Capítulo XIX

684 47 0
                                    

Anne me había traicionado. Y no sólo a mí, también a Harry. En aquel momento tan sólo pensaba en cómo la conocí, no cuando mi padre vivía, sino cuando la OS me amenazó...

Corría por una carretera de Francia totalmente desierta, excepto por la presencia de un coche que se acercaba a mí, a pesar de que aún le sacaba ventaja. Recuerdo que los músculos de las piernas me ardían por el esfuerzo al correr tanto. No tenía esperanza alguna de alejarme de ellos, pero no pensaba ceder tan rápido.

Era mi primer encuentro con la OS cara a cara. Sólo había divisado a dos mujeres en el coche, de las cuales reconocí a Marie, la líder. Le acompañaba una mujer rubia, un poco más joven que ella. Y me estaban alcanzando.

De aquel día lo que mejor recuerdo es como Anne me disparaba un dardo tranquilizante como si fuese un animal furioso e incontrolable.

Y me entristecía recordar la mañana en la granja de Ted donde Anne me estuvo consolando en el almacén de paja. Y ahora volvía a por mí.

Estaba en la cocina preparándome un bocadillo de tortilla. No quería agotar demasiado pronto la comida del frigorífico. Un estrepitoso sonido, que al poco identifiqué como la melodía del teléfono, interrumpió el silencio. Corrí hacia él y cuando lo alcancé, aferré mi mano a éste deseando que fuese Harry.

-¿Sí?

-Suenas un tanto entusiasmada. ¿Te agrada escuchar mi voz, cielo?

La sonrisa que mostraba mi rostro al pensar en la posibilidad de que fuese Harry se borró en un abrir y cerrar de ojos.

-Es bueno escuchar una voz conocida. ¿A que no sabes lo que he soñado hace poco?

-Eh...

Parecía no querer escucharme, pero la corté.

-Era un recuerdo. Yo estaba con Karina jugando y tú estabas abajo con tu marido y mi padre. Karina me decía que le caías mal porque nunca le hablabas de tu trabajo. ¿Nunca le has dicho que eres de la OS? Se lo diré yo misma.

-... Interesante. Bueno, a lo que vamos. -Carraspeó- Imagino que el chivato de Harry ya te lo habrá dicho, ¿no?

-Sí.

-Pero no te ha contado todo. Cuando me di cuenta sentí una alegría tremenda. Bella, cariño, ¿te quitaste la pulsera eléctrica con la cuál podíamos seguir tu rastro?

...

Puse los ojos en blanco. Anne empezó a reírse al escuchar mi silencio. Lentamente, dirigí la vista a mi muñeca. Ahí estaba. La llevé todo el tiempo, sin darme cuenta.

-¿No hacía falta el escáner para localizarme?

-Antes, ya no. Hemos hackeado el sistema de funcionamiento de la pulsera y ahora sé que estás en tu casa, en Maidstone. Ah, y otra cosa, cielo. La pulsera hay que desactivarla para que te la puedas quitar. Yo, que soy la compradora de dicha pulsera, he de desactivarla. Así que no te escapes porque vamos para allá y queremos un enfrentamiento cara a cara. Adiós.

Colgué el teléfono, y volví a mirar la pulsera. Sabiendo que era imposible, traté de quitármela. Pero como ya he dicho, era imposible. Se me pasaron por la cabeza millones de ideas para quitármela, ideas que si las compartía con alguien, ese alguien dudaría de mi cordura. Así que tan sólo traté de rajar la pulsera con un cuchillo, pero no hubo éxito.

Cuando quise darme cuenta eran las cuatro de la mañana. Y tenía un sueño tremendo. Subí a mi cuarto, me acosté en la cama, y apagué la luz de la lámpara.

Cuando cerré los ojos tuve miedo de volver a soñar. No quería recordar más cosas. Le supliqué a mi cerebro que no me jugase una mala pasada. Pero lo hizo.

Sin Final ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora