Chicago, Illinois.
Tres años atrás.
A pesar de frío congelante que aprisiona la ciudad, la parte más baja de la calle Wacker se encuentra atestada de gente. Son las tres de la madrugada en punto, pero a los fanáticos de las carreras clandestinas no les importa nada. Los espectadores quieren presenciar el espectáculo que se formará al enfrentar a los protegidos del rey de Chicago, los gemelos Davis.
Hunter gira levemente la cabeza para percatarse de que su jefe, Mónaco Smith, el monarca del mundo ilícito en la ciudad, ha llegado. Ve como Smith se desabrocha el botón del saco al bajar de su camioneta negra blindada. Sus guaruras lo siguen a diestra y siniestra en todo momento hasta que éste se adentra en otro auto. Hunter no puede hacer otra cosa que no sea mirarle con reproche.
Aquel hombre alto y de piel oscura le había amenazado a tempranas horas de la mañana. Hunter tiene que ganarle a su hermano Harry esta noche, de lo contrario, Smith le pondría a cargo de uno de sus favores especiales. Ese tipo de encargos que involucraban amenazar personas a mano armada por no pagar sus deudas o alguna entrega de mercancía.
—Oye, Hunt— el chico escucha la voz de Brandon Smith, hijo de Mónaco, a sus espaldas—. ¿Está listo el auto?
Hunter se limita a asentir dos veces con la cabeza. No sale palabra de su boca. No tiene ganas de hablar.
—Harry no ha parado de fanfarronear. Muero por ver cómo le callas la boca cuando le ganes— el chico coloca su mano sobre el hombro de Hunter, pero éste le esquiva al mismo tiempo en que le advierte que no vuelva a tocarle.
Brandon se retira alzando las manos por encima del pecho sin decir nada más. El chico resulta bastante hablador para el gusto del gemelo. Hunter nunca ha sido de muchas palabras, pero es mucho mejor conversador—y de mejor carácter— que Harry, de eso nadie tiene duda.
—Intenta bajar la velocidad en las curvas, o podrías volcarte. Aplica para autos y para las mujeres.
Esta vez es el propio Mónaco Smith quien se aproxima a Hunter como si éste necesitara de sus consejos los cuales, como hasta ahora, no le han dejado nada de lo que pueda sentirse orgulloso.
—No necesito tu asesoramiento. Aquí, el único que ha corrido, soy yo.
Mónaco le mira de forma incrédula, sorprendido por las agallas que suele mostrar su protegido al hablarle de semejante forma. Con sólo diecisiete años, Hunter ha demostrado más valor en ese aspecto que cualquiera de sus otros pupilos.
—A ver si vas cuidando ese tonito, cabrón. No merezco ese trato después de todo lo que he hecho por tu hermano y por ti.
—Tienes razón, perdona— Smith está por tomar el hombro del chico para mostrarle que lo ha pasado por alto, pero el gesto queda en el aire cuando éste dice—: Siempre se me olvida agradecerte por habernos jodido la existencia.
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Todos mis demonios ©
Teen FictionLa avenida Wacker no es un lugar para andar solo, mucho menos para intentar hacer amigos. Ahí nadie sabe con quién se mete, pero Hunter y Harry Davis no tienen opción. Ese lugar se ha convertido en una deuda a saldar y Mónaco Smith, el mafioso más i...