Ha pasado tiempo ya desde que el hombre me abandonó por otra. No puedo decir que ya no me duele su partida, porque, en todo caso, eso sería mentir.
Hoy en la mañana estuve reflexionando en la sala de mi casa. Frente a un gran ventanal que tengo está un sofá que me gusta mucho. Me senté muy cómoda mientras veía cómo la lluvia caía sobre las plantas, haciendo que éstas se sintieran incluso más vivas que yo -o eso era al menos lo que yo pensaba-, mientras mi mano a penas hacía un esfuerzo por no dejar caer la taza de chocolate caliente sobre mí.
Mi cabeza estaba bien puesta en eso cuando escuché mi teléfono sonar. Fue en ese mismo instante que me di cuanta que mi cara también estaba llovida. Me sentía tan patética llorando por un hombre que no valía la pena y que..., bueno, que lo fue todo para mí.
-¿Hola? -dije en cuanto levanté el teléfono.
-Adele, linda -era Libby al otro lado de la línea-, ¿cómo estás?
«En serio que no debes ser una verdadera amiga para saber cómo me siento en este momento», pensé.
-Bien -fue todo lo que pude responderle para no mostrar alguno que otro sentimiento en mi voz.
Libby se quedó callada por un instante. A lo mejor se dio cuenta de que realmente no estaba bien.
-Querida, tenemos que hablar de... el hombre.
Les había pedido a mis amigas que se dirigieran al hombre como el hombre. No me sentía lo suficientemente fuerte como para escuchar su nombre de nuevo. Ni siquiera para mencionarlo yo misma.
-No es algo que me gustaría escuchar, Libby.
-Oh, claro que no te va a gustar. Te va a encantar.
¿Encantarme?
-¿Qué tienes que decirme?
-El hombre vino a buscarte. Bueno, en realidad no lo hizo. Me encontró por casualidad y me preguntó por ti.
Me quedé helada ante su comentario. No sabía cómo reaccionar. Al notar esto, Libby siguió hablando.
-Estaba con Phil -Phil era el novio de Libby. Actualmente su prometido- tomando un café cerca de Westminster, cuando él se acercó con toda la confianza del mundo y me preguntó: "Elizabeth, ¿Donde puedo encontrar a Adele?", y fue cuando yo le dije: "Probablemente ahora esté en su casa", y él me dijo: "Necesito saber el domicilio de su casa, Libby", y obviamente yo me negué a dárselo.
A lo que yo sé, el hombre conoció a una chica a la cual le dobla la edad, y casi se podría decir que ella no lo tenía todo.
Podría afirmar que ella no podría amarlo como algún día yo lo hice, porque sólo era una extraña que llegó de la nada cuando él y yo ya teníamos una historia escrita.
-Y como no podía sacarme la información que él necesitaba, supongo que me preguntó lo siguiente en un arranque de nerviosismo. Me preguntó: "¿No te dijo Bluie que ella y yo nos veíamos a escondidas cuando Georgie -por la que fui abandonada- no estaba?" -continuó diciéndome Libby-, y fue que yo le respondí: "No, ella no se atrevería a hacerle eso a su prometido". Debiste haber visto su cara cuando dije la última palabra; después de eso se alejó, como si yo hubiera hablado otro idioma y él me hubiera entendido.
De repente sentí cómo la cara se me estiró. Y entonces solté una carcajada exagerada. Mi humor cambió como se cambia de un canal a otro en la televisión, así de rápido.
-Phil me preguntó entonces que si yo lo conocía y le platiqué de lo que había entre tú y él. Posterior a esto, Phil me dijo que tenían unos amigos en común, pero que él nunca le había hablado de manera directa. Me dijo que sus amigos le habían dicho que la chica había roto el corazón del hombre que porque no era todo lo que ella buscaba en él.
-Entonces el corazón del hombre está tan roto como el mío... -murmuré.
-Yo no diría roto, yo usaría el término «hecho polvo», mejor.
Concordaba con Libby. El corazón del hombre puede parecer una paleta de caramelo: con el calor podría derretirse, en cambio, si la llegaras a golpear contra una pared, le dejaras caer un piano, una caja fuerte y un yunque, es muy probable que quedaran varias piezas sin hacerse polvo. Y fue exactamente eso lo que hizo la chica Georgie, según me dijo Libby que le dijo Phil.
-Eres un amor, linda. Muchas gracias por esto.
-No hay de qué, Adele. ¿Nos vemos mas tarde para tomar café?
-Está bien. Te espero a las seis treinta en mi casa.
-Seis treinta -repitió.
Colgué el teléfono y volví a mi sofá. La lluvia seguía afuera.
Podría decirse que en ese momento me sentí como las plantas que estaban en mi jardín, del otro lado del ventanal; es decir, como si Libby fuera la lluvia que había estado esperando con ansias.
Ahora en la siguiente entrevista que daría en la semana próxima podría decir algo que lo volvería loco: «Se rumora que hay alguien con el corazón destrozado andando por la ciudad».
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21 [CANCELADA]
Aléatoire"Pudimos haberlo tenido todo pero el rumor corría por ahí, es hora de cambiar las reglas. ¿O qué, no recuerdas? Mi amor por ti fue como un incendio apagado por la lluvia. Tú eras la lluvia. Sé que no te irás de mis pensamientos, pero puedes tomar t...