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En esos instantes, en otro lugar

La ventana estaba abierta. Entraba una suave brisa del exterior que refrescaba toda la habitación, trayendo consigo el sonido de las campanadas de una pequeña capilla que había en el centro del pueblo. Era tarde.

"TON" "Una...dos...tres...cuatro"

Cuatro campanadas. "Las cuatro de la madrugada", pensó Jimmy.

Se giró en su cama; no podía dormir.

"La señoritaza", pensó en las palabras de Lai. Esbozó una sonrisa y cerró los ojos. Se colocó boca arriba y cruzó los brazos por detrás de la cabeza. Miró al techo. La lámpara estaba apagada, pero la habitación estaba en penumbra gracias a las luces que emanaban los establecimientos que aun seguían funcionando y las farolas de la calle.

Recordó la cena con Lai y Stephanie.

Una buena velada. Las pizzas, deliciosas; las mejores.

Le encantaba salir con sus amigos y hacer deporte. Cuando hacía buen tiempo, su pandilla y él se reunían y jugaban partidos amistosos. Luego, algunos salían, otros se iban de cena, otros volvían a casa, otros se reunían con sus "chicas"...

Cerró los ojos. ¿Era ella su chica? Suspiró y se acurrucó entre las sábanas. Era la madrugada del 20 de junio. Mañana, 21, sería el solsticio. En pocos días volvería a verla y todo sería perfecto; como los demás veranos. Se relajó. Su respiración se incrementó poco a poco y su mente se dejó llevar muy lejos.

Bajó del coche. El viaje había sido agotador a pesar del buen tiempo y el poco tráfico. Pero merecía la pena.

Allí estaba ella esperándolo, como todos los años a principios de julio. Ambos sonrieron. Él sacó sus maletas del maletero y pronto su abuela, que esperaba en la puerta, salió a abrazarlo fuertemente. Su madre y su hermanastra también bajaron; cogieron su equipaje, saludaron a la abuela y entraron en la casa.

Él hizo un gesto a la chica que esperaba al otro lado de la calle para indicarle que dejaba las maletas y volvía a salir. Ella sonreía.

Entró en casa. Subió las escaleras y se dirigió a su cuarto.

Desde pequeño, en casa de su abuela, ese había sido siempre su sitio preferido, su guarida. Dejó la maleta encima de la cama, descorrió las cortinas y abrió la ventana para ventilar. Al iluminarse la habitación se dio cuenta de que todo seguía de la forma en que lo había dejado el verano pasado. Se fijó en las fotos que estaban pegadas en la pared de encima de su escritorio. Todas tenían bastantes años, excepto una. Aparecían abrazados. Él apoyado con la espalda en un muro, sentado sobre la hierba, y ella tumbada en su regazo, mirándose ambos, sonriendo y con las manos entrelazadas.

Se conocían desde los primeros años de primaria, cuando iban juntos a la misma clase. Luego sus padres se habían separado y su madre, nativa del pueblo en que actualmente vivían, se había llevado a su hijo con ella, quedando su padre temporalmente en casa de su abuela; la misma con la que ahora veraneaban. En su momento había sido duro, pero muchas veces, al recordar, volvía a serlo, pues desde hacía cuatro años, no había tenido noticias de su padre.

Movió la cabeza. No quería seguir pesando en ello.

Despegó la foto de la pared. Por detrás de la imagen, ella firmaba con una dedicatoria para "Mi querido Jim".

El verano pasado había sido diferente. No habían sido solo amigos o ex compañeros de clase.

Guardó la foto en un bolsillo de atrás. Se miró en el espejo y se peinó un poco unos cortos mechones rubios del flequillo. Sonrió. Bajó lo más rápido que pudo las escaleras, no quería hacerla esperar.

-Jimmy, no tardes- dijo su abuela desde la cocina- tienes que ayudar a desempaquetar el equipaje y todo lo que habéis traído.

Quiso contestar pero no le salían las palabras. Estaba eufórico. El corazón le iba a cien. Quería abrazarla y decirle lo mucho que había pensado en ella durante ese curso. Abrió la puerta, salió, cerró de golpe...

Y se detuvo en seco.

¿Quién era ese? ¿Por qué se acercaba sonriendo a ella? Se estremeció. Sería algún amigo. Sí. Tenía que serlo. Pero la abrazó por la espalda y le plantó un beso en el cuello. "Un amigo". Entonces ella se giró y se besaron intensamente. Cuando el beso terminó, ella reaccionó al verlo.

Estaba petrificado. Se tocó inconscientemente la foto de su bolsillo.

-Dhana...-susurró.

-¿Quién eres?- preguntó la chica confusa-¿Cómo sabes mi nombre?

-Dhana...-repitió- Soy Jimmy-le temblaba la voz-Soy Jim...

"Tu Jim..." quiso decir.

-Lo siento,-ella pareció no entender. No lo había visto en su vida- no sé quién eres.

Jimmy sintió ahogarse. Le faltaba el aliento. Tuvo una sensación de vacío. Caía. Quería caer. El golpe no podría ser más duro.

Se golpeó. Abrió los ojos y palpó el frío parqué que contrastaba con el sudor de su cara.

Estaba confundido. Levantó la vista y reconoció las sábanas amarillas de su cama. La ventana seguía abierta y entraba algo más de luz que cuando se había ido a dormir. Miró el reloj. Las siete menos veinte. Hizo un gran esfuerzo por incorporarse y se dejó caer de nuevo sobre el colchón. Suspiró. Aun sentía el latir apresurado de su corazón.

"Dhana". Buf, no. No se podía encaprichar con ella.

Eran solo amigos. No, no lo eran. Solo eso no, ¿o si? No estaba enamorado. Eran amigos. Sí, solo amigos. Sí, eso. El verano pasado no había sido más que...¿Que...?

-Amigos-repitió en alto para sí-Somos amigos.

Se recostó sobre la almohada y tomó su portátil. Quería distraerse. Nada más encenderlo, abrió el correo.

Desearía no haberlo hecho.

Se quedó sin aliento en cuanto vio el primer mensaje, de remitente desconocido, con un asunto que ponía: "Hola Jimmy, soy papá ".







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