—No llores, ______ —me consuela Sara, acariciando mi brazo sobre la fina tela del jersey—. Él está bien, solo tendrá un ligero dolor de nariz y un moratón debajo de los ojos, nada grave.
Me secó las lágrimas y la miro, sé que fuera de toda esta situación y por dentro, todo esto le parece divertido y quiere reír. También yo lo hubiera hecho, pero no puedo, no ahora que sé que he golpeado a un chico que conozco y realmente me importa.
Luego de patearlo, él ha gritado y tratado de dejar su nariz tal y como era. Pero no ha podido. Nos hemos vestido como pudimos y corrimos enseguida a la clínica más cercana quedando en que diríamos que él se tropezó y calló.
Me había consolado y reído mientras esperábamos que lo atendieran diciendo que no era nada y que había sido divertido. Pero yo no le encontraba nada de divertido a esta situación.
—Eso es lo que él te dijo que me hicieras creer. Yo estaba allí y oí el sonido que hizo su nariz. Dios, si la he rompido no volveré a aparecerme en su consulta nunca más —ella soltó una risita y la miré. Con mi típica mirada-mata-a-Sara, la cual servía cada vez que ella no podía tener control en alguna situación para-nada-graciosa.
—Tendrás que ir a pedirle perdón y ver cómo está él. No puedes solo desaparecerte así como así, —se levantó y agrego—. Además, él no me dijo que te hiciera creer que no había sido nada. Es que no le sucedió nada, solo fue un pequeño roce.
—Pero aun así tendrá un moratón y deberá usar una venda en su nariz —sollocé y sentí las lágrimas de vergüenza caer por mis mejillas—. Le enviaré una canasta de perdón de esas que María compraba y vendía fuera del instituto.
Asentí como si se me hubiera ocurrido una buena idea y seque las lágrimas. Sara rio una vez más y tomo la taza de té helado para ir a dejarla en la cocina. Tuve que contarle todo lo que había sucedido además de la parte en la que estuvimos a punto.
Dios, estuve a un paso de perder la virginidad y yo la había cagado como siempre. Pero esta vez fue en grande.
Sonreí al recordar sus manos acariciando mi piel y sus labios contra los míos. Había sido tan dulce para que yo no me asustara al momento en que todo sucedería, aunque lamentablemente eso había provocado todo lo contrario. Mis cinco sentidos se habían puesto alerta al momento en que sus manos tocaron la piel bajo mis pantalones y mis piernas cobraron vida propia defendiéndose de cualquier toque.
¡Eso era! Él no tenía que...
—¿En qué piensas? —preguntó Sara, llamando mi atención y sentándose frente a mí. Sonreí mirándola.
—En... —cerré mi boca—. En como haría para pedirle perdón a James —mentí. No le diría a Sara la idea buenísima que se me había ocurrido para perder mi virginidad.
—Sólo ve a la consulta y dile, "lamento casi haber roto tu nariz." —propuso y la miré una vez más como si quisiera matarla. Ella rio inclinando la cabeza hacia atrás.
—Que graciosa —ironice y ella dejo de reír—. Pero no, tenía pensado en darle una sorpresa, que no te diré. Por reírte de una situación para nada graciosa.
—¿Qué? ¿Te enojarás? —Pregunto, levantando una ceja, asentí, dejando la manta a un lado—. No puedes enfadarte por eso, ______. Fue solo una broma.
—Una broma de muy mal humor. Ahora, quiero dormir, así que agradecería que me dejaras sola —sonreí y ella abrió la boca sorprendida.
También estaba sorprendida. Pero quería estar sola y no con alguien que se reiría de algo de lo que no me causaba gracia. Ella frunció el ceño, recogiendo su bolso y mirándome una vez más.
—Hablo en serio, Sara. Vete. Luego hablamos —dije, apagando la pequeña lámpara de la sala. Dejándonos iluminados con la ligera luz que entraba de la calle.
—Está bien, luego hablamos —murmuro, abriendo la puerta y saliendo rápidamente.
Tome la gran caja blanca en la cual venía la ropa interior de la basura y me dirigí hacia la habitación. Sacando las esposas y colocándolas sobre las blancas sábanas. Luego las ligas y sonreí, esto podría funcionar. Solo que ahora dudaba que James quisiera ayudarme.
Aunque tenía una buena idea para perder mi virginidad.
ESTÁS LEYENDO
Virgen A Los 25 (James Maslow y Tu) ADAPTADA
RomanceSu mala experiencia sexual le hace tomar medidas desesperadas: pedirle consejos a su mejor amiga quien le recomienda visitar a un famoso sexólogo llamado James Maslow. Él realmente interesado por el problema de _____, decide ayudarla, dándole cons...