Capítulo XXI

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Tras dos días encerrada en esa triste habitación, con la única visita de la comida dos veces al día, asumí que tenía que rendirme. Había adelgazado como dos kilos, según un peso que encontré en en armario.

No sabía quién traía la comida, excepto que no se trataba de una mujer, ya que la mano tenía todos los rasgos de pertenecer a un hombre. Podría ser Peter, Dereck... o Mason, incluso. El caso es que no decía nada, sino que abría la rendija de la puerta y pasaba por debajo la bandeja.

Mi desesperación aumentaba por momentos. No sabía que había sido de mis amigos, que le habían hecho, ni si seguían en la base o les habían liberado. Yo me limitaba a comer y a dormir. En cuanto a mis necesidades, detrás del armario (joder, detrás del armario) estaba la puerta que comunicaba con un baño bastante pequeño. Todo aquello me recordaba a los cuatro o cinco días que pasé encerrada en la habitación de Liguria.

Las diez y media de la noche. No tenía sueño. Había apagado la luz, me había sentado en el suelo y había ocultado la cabeza en mis rodillas, pero no tenía sueño. Mi única esperanza de sobrevivir a aquello era que la máquina que me fuese a quitar a Dale se estropease como pasó la primera vez. Eso estaría bien.

Alguien llamó a la puerta. Alcé la vista, me levanté, y traté de encontrar el interruptor de la luz en la oscuridad. Cuando lo encontré, lo pulsé y la luz me hizo cerrar los ojos un poco.

Volvieron a llamar a la puerta.

-Sabes bien que no puedo abrir la puerta, ¡joder!

Ésta se abrió y vi a Anne.

-Ven.

-¿A dónde?

Empecé a asustarme.

-¿A dónde crees tú? Venga, vamos.

Hizo un gesto con la mano para que la siguiera, y se dio la vuelta para alejarse por el pasillo. Entonces la seguí. Avanzaba con torpeza, porque había empezado a adormilarme. Ahora quería volver a mi habitación y dormir. Dormir mucho, como ocho horas o más.

-¿Qué habéis hecho con mis amigos?

Ella se rió.

-Puedo parecer una mujer imponente, pero yo no soy la jefa. Pregúntale a Marie, ella lo sabrá. No los he visto desde que los encerraron en el cuarto ese.

Seguimos avanzando hasta llegar a una sala en la que no había estado antes. Lo único que había en la sala, era la odiosa presencia de Marie, y junto a ella, una tela que cubría algo grande.

Fulminé a Marie con la mirada, a lo que ella respondió sonriendo.

-Acércate. -Me ordenó Anne por detrás.

-¿Y los demás? ¿Y Peter, Dereck y todos esos?

-¿Acaso te interesa? -Me dijo Marie, que me había oído.- Acércate y no hagas preguntas.

Obedecí y me coloqué a escasos centímetros del chisme que me separaba de Marie. Tuve la tentación de retirar la tela, pero sabía que se enfadarían.

Marie, como si me hubiese leído el pensamiento, retiró la tela dejando al descubierto una maquinaria muy similar a la de Liguria.

-¿Y si se rompe otra vez? -Ironicé.

-No se romperá. Marie frunció el ceño- No antes de acabar contigo.

Tiró la tela al suelo y se apartó extendiendo los brazos hacia el asiento.

-Adelante.

Tragué saliva. Tenía un plan, pero no sabía si llevarlo a cabo en aquel momento. Desde luego, la presencia tan sólo de ellas dos facilitaba las cosas, pero...

Sin Final ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora