Capítulo IX

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Abro taquilla por taquilla, pero no hay nada. Vacío. El azúcar, la sal, los fideos, los dulces y todo parece ser innecesario en este lugar. La sola idea de encontrarme con calcetines sucios  o algún otro alimento en descomposición, me impide querer abrir el congelador a gusto. Porque, ¿a quién quiero engañar? Este tipo no tiene ni el más mínimo sentido del orden y el aseo...o la descendencia.

Vierto el polvo en la pequeña maquinita púrpura que advierto como la cafetera. Me acerco hasta los dos cuencos que he acomodado sobre la barra. El pan tostado y los huevos revueltos tienen un aspecto suculento y su olor deja mucho que desear. Sonrío victoriosa. Sólo espero que el gamberro no sea alérgico a la comida saludable, puesto que lo único que he encontrado alrededor de la cocina han sido residuos y empaques de comida chatarra. ¿Pero quién come tres pizzas en la semana? Caray.

Desconecto la cafetera y reparto el líquido dentro de dos pequeñas tazas que he encontrado dentro del microondas.

-- Listo - mascullo en voz baja.

Las gotas de agua rebosando sobre el suelo me confirman que Jota sigue metido en la ducha. Me acerco hasta el sofá y me siento como indio con un cojín pegado a mi regazo. Las paredes blancas y empastadas junto con los muebles de tableros aglomerados y canteranos, le dan un aspecto de decoración victoriana al salón de estar. Ligeramente anticuado, parcialmente cómodo. Me pregunto qué tan crítico se pondrá el asunto cuando caiga en cuenta de que la "cría", continúa aquí, dentro de su departamento, sobre su sillón y sin un ápice de deseo por salir. Me retuerzo en mi lugar y dejo esos pensamientos de Jota gritándome y sacándome a patadas, de lado. Refriego mis ojos con las muñecas y decido que es hora de sacarme este harapo transparente de mí. Me levanto con inercia del sillón que a decir verdad ha sido más cómodo que la propia cama de su habitación. Un picor sobre la piel de mis muslos se expande al recordar que he dormido en su cama. A su lado.

Trago.

Me encamino hasta la habitación de la que salí esta mañana. La cama desecha continúa intacta, al igual que mi ropa sobre la silla desgastada. Me acerco hasta esta y tomo entre mis manos la corta blusa que Mía me había prestado para esa supuesta "gran noche". Continúa húmeda y algo pegajosa. Por el sudor, tal vez. Hago una mueca y la dejo de nuevo en su lugar. No valdrá la pena colocarme eso sudoroso y apestado para encarar de nuevo a un limpio y oloroso Jota. Definitivamente no.

Coloco mis brazos en jarra y doy vueltas en el mismo lugar en busca de una idea rápida e...higiénica.
Probablemente este chico desaseado no posea una lavadora o una secadora, lo cual ahora mismo sería de mucha ayuda. Y, seguramente, tampoco posee ropa de chica talla S en su armario.

Jadeo frustrada y golpeo mi cabeza contra la puerta. De pronto, el sonido de las gotas del agua cayendo sobre el piso de mármol del baño, cesa. Ni un alarde de movimiento ni mínimo ruido. Los ojos se me salen de las órbitas y me volteo enseguida hacia la puerta del toilette, cuando lo hago, mis ojos caen sobre el perchero que cuelga muchas sudaderas y tejanos de mezclilla usados. Me acerco a toda velocidad hasta estos y empiezo rebuscando. La sudadera negra con mínimos hoyuelos y manchitas de pintura se ve cómoda, y lo suficientemente larga para cubrirme por lo menos la mitad de los muslos. La acerco hasta mi nariz e inhalo profundamente hasta que todo mi sistema reconoce el olor a canela y lavanda. Felizmente no tiene presencia alguna de colilla de cigarrillo como lo demás.

Me paso por los hombros la sudadera de tela fina y traslúcida. La manija de la puerta del toilette se abre y una oleada de vapor se expande y se filtra dentro de la habitación y yo me quedo de piedra, con la camisa entre las manos oprimiéndola sobre mi regazo. En sujetador y bragas blancas. 

-- ¡Oh, dios! - grito y aprieto con fuerza la prenda contra mi pecho. 

Tras el oleaje de vapor cargado de olor a menta, unas piernas esclerosas y largas recubiertas de unos jeans rasgados, salen a la luz de la recámara. El agua se escurre desde su cabello revuelto y ondulado, delineando con exquisitez su frente ceñuda y su nariz respingona para terminar con una concentrada gota brillante cayendo entre sus labios voluptuosos. 

STRONG - When it begins.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora