White Wings.

Déjate caer.

TOP se encuentra observando, mira algo que hace mucho le llama la atención. Alguien que le llama demasiado la atención. Le observa desde hace ya días atrás, le gusta verle pasear, cuando va de compras, cuando se sienta en alguna terraza a tomar algo. Le da igual cuando y como, él se limita a observarle desde la lejanía.

-¿Qué tanto miras?

Alguien interrumpe a TOP en su observación, simplemente se le queda mirando y continúa mirando al vacío en el que se encuentra ese alguien que le quita el sueño. Pasados unos segundos, quizás minutos, recobra la compostura intentando centrarse en otra cosa.

-Vámonos. – se limita a decir TOP en tono bajo.

Ambos comenzaron a andar entre la nada, cruzándose con más como ellos en su camino. Cruzando breves saludos con algunos, ignorando simplemente a otros. Vagar sin rumbo es muy absurdo, pero cuando estás en un lugar en el que no hay sitio al que ir lo absurdo se vuelve normal.

-¿Por qué no pides bajar?

TOP que caminaba sumido en sus pensamientos, se paró en seco durante unos segundos. Volvió a echar el paso pensando en ello. ¿De verdad merece la pena bajar? Su mente empieza a deambular por un camino oscuro de dudas. Bajar, después de todo no podría ser tan malo, muchos lo habían hecho ya. No puede ser tan grave.

-Es complicado Kris.

El nombrado camina a su lado sin saber que decir, no sabe que es lo que perturba al otro, simplemente lleva días perdido en algo, más bien en alguien, ¿y por qué no ir a buscarlo?

-Si quieres puedo acompañarte. – propone de un momento a otro.
-¿Acompañarme? – pregunta TOP parándose para mirar al otro.
-Sí, bajo contigo. – repite Kris – Si quieres, si no quieres no pasa nada. – termina diciendo.

TOP continúa andando pensando ahora en la propuesta de su amigo, quizás sí sea buena idea. Aumenta el paso tomando rumbo fijo. Solo hay un sitio en ese lugar al que ir y había llegado el momento de hacerlo.

No tardaron más de media hora a buen paso en llegar al lugar, una especie de mansión blanca perdida en medio de la nada. Se quedaron parados delante de la puerta, intercambiaron una mirada y ambos asintieron con la cabeza decididos.

Ji Yong se prepara para salir, ya ha terminado de cenar y ha quedado a las once, con un amigo suyo. Era de estos días en los que tenía ganas de acabar con el mundo y solo él sabía como hacer eso a su estilo. Él no era ninguna clase de engreído y tampoco se lo tenía creído, pero si los demás se consideraban por debajo de él no era problema suyo. Por el caso contrario, si alguien se consideraba mejor que él, ya se encargaría él de demostrar con hechos que no era así.

Se dispuso a salir, no hacía mal tiempo, la noche estaba perfecta y Ji Yong salió con motivación en busca de su amigo. Caminaba entre las calles por cuales paseaba la gente tranquila. A paso firme se dirige a su destino viendo a lo lejos el punto de encuentro con su amigo. Con una pequeña carrera llega hasta él.

-Lo siento, no quería hacerte esperar. – le dice Ji Yong disculpándose en el saludo.
-No pasa nada, acabo de llegar hace menos de cinco minutos. – le responde sonriente.
-En fin no perdamos más el tiempo. – dice Ji Yong poniéndose en marcha – Hoy tengo ganas de patear culos.

Ambos se dirigen a su destino. Se adentran en un barrio bajo de la ciudad. Aquí la gente no paseaba tranquila por las calles, al no ser que tuvieras la suficiente fama para que no te rompieran la cara o supieras defenderte en condiciones. En ese caso ellos tenían ambas. Ji Yong ponía la fama y el otro las patadas. Eran de los pocos que se paseaban por los barrios bajos de Seúl. Los reconocían a kilómetros, solo ellos serían capaces de vestir así por esa clase de zona. Si tenías que andar por allí era mejor pasar lo más desapercibido posible. Tampoco es que la vestimenta fuese muy extravagante, pero se notaba cara. Los pantalones de Ji Yong por muy rotos que estuviesen se respiraban en ellos el dinero que habían costado. Cuando llegaron a su destino, El Ángel Caído, Ji Yong se paró en la puerta.