Turning Tables

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¿Por qué justo en el momento en el que por fin puedo olvidarlo, inconscientemente vuelvo a recodarlo? Sigo recordado la noche anterior que llegó a la puerta de mi nueva casa con las manos en las bolsas del pantalón.
      Quisiera saber entender cómo diantres consigue hacerme sentir como si yo no fuera la misma; como si fuera otra persona. Una persona tonta que sigue besando el suelo por el que él camina.
      -Necesitamos hablar -me dijo.
      Inmediatamente supe que no me lo decía como si me estuviera dando un consejo.
      Lo dejé pasar como si no me interesara en absoluto que él estuviera ahí, porque en mi fuero interno en realidad no me importaba, ya que así se habría dado una idea de qué rayos se había perdido al dejarme por...
      El hombre se sentó en el sofá más grande -para él ya era costumbre hacerlo- mientras le echaba un ojo de cabo a rabo a la gran y aséptica casa.
      -¿Quieres una taza de té? -le pregunté de repente, más que nada por el hábito que tenía de preguntárselo como cuando me visitaba en casa de mis padres.
      -No te voy a robar mucho tiempo, Adele.
      Yo también me senté en mi sofá favorito mientras lo contemplaba a él como si fuera la Reina de Inglaterra. Era ridículo pensar en él con una corona; ridículo y..., magnífico. Ese aire que tiene de pertenecer a la realeza me hacía divagar mucho en mi mente.
      -Está bien, pero primero tienes que decirme cómo lograste dar con la dirección de mi casa.
      -Hace un buen rato seguí a Libby cuando venía. Supuse que si seguía a una de tus amigas tarde o temprano debía de saber donde es que vives ahora -me dijo.
      -¿Qué, ahora te dedicas a espiar gente? ¿No querrán reclutarte para formar parte del sistema de seguridad de Buckingham? -le solté de repente.
      No habían pasado ni diez minutos cuando me di cuenta de que estábamos peleando otra vez; pero juro que lo hice inconscientemente. Pelear, quiero decir. Y es que, siempre que peleábamos él y yo todo era de la misma manera: todo lo que yo decía, el lo contradecía de una me era muy lógica, y por lo tanto, mis palabras quedaban hechas añicos en el suelo.
      -¿A qué vienes, en realidad?
El hombre se quedó callado cuando le pregunté por fin eso.
      -Es sobre Georgie y yo.
      Georgie. ¿Qué me iba a decir, lo que Libby me había dicho cuando me llamó?
      -¿Está tu prometido en casa?
      -¿Mi...? No -recordé de repente-, el salió.
      -¿En verdad estas comprometida, Adele?
      -Felizmente.
      -¿Y tu anillo?
      De repente me abrumó la realidad en la que estaba viviendo. ¿De verdad se había estado interesando en mí como para percatarse de que no tenía un anillo de compromiso?
      -Mira: lo nuestro se terminó, ¿de acuerdo? Yo no soy más esa chica ingenua que conociste hace tiempo, y para nada voy a permitirte seguir jugando conmigo para seguir lastimándome. Es una de las cosas que menos extraño de nosotros. ¿Y sabes qué más? No voy a seguir dándote lo que tú nunca pudiste darme. Te di cariño, mejor dicho, amor, te di todo mi tiempo, escribí canciones, hice covers, me entregué completamente y todo lo hice por ti.
      "No pienso quedarme toda la vida esperando a que tu realmente veas de todo lo que pudimos tener, sin embargo ya lo hice por bastante tiempo, y vaya que me ha costado trabajo, porque te consideré el amor de mi vida. Incluso me ilusionaste cuando estuvimos de acuerdo en tener un hijo y poder formar una familia, pero luego saliste con eso y todas mis fantasías, sueños y anhelos contigo se fueron por una tubería.
El hombre había estado callado durante mi gran discurso. Cuando lo terminé sentí que me había quitado un peso de encima, y al mismo tiempo me di cuenta de que las lágrimas ya humedecían mi cara otra vez.
      Me había costado mucho trabajo abstenerme de decir el nombre de el hombre, porque era tan..., no me gustaría describirlo, es un mal sabor de boca para mí en estos instantes.
      El hombre, todavía no sabía que responder a mi gran argumento. Sólo estaba callado, sentado en el sofá en el que parecía ya mas bien como una estatua. Hubiera sido así de no ser porque sus ojos se movían desde la mesa de café hasta mi rostro. Su frente estaba arrugada. No esperaba que yo le soltara todo lo que sentía por fin. Es decir, ni yo misma me lo esperaba. Había sido valiente para ser mi propia heroína y no derrumbarme; y por más de un instante sentí que no tardaría en hacerlo.
      -Adele, yo... - murmuró mientras se levantaba. Su chaqueta de piel marrón soltó un rechinido cuando se mentió las manos de nuevo a las bolsas.
      -Vete -le exiguí al mismo tiempo que le señalaba la puerta con el mentón.
      El hombre caminó con pesadumbre y la cabeza caída. Me le adelanté y le abrí la puerta. La atravesó y se adentró a la espesa cortina de lluvia que sólo puede distinguirse en lugares con mi dulce Reino Unido.
      El agridulce sonido de un corazón enmendándose sus propias heridas me dejó dormir tranquila esa noche, y hoy, cuando desperté -hace unos minutos, de hecho-, me sentí distinta, me sentí alegre. ¿Habrá sido por mi desquite con el hombre?
      Quizás.

21 [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora