rasguños y brazos amoratados. Levanté la camisa que tenía puesta lo suficiente para poder visualizar mi torso con heridas superficiales, mi pecho con pequeñas manchas rojas que al tacto no provocaban una sensación dolorosa, pero a la vista parecía algún tipo de quemadura grave.

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2016 ⏰

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