James.
La suavidad con la que sus labios se movían contra los míos me estaba volviendo completamente loco. Gemí una vez más al sentir como su lengua acariciaba la mía y sus tímidos labios pedían permiso en cada movimiento.
Me había sorprendido que ambos pensáramos lo mismo. Me estaba discutiendo mentalmente si hacerlo o no. Pero al sentir que ella fue quien tomo mando en la acción, no hice más que hundirme en su boca y probar su adictivo sabor.
Aunque sabía que esto estaba mal. Todo yo decía otra cosa. Esto estaba bien y que luego no tendría que arrepentirme, pero no podía.
Yo era su sexólogo y ella era mi paciente. Nada podría pasar entre nosotros. Ni siquiera un par de besos o siquiera tocarnos las manos por equivocación.
La carne era débil y más la de los hombres. Y si seguíamos con esto, yo no podría parar y le haría más daño que cualquiera.
Así que me separe de ella luego de probar mil veces su sabor. Y no abrí los ojos hasta segundos después. Su mirada atemorizada me causo un escalofrío por toda la espalda. Estos tenían miedo de que yo me arrepintiera. Pero las cosas debían ser así, esto jamás debió haber pasado.
Sus ojos azules me miraron una vez más suplicando. Ella se había dado cuenta. Nuestro beso se había rompido un poco después de que nuestros labios se juntaran y yo me había apartado bruscamente de ella.
—No te arrepientas —suplicó en un susurro. Tragué fuerte, poniendo mis manos en sus hombros para verla mejor.
—Sabes que esto no tuvo que haber pasado —murmuré a centímetros de sus labios. Los cuales en este momento actuaban como un poderoso imán. Ella suspiró, alejándose un poco.
Pero se lo impedí, volviendo a poner mis manos como estaban hace unos minutos.
—Lo sé, pero, tenía muchísimas ganas de hacerlo.
—Yo también —reconocí. Y ella sonrió sin mostrar aquellas perfectas perlas blancas que adornaban su boca. — Pero entre nosotros no puedo ocurrir absolutamente nada y eso lo sabes muy bien.
— ¿Qué hay de malo en unos besos locos? —preguntó y reí suspirando, cerrando los ojos al sentir sus brazos rodearme el cuello.
—Mucho —respondí, inclinándome. Y siendo, ahora yo, quien besaba sus labios. Como si no hubiera un mañana.
Sonreí contra su boca al sentir como su cuerpo se contraía dé la impresión y seguí moviendo mis labios contra los suyos hasta recibir su grata respuesta.
Luego habría tiempo para arrepentirse. Ahora solo debíamos disfrutar.
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Virgen A Los 25 (James Maslow y Tu) ADAPTADA
RomanceSu mala experiencia sexual le hace tomar medidas desesperadas: pedirle consejos a su mejor amiga quien le recomienda visitar a un famoso sexólogo llamado James Maslow. Él realmente interesado por el problema de _____, decide ayudarla, dándole cons...