Capítulo 7: Beso

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       Eran las cinco de la tarde y Ethan y yo íbamos caminando hacia mi casa. Acabábamos de estar en la suya, ya que yo me había despedido de su familia. Los tres le mandaron muchos saludos a mi madre y me regalaron muchas galletas de jengibre. Ethan me venía contando sobre el partido que había visto en la televisión aquella mañana. Era momento de despedirme. En realidad yo tenía que estar en la escuela al día siguiente a medio día, pero aún así no podía dejar que me viese irme. Me vería entrando al bosque y eso sería algo que no podría explicar.

—Oye— le dije y me detuve en frente de mi casa interrumpiéndolo. Me miró extrañado —Me quiero despedir— le dije intentando sonreír. La verdad, era algo que no podía hacer. Odiaba tener que mentirle y decirle que no lo vería en mucho tiempo. Me miró tristemente.

—Eso lo haremos mañana Mia— me dijo inclinándose hacia mí. Ethan siempre hacia eso, ya que era muy alto. Intenté no mirarlo, no quería llorar.

—Mañana me iré muy temprano y no quiero que te desveles, mañana tienes clases— le dije intentando crear una excusa. En lo profundo, no quería que se fuera.

—Mia, no me iré. Entremos de una vez, porque me voy a quedar a dormir aquí aunque me inventes mil excusas— me dijo riendo. Cada día me daba cuenta de lo fácil que era adivinar lo que estaba pensando. Todos siempre me decían lo que acababa de pensar y comenzaba a hartarme. Me rodeó fuertemente con un brazo y entramos a la casa.

        Estábamos viendo una película de James Bond y yo estaba entrando en pánico. Me puse a pensar que incluso quizás tendría que irme en un taxi fingiendo ir al aeropuerto. Ethan estaba feliz viendo aquella película y siempre añadía datos curiosos en escenas de acción. Yo tenía mi cabeza sobre sus piernas y él acariciaba mi cabello. Me miró por unos segundos y al sentir su mirada volteé a verlo. Su voz era temblorosa.

—Te voy a extrañar— suspiré y giré para verlo a los ojos —Sé que no volverás aunque digas que lo vas a hacer— me dijo en un tono de decepción mientras miraba atentamente mis ojos. Tragué saliva y volvió a ver la televisión, parecía que iba a llorar.

—Oye— le dije haciendo que volteara a verme de nuevo —Juro que voy a regresar y que volveremos a ver las películas de James Bond cuarenta veces— le dije riendo —Aunque pasen décadas, siempre nos vamos a ver— le dije mientras él lentamente comenzaba a sonreír.

—¿Por qué no quieres que esté aquí?— me dijo dejando de sonreír. Pensé en qué contestarle mientras miraba hacia la televisión. No quería mentirle, no en un momento como ese.

—No me gustan las despedidas— le dije y me volvió a acariciar el cabello.

—Entonces no lo hagas una despedida— me dijo acariciando mi mejilla. Giré a verlo y le sonreí. Colocó su mano debajo de mi oreja, inclinó su cabeza y se relamió los labios. Tragué saliva y miró fijamente mis labios. Sentía su respiración cerca de mi cuello, aunque no estaba cerca de este. Mi corazón latía como si tuviese taquicardia. Comenzó a cerrar los ojos y se acomodó en el sillón. Cerré los ojos y me besó. Comencé a respirar lentamente, no podía estallar en ese momento. Me levanté un poco y él me rodeó con su brazo izquierdo para que me quedase ahí. Quedé sentada en sus piernas y mis manos comenzaron a acariciar su rostro. Era un beso suave y tierno. Sentía absoluta calma, como cuando ves la lluvia en absoluto silencio o escuchas música. Tomó mi rostro con su mano derecha y comenzó a acariciarme la mejilla. Después de unos cuantos segundos se separó de mí y abrí los ojos —Me gusta hacerte besado por última vez— me dijo mientras sonreía. Le regresé la sonrisa y sin contestarle lo abracé. Lo abracé por tanto tiempo, que decidió acomodarse en el sillón para que el abrazo continuara. Nos quedamos acurrucados por mucho tiempo.

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