Rieth

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Rieth era una niña huérfana y tranquila, que solo tenía a su hermana mayor Ster, hasta que un día salió a jugar en un parque alejado de su hogar, el único que había en esa ciudad.

Iba preguntándose el porqué sus padres las habían abandonado, si eran buenas niñas y no peleaban entre ellas. Sentada en una banca miró por todos lados, esperando ver a sus padres acercarse a ella y juntos ir por su hermana para irse. Un dulce sueño de una pequeña niña huérfana.

Muchas familias pasaron a su lado, lastimando el corazón de la niña, pero ella seguía ahí, esperando.

Un Omega se acercó a donde estaba la niña, que no había aguantado el sentimiento de dolor y había empezado a llorar desconsolada. El otro niño le tocó el hombro, llamando su atención.

—¿Mm? ¿Qué quieres? —dijo Rieth, que era considerablemente más pequeña que el otro niño, pero eso no era novedad para ella ni las personas que la conocían.

El niño rubio no dijo nada, solo señaló un grupito de Omegas jugando tranquilamente en el pasto del parque, preocupándoles poco si los adultos preguntaban donde estaban sus padres para que los regañaran.

—Y con eso me quieres decir que... —dijo la de cabellos negros cuestionando las acciones del otro niño, mientras que él le sonreía para contestar amablemente.

—¿Quieres jugar con nosotros? Mientras más seamos más difícil será el juego, que fue inventado por mi si me dejas presumir.

—Nombre.

El rubio de ojos azules abrió los ojos sin entender el monosílabo que la de rizos peculiares había soltado tan de repente. Ella, hastiada, bufó y entrecerró sus ojos.

—TÚ nombre.

—¡Ah! Mi nombre es Alfred F. Jones, él tuyo es...

—Rieth —contestó secamente la morena de ojos morados mientras movía sus pies por lo alta que era la banca, por lo menos para ella—. Y supongo que jugar con ustedes no estará tan mal, aunque si Ster llega y me regaña diré que tú me obligaste.

Alfred hizo un puchero, pero aceptó la condición de la niña y la llevó con los otros Omegas, presentándola y diciendo que era que nueva amiga y que era solo suya, a lo que recibió un golpe en la cabeza por parte de Rieth, según ella jugetonamente, ya que ahora eran amigos.

Y jugaron durante horas y horas, en los que la niña por fin se había abierto a alguien después de la muerte de sus padres y pensaba en otra cosa que no fuera eso, que parecía ya aturdir a su hermana mayor que trataba de sacar a su hermanita y a ella misma de ese horrible lugar que era el orfanato "Los Ángeles Milagrosos".

—¿Volverás a este parque mañana? —preguntó ahora él hermano mayor de Alfred, Matthew.

Rieth solo asintió y fue corriendo hacia él encuentro con su hermana mayor por 3 años, que acababa de cumplir los 11.

—Ster, ¿puedo venir mañana? Le prometí a un amigo que vendría —dijo sonriente la pequeña, esperando ablandar el corazón de la mayor y conseguir un sí como respuesta.

—No lo sé, Ri, sabes que debemos preguntarle a la señorita Magdalena.

La niña solo hizo un ruidito, expresando que había escuchado pero que no le gustaba mucho la idea.

La señorita Magdalena Ruíz era una mujer joven, que hacía un par de años había conseguido el poder del orfanato. Era estricta y seria, mientras que una mujer que no tenía el puesto de la señorita Magdalena era un amor. La señora Petra* Cornejo, prima lejana de Magdalena.

Por Conveniencia [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora