Tiré un par de cartas más a la mesa intentando luchar por ganarle a Bruno, pero mi objetivo se hacia cada vez más imposible. Odiaba perder, y Bruno lo sabia, por eso siempre escogía el juego que peor se me daba.
Fruncí el ceño tratando de buscar una salida a la encerrona del juego pero nada era posible. Miré a Bruno y el muy idiota aguantaba una sonrisa divertida. Rendida tiré las cartas a la mesa y Bruno levanto las manos haciendo un gesto de victoria. Rodé los ojos y mire el móvil mientras oía como Bruno se vitoreaba a sí mismo.
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Los leí buscando algo interesante pero todos eran sobre publicidad barata. Me levanté dejando a Bruno bailando allí solo y fui a la cocina mientras lo observaba.
-¿Podrías parar? No creo que un juego de cartas le de tanta alegría a nadie, sé que lo haces para molestarme-- rellené un vaso de agua y lo bebí de un tirón
-Suficiente motivo para celebrar-- sonreí de lado. Iba a responderle alguna jocosa broma pero el timbre de la puerta desvió mi atención de Bruno. -Creo que deberías abrir tu-- le gruñí en voz baja mientras él huía escaleras arriba probablemente asustado de que fuera nuestro jefe el que esperaba ahí fuera.
Abrí la puerta entrecerrando mis ojos por si alguna sorpresa no muy buena me esperaba cuando abriera esa puerta. Pero vaya que sorpresa me encontré cuando vi a un chico alto de ojos azules bastante claros y pelo muy, muy negro. Bombón.
Él buscaba alguna palabra mía, pero yo solo podía admirar a semejante dios.
-Buscaba a Anais... ¿eres tu?-- ¿qué se supone que tengo que responde cuando estoy en amenaza constante con mis ''amantes abandonados''?
Quizás sea uno de ellos y sepa Dios lo que puede hacerme, donde puede llevarme, o con qué amenazarme.
Suena exagerado.
-¿Por qué lo preguntas?- entrecerré los ojos de nuevo buscando una respuesta suya que no fuera demasiado sospechosa.
-Tu jefe, bueno, ahora también mi jefe me ha mandado aquí para ayudarte con tu trabajo- solté el pomo de la puerta y pensé dos veces antes de hablarle. ¿Ayudante? Se supone que Bruno es mi ayudante. Además ¿para que querría yo un ayudante? Si aunque Bruno tiene ese título él ni siquiera me ayuda, solo me echa una mano pero lo hago todo yo sola. Tengo la suficiente confianza en Bruno como para que me eche esa mano pero este chico llamado como quiera que se llame ni siquiera me conoce por lo tanto es inservible para mi.
-Creo que estoy bien gracias -iba a cerrar la puerta pero su pie entre medias de la puerta lo impidió. Lo miré mal.
-No soy un vendedor que viene a proponerle una aspiradora señorita Colsson. Soy un ayudante para usted, mandado por SU jefe, se supone que un jefe manda, por lo tanto siento si le incomodo, pero estoy aquí, y aquí me quedo.- se cruzó de brazos y yo solté la puerta interponiéndome en su paso.
Solté un toque de risa quedándome cruzada de brazos frente a él.
-Mi jefe manda en mi trabajo, no en mi casa, y esta es mi casa- elevé una ceja y él rió negando con la cabeza permitiendo que yo siguiera hablando- Así es que haga el favor de salir de aquí si no quiere que lo eche yo misma a escobazos.- paró de negar jocosamente con la cabeza y me miró con una media sonrisa que hizo que el cuerpo se me paralizara.
-Creo que se equivoca si piensa que este 'trabajo' (si lo quiere llamar así) es tan normal como cualquier otro, quizás no supiste bien donde entrabas o donde trabajabas pero creo que ya es hora de que se de cuenta. Su vida es la vida de su jefe, de sus compañeros, de uno solo, porque así ha sido siempre. Siento que usted se entere ahora de todo lo que conlleva esto pero es así. Así que si quiere tenerme esperando más rato en la puerta tratando de convencerla a usted para que yo pueda quedarme, tráigame una silla, ya que no soy yo el que quiere estar aquí.- sus palabras me dejaron pensativa y atónita, y por supuesto sin ninguna otra cosa con la cual contraatacar y superarle por lo que bajé mi cabeza y lo dejé pasar.
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Bad Girl {The Begining}
RomanceCada cosa requiere tiempo. Cada segundo que corre las cosas cambian, alguien en alguna parte de la tierra cambia algo de su vida, algo que tiene oxidado y hace que su vida se convierta en una repetitiva rutina. ¿A quién vamos a engañar? Lo viejo can...