Capítulo V

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Entramos a la librería Road entre risitas y empujones. La regordeta pelirroja nos indica la sección clásicos en un gruñido. Mía y yo nos miramos con diversión y seguimos las indicaciones al pie de la letra. Tomo "Cumbres borrascosas" de Bronte y "La dama de las camelias" de Alejandro Dumas. Mi pelinegra amiga sigue buscando en sección ficción.

Camino a lo largo del área hasta llegar al final del pasillo. Puedo divisar por la ventanilla que el clima allá afuera está aún peor que hasta hace un rato. El ver a la gente cubrirse el rostro con capuchas y bufandas me causa un poco de gracia y un poco de pena. Entonces agradezco el haber pasado antes por el Starbucks. 

Recorro con el dedo índice todos y cada uno de los libros de la repisa, aprendiendo y memorizando nombres y títulos. Observo de soslayo a Mía, quien ahora mismo se encuentra en un difícil debate interno por decidir cuál libro es mejor. Sonrío de sólo imaginarme lo que le debe estar costando. Mía nunca lee. Y cuando volteo mi rostro; ahí, en el corto espacio entre libro y libro de la tercera repisa del stand, unos hipnotizantes ojos azules cielo, me observan inexpresivamente. Me sobresalto y doy un ligero respingo debido a la impresión. 

¿Qué diablos hace aquí?

-- Los cuentos infantiles están por allá - espeta con total seriedad. No soy consciente de que se vuelve a burlar de mí, porque su voz me tiene alelada.

Me mira con atención, casi como si estuviera descifrando lo que se pasa ahora por mi cabeza. Trago. Y entonces, como si hubiese recordado lo patán que debe ser con la gente, sonríe maliciosamente y coloca un libro rellenando el espacio sobrante. 

Será capullo. 

-- Eh, ¿qué haces? - Mía se acerca con una gran sonrisa. Ha encontrado su libro ideal.

-- Ah...yo sólo - vuelvo mi mirada hacia al frente. A través de los libros ya no se ve a nadie. 

¿Eh?

-- Ok, eres rara - masculla la pelinegra con una ceja enarcada. - Venga que hace mucho frío y tu tía debe estar con la policía buscándote.

-- Va...vale - respondo dejándome guiar por ella.

-- Daniel Duncan hará una fiesta éste viernes - comenta mientras caminamos a lo largo de la acera. Después del enigmático encuentro con "ojos zafiro", finalmente estamos de vuelta a casa.

-- Irás, me imagino - agrego. La mandíbula me tiembla y siento las piernas como un trozo de carne congelada.

-- Iremos - refuta como si fuera lo más obvio del mundo. 

-- ¡Ja! Ya, claro... - respondo mientras río con pesadez. ¿Ir yo a una fiesta? Ni siquiera sé lo que se debe usar para ir a una.

-- Ed, es nuestro último año - su voz suena más firme y acusadora que nunca. - La amargada de tu tía lo debe saberlo.

Abro los ojos como platos. Helen hace su trabajo mucho mejor que el de un espía y un agente del FBI juntos. Eso es prácticamente imposible. - ¿No debe enterarse? ¿Siquiera te escuchas?

-- Dile que te quedarás a dormir en mi casa. Tenemos dos días y medio para convencerla. 

-- Yo...no estoy segura. Helen se preocupará - susurro. Ella me observa con las cejas arqueadas. Se recoge el cabello en una coleta y continúa caminando a lo largo de la calle. Puedo divisar mi casa a unos dos metros.

El resto del camino la pasamos inmersas en un silencio para nada cómodo. Mía está enojada. Pero yo no pienso hacer nada por cambiar su estado de ánimo. La mera idea de imponer la salida a una fiesta como tema con Helen, me pone de los nervios. Conociendo su angustiada personalidad, probablemente crea que lo hago a propósito para alterar su tranquilidad. Además, a mí tampoco es como si el plan llamara mi atención, pero tal vez sea mala idea comentárselo ahora a mi furiosa amiga. Aunque debo admitir que siempre me alegra que ella, a pesar de saber que para mí es imposible, me invite y no me deje de lado. 

Llegamos hasta la puerta y toco el timbre. Mía se estremece un poco cuando ésta se abre. Sé que también le teme a Helen Sparks. Aún cuando lo niegue, lo hace. 

-- Oh, Mía... - le sonríe forzosamente mientras yo ruedo los ojos. 

Odio su actitud hostil.

-- Señora Sparks - respondo Mía sin ningún ápice de gentileza. Supongo que ha notado también su máscara, lo cual no ayuda para nada a mejorar su ánimo.

Y Mía odia a Helen.

-- Helen, he tardado un poco por los libros - intervengo entre su notoria batalla de miradas asesinas. - En fin, Mía ya se iba.

-- Sí. Pero antes... - Mía sonríe con toda y poca amabilidad que aún conserva - quisiera que dejase a Eden dormir en mi casa el viernes por la noche - admite con toda naturalidad.

¡DIABLOS!

Los ojos marrones se me salen de las órbitas y mi mandíbula cae de picada hacia el frío piso de la vereda. El miedo me invade desde el cuero cabelludo hasta la punta de mis pies.

Mía me observa con el ceño fruncido esperando mi respuesta.

-- ¿Es eso cierto, Eden? - Helen me observa con los ojos entrecerrados. Y, como si una oleada de viento me entrara por los oídos y dejase a mi cerebro completamente noqueado, me doy cuenta - por primera vez en diez años - la autoridad y el derecho que tiene la tía Sparks sobre mí. Su mirada es como una señal de advertencia. 

<¿Estás segura, Eden?>, es lo que su mirada me dice. 

Frunzo el ceño y observo a Mía con un aire de seguridad. 

Helen está a punto de ejercer su voluntad, una vez más. ¿Pensaré dejarla hacerlo? 

Las cosas nunca habían sido tan difíciles como ahora. Ni tan decepcionantes. 

Puedo hacer esto. No forma parte de mi lista de tareas pendientes, pero es un pequeño break.

-- Sí. Pienso hacer el proyecto en su casa - respondo con toda mi cara fruncida. 

<Pruébame>, dicen mis ojos. 

-- Pero, Eden... - sus ojos y su voz lucen indignados. Como si le hubiese clavado un puñal por la espalda.

-- El proyecto me está tomando mucho tiempo. Si lo hacemos juntas, terminaremos más rápido - intervengo con la voz cargada de fastidio. No sé porqué, pero en mi mente sólo se encuentra la gran cara de Hank sonriendo con orgullo. 

Mía me toma la mano y la aprieta. Se la sujeto también. 

-- Vale - me dice ella mientras se zafa del agarre y se voltea para mirarme. - Nos vemos mañana - besa mi mejilla y me susurra con un hilo de voz un "Eres increíble", al oído.

-- Cuídate. 

Ella asiente y se voltea hacia Helen para decirle un, poco amigable, adiós. Helen asiente con una línea formada en su boca. La oleada de nervios me golpea otra vez, pero la cara de Hank impresa en mi mente me motiva a mantenerme inescrutable. Cuando ya no hay rastro de mi amiga por ningún lado, Helen se cruza de brazos y me observa con un gesto totalmente desconocido para mí. Entre odio y confusión.

Dios.

Doy un paso hacia adelante y le invito a hacerse a un lado para que pueda cruzar y abrazar al calefacción dentro.

-- Quiero pasa, por favor - susurro sin apartar mis ojos de los suyos.

¿Se pensará lanzarse sobre mí?

Se hace a un lado, sin dejar de observarme en todo momento hasta que estoy dentro y subo las escaleras hacia mi cuarto. Abro la puerta y la cierro detrás de mí. No pienso ni un segundo y saco el celular de mi bolsillo, aún cuando sepa que el resultado será el mismo.

<Hank, te necesito>, envío un mensaje y después vuelvo a guardarlo. 

Mi corazón se aporrea en mi pecho y siento la urgente necesidad de buscar consuelo en alguien. Los ojos me pican, como si formase parte de las consecuencias de mis actos. Tal vez fui muy ruda. ¿Pero entonces por qué se sintió tan bien? Cierta parte de mí se encuentra totalmente desazonada y la otra, tranquila y saciada. 

Y cuando me dirijo hacia mi cama para esconderme bajo las sábanas, lo único en lo que pienso antes de caer en un profundo sueño, es en lo rápido que quiero que el tiempo pase. Aunque no estoy muy segura porque "ojos zafiros" se encuentra ahora en mi mente.

Tal vez quiero que anochezca ya para volver a verlo, tal vez...

STRONG - When it begins.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora