Chicago, Illinois.
Día actual.
Sus ojos están cerrados, pero su mente está despierta. Él ya está acostumbrado a las pesadillas y a las noches sin poder dormir, pero éstas se han vuelto más frecuentes desde el asesinato de Danielle Bradley.
Además de repetir aquel episodio terrible en su vida constantemente en su pensamiento, también sueña con el maltrato que su madre, su hermano y él recibían por parte de su padre. Sueña con Emma y en los momentos que vivió a su lado; pero justo cuando piensa que todo va demasiado bien, el sueño se convierte en pesadilla e imagina escenarios fatídicos en los que su amada chica de ojos violeta muere en sus brazos. Esas pesadillas son sin duda las peores. Hoy ha vuelto a revivir la forma en la que aquella bala perforó el cráneo de la mujer que alguna vez había querido como a una madre.
Tras haber repetido el sonido del arma en su memoria, Hunter despierta de golpe. Se sienta sobre la cama e intenta tranquilizarse repitiéndose que sólo ha sido un mal recuerdo; sin embargo, no puede dejar de aferrarse a las cobijas como si éstas fueran la pieza clave para mantenerse atado a la realidad.
—Hunter, ¿está todo bien?
Se ha olvidado de la presencia de la mujer con la que ha pasado la noche. La chica le observa con los ojos bien abiertos y roza la piel del chico con manos temblorosas. Él se tensa por completo al sentir aquellas yemas frías sobre la única cicatriz que lleva en la espalda.
—No me toques— exige el castaño con agresividad en cuanto siente que la rubia ya ha demorado bastante con aquel gesto —. Estoy bien, ¿vale? Ya puedes irte— prosigue sin dejar de utilizar aquel tono tan pedante mientras planta los pies sobre la alfombra.
De reojo, logra percatarse del momento en el que la chica de piel aperlada limpia una lágrima traicionera con el dorso de su mano.
—Es sólo que— la joven no sabe si decir lo que está pensando sea conveniente, se le ve el terror en la mirada y Hunter se odia por ser él quien provoca aquello—, pensé que tú y yo.
— ¿Qué?— contesta a la defensiva, a pesar de no tener nada de lo cual tenga que defenderse—. ¡Ah! Ya, ya, ya— le encara—. Qué acaso pensaste que por un par de noches... ¿ya estaríamos juntos?— su tono es bastante burlón y cruel. Él está consciente del impacto que causan sus palabras; pero logra hacer que no le importe demasiado, ya que sabe que ésta chica es de las que se preocupan de más, no puede darle alas. Él no vale la pena.
—Eres un imbécil— responde ella. Está dolida, pero no le dará el gusto de verla llorar. Lo cual Hunter le agradece. Odia cuando alguien llora por su culpa, en especial las mujeres. Lo irónico es que eso es lo que mejor suele hacer últimamente.
La chica se aferra a las sábanas que cubren su desnudez, toma sus prendas y sale de la recámara dándole un azote a la puerta.
En cuanto logra percatarse de su soledad, Hunter se apresura a tomar una ducha. Harry le ha mandado un mensaje al móvil. Mónaco quiere que se encarguen de recibir otra entrega en el muelle.
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Todos mis demonios ©
Novela JuvenilLa avenida Wacker no es un lugar para andar solo, mucho menos para intentar hacer amigos. Ahí nadie sabe con quién se mete, pero Hunter y Harry Davis no tienen opción. Ese lugar se ha convertido en una deuda a saldar y Mónaco Smith, el mafioso más i...