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No le respondí al mensaje. Realmente no sabía qué decirle. No sabía si sentía algo. Tendría que pensar y más tarde, o mañana, le respondería. Apagué el móvil. Me puse el pijama y abrí la colcha. Me metí, apagué la luz y miré a las estrellas que tenía pegadas en el techo y que brillaban en la oscuridad. "Las estrellas de Heck", pensé sonriendo.

Cerré los ojos.

Sonó el timbre de casa. Los abrí repentinamente. Inconscientemente me giré hacia el reloj de mi mesilla. "Las doce pasadas; ¿Quién puede ser a estas horas?", pensé.

Escuché como mi madre bajaba las escaleras y abría la puerta. Hablaba con alguien.

Tras unos segundos, unos pasos lentos subieron las escaleras y se aproximaron a mi habitación. Eran de dos personas y unos no me sonaban.

-Está despierta aun, acaba de entrar en su cuarto hace nada- escuché a mi madre amablemente- Tú entra sin miedo.

-Gracias-dijo una voz agradecida.

"Esa voz..."

Dos toquecitos en la puerta. No contesté. Esta se abrió y alargué mi mano para encender la luz, asustada.

Creo que esto nunca me lo imaginaría.

Se me pusieron los ojos como platos; yo sentada en la cama y con la mano aun extendida, me latía el corazón a morir.

Él estaba en mi casa. En mi habitación.

Hizo un amago de sonreír y de disculpas.
Yo estaba atónita.
Pero esto era verdad.
La realidad.
De carne y hueso,
Heck estaba ahí, mirándome.

DestellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora